Diario de Sevilla

Coordenadas


Las Cortecillas, la casa de los abuelos

Todos tenemos un lugar al que volver o al menos todos deberíamos tener uno. La casa de los abuelos quizás sea el más universal porque quién no guarda recuerdos de esos veranos eternos, donde el tiempo se paraba hasta que las primeras brisas de septiembre nos anunciaban la vuelta a la rutina. Todas guardan secretos diferentes, objetos diferentes, olores diferentes. Y aún así entrar en alguna de ellas nos transporta a ese hogar común.

Rafa Del Barrio

Aislados


Las Cortecillas

Siendo esta una de las aldeas más pequeñas de El Castillo de las Guardas padeció un gran aislamiento hasta el año 68, cuando se construyó el acceso principal y el puente que cruza el Río Guadiamar cuyo nacimiento está muy próximo a esta pedanía.

Entre veredas


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Como cuenta Martín, al que conoceremos más adelante, la única forma de salir de la aldea era usando las veredas que salen desde distintos lugares en función del destino. Muchas veces estas atravesaban barrancos que se inundaban con las lluvias y había que esperar a que el nivel del agua bajase para poder cruzarlos. Y las opciones de transporte eran muy limitadas: 3 horas en bestia o una en bicicleta para poder llegar a El Castillo.

La calle


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Esta aldea sobresale por su sencillez, que no simpleza. Tan sólo tiene una calle y para qué más. Esta basta para albergar a sus 18 vecinos fijos y para acoger a los que vienen de vacaciones o visita los fines de semana a algunas de esas "casas de los abuelos".

El abuelo


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A sus 71 años Martín sólo tiene un pequeño achaque en la rodilla, por lo demás nada le impide seguir disfrutando de su huerto. Lo primero que ofrece al llegar es un higo arrancado por él de su higuera y luego bromea acerca de los tomates. El calor incesante de este verano los ha dejado para al menos poder probarlos, pero no es la mejor de sus cosechas. Ha tenido numerosos oficios y lamentablemente ninguno ha estado relacionado con la comunicación. Recuerda cada historia, cada piedra de este valle, cada camino y cada cara que ha pasado delante de él.

El mar


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Esta parada de autobús representa el progreso, un triunfo, una conquista, una mejora en la vida de los niños que vinieron después de Martín. Recuerda su ruta diaria a pie hacia la vecina aldea de Peroamigo para llegar a la escuela. En su época viajar en bus escolar era ya no un sueño, sino algo impensable. Martín tiene un recuerdo lúcido de la primera vez que vio el mar y fue precisamente como recompensa por parte del Gobernador Civil por tener que andar campo a través a diario junto a sus compañeros.

El entorno


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Al igual que sus aldeas vecinas, Las Cortecillas está situada en una zona agreste y dura. La tierra aquí da para poco más que pequeños huertos particulares y antaño el cultivo de algunos cereales. Actualmente la ganadería sigue siendo un motor económico de la zona aunque es cierto que el estado de algunas fincas delatan la falta de relevo generacional.

La matanza


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Aunque actualmente pueda sonar un poco duro las matanzas siguen siendo típicas en los pequeños pueblos de la sierra. Son una forma de compartir y de hacer comunidad. De diciembre a febrero muchas familias se reúnen para llevar a cabo este ritual casi ancestral.

La abuela


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Salud nació en Higuera de la Sierra hace 75 años y es como todas las abuelas, incansable. Quiere ser retratada en su cocina, según ella su lugar favorito y tiene explicación. Ella es el motivo para volver. Sus guisos y su cariño hacen que su casa sea hogar y refugio. Sus nietos siempre que pueden duermen en su casa en una habitación llena de camas de matrimonio junto a su cocina, donde todos tienen un sitio. Al igual que en su mesa, que es infinita. Ella es única y a la vez universal como todas las abuelas. Esas abuelas que deberían vivir para siempre.

Cómo la echo de menos.

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