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Badolatosa

Una inundación contra el olvido

  • Los vecinos censuran el abandono del río y la falta de atención a otros problemas, que vinculan al hecho de ser un pueblo pequeño y limítrofe entre tres provincias.

"Estamos afectados, cabreados, indignados...", relata Ángel Borrego detrás del mostrador de su ferretería, en la Avenida de Andalucía de Badolatosa, antes de cruzar la calle, calzarse unas botas y mostrar el bloque donde vive y el salón de bodas que tiene contiguo. El viernes hizo tres semanas que entró en ellos el agua del río Genil, perpendicular a la calle Carnicería, en la que se ubican. Su familia (tiene tres hijos, el más pequeño de 2 años) y la de su hermana, que habitan los dos pisos, tuvieron que dejarlos a las diez de la noche. El agua ganaba centímetros en el portal. Dos días después entró a por ropa con traje de agua. La luz había saltado y olía la comida del frigorífico. "Tenemos miedo, estamos preocupados por la cimentación", dice, y señala una grieta en la fachada del local o las baldosas hundidas en la calle bajo una lámina de agua.

La de Ángel es una de las cuatro familias que siguen desalojadas por las inundaciones en el municipio, limítrofe con Córdoba y cuyo casco urbano cae de la sierra hacia el Genil, que hace de frontera provincial. Otras cinco viviendas de esa parte baja tienen agua en las cocheras. En los momentos en los que los desembalses del pantano de Iznájar llegaron a 150 metros cúbicos por segundo, el río hizo suyas 40 casas de cinco calles, algunas con más de un metro. Dos calles siguen siendo una laguna en la que el agua se mezcla con lo que sale de los desagües.

El número de afectados queda lejos del que dejan las riadas del arroyo Argamasilla en Écija: 3.000 casas, 20.000 personas en la última, que han acaparado titulares y polémica. Badolatosa tiene 3.200 vecinos y un riesgo "moderado" reconocido en el Plan de Prevención contra las Avenidas en Cauces Urbanos, que guía las inversiones públicas. Pero su riada no tiene precedentes recientes en Sevilla por la duración: 22 días, y sigue. El Iznájar estaba el viernes al 99,1% de su capacidad, recogiendo 174 metros cúbicos por segundo y desaguando 120. Los técnicos han hecho fotos en las viviendas, pero no se han podido evaluar los daños. Se teme que haya algunos estructurales.

"No somos ni de Sevilla, ni de Córdoba, ni de Málaga", comenta Manuel Borrego (que estuvo 11 días con agua en el almacén de su bar, que sigue en el garaje de la casa que tiene cerca) para explicar el ánimo de los badolatoseños ante lo ocurrido. Se podría haber evitado, creen, si el cauce hubiera estado limpio y los desembalses se hubieran hecho antes, poco a poco. Manuel Tenor, un licenciado en Geografía e Historia que ha tenido que desmontar su garaje y la pequeña oficina en la que gestiona una empresa de tratamientos agrícolas, cree que ha primado el "interés" por vender agua a regantes y centrales hidroeléctricas. En su casa hay losetas partidas, grietas entre el suelo y la pared. Él fue quien, viendo las noticias sobre Écija, mandó a la prensa las primeras fotos en las que se veía el agua saliendo por las alcantarillas de Badolatosa.

La sensación es que están en una tierra de nadie, por las dificultades para hacerse oír y que se les atienda. Pasa con el centro de salud: cierra por la tarde y les obliga a ir a Estepa por una carretera sin arcén y pasando un estrecho puente por Casariche hasta acceder a la A-92. Infuctuosamente, han pedido un médico 24 horas o ser atendidos en Jauja, pedanía de Lucena, a un kilómetro. Hay quien recuerda que hasta se les denegó tener señalización en los carteles de la autovía por estar a poco más de cinco kilómetros. "Puede que sí, que a perro flaco todo se vuelvan pulgas", admite el alcalde, Antonio Manuel González, el sentir de sus vecinos, pese a mostrarse satisfecho con los compromisos logrados ahora para el río.

En Badolatosa no se producía una inundación tan sonada desde 1963. No existía el pantano de Iznájar. Entonces, el agua llegó al metro y medio en la casa de Dolores Pineda (83 años) en la avenida de Andalucía, paralela al río, pero bastante más alta. Franco visitó el municipio. Luego el Genil ha seguido silencioso. Hasta los últimos cinco años, en los que se han producido tres riadas. El alcalde asegura que hay informes de los técnicos del cercano embalse de Malpasillo que advertían que si hace diez años el cauce podía soportar más de 170 metros cúbicos de agua, hoy tiene sitio para 80. Los cantos rodados que recuerdan los mayores no se ven, sólo arena acumulada. No se ha dragado, pese a las peticiones que se han hecho. La última vez, en diciembre, en una reunión con el comisario de aguas de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG).

Además de la burocracia y la falta de fondos, Badolatosa se ha topado con el galimatías que se produjo cuando la CHG pasó a ser competencia de la Junta y, tras una sentencia, volvió al Estado, un proceso que ha durado tres años, hasta 2011. El pueblo sólo ha logrado el compromiso de que el río se va a limpiar de forma "urgente" en la forzada foto de las autoridades visitando la zona inundada.

Aunque no puede actuar en el cauce, el Ayuntamiento ha intentado poner barreras. Hizo un muro de contención en los años 80, paralelo a la calle, cuando también se construyó una guardería junto al río, que se tiró al poco. Ese muro se ha subido en una obra que se terminó a finales de 2011, pero que el río ha saltado, como ha saltado la escollera junto al Museo del Genil. "Han venido muchos millones para arreglar el río, se han hecho cosas que se han tirado luego o que no han servido de nada", censuraba Pedro, no afectado directamente, pero muy crítico.

"La escritura de esta casa es de 1890", esgrime Manuel Borrego , cuando se le habla de que están en zona inundable, en una ribera en la que hubo una "fábrica de luz" y molinos de aceite, como recordaba un grupo de hombres que observaba un cauce que se ha ensachado cien metros y que mantiene aislado a su propio museo, impulsado con inversiones públicas gestionadas por la asociación de pueblos de la Ruta del Tempranillo, el bandolero que inspiró a escritores románticos, indultado en la ermita de la Fuensanta del municipio. El centro está cerrado ahora por falta de fondos. El agua ha levantado el suelo y dañado los muebles que no se pudieron retirar en las 14 horas que pasan desde que el agua sale del Iznájar hasta que llega a Badolatosa.

"Los ríos hacen valer sus escrituras de miles de años", dice un portavoz de la CHG, que defiende la gestión que se ha hecho del desembalse: "Ha sido excelente, minuto a minuto, dependiendo de cada circunstancia; no por unas viviendas se puede poner en riesgo a más población", dice. Es cierto que Badolatosa no se inunda desde 1963, pero no ha llovido tanto desde 1947. Sin el Iznájar, de los 981 hectómetros cúbicos que almacena, el 50% habría pasado por Badolatosa, la inundación hubiera sido más grave. En cuanto a la idea de que el agua se podría haber soltado antes y poco a poco, la CHG recuerda que la cuenca del Guadalquivir es deficitaria, que es más difícil gestionar la sequía que la acecha constantemente y que las previsiones de lluvia, que se conocían y que son cada vez más precisas, no siempre se cumplen. Hay que cuidar el agua que sobra ahora.

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