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La víctima del parricidio recibió dos disparos además de las puñaladas

  • El cadáver del profesor muerto a manos de su hijo presentaba dos heridas por arma de fuego en el pecho, aunque murió desangrado por el corte del cuello

La víctima del parricidio de Alcalá de Guadaíra tenía dos heridas por arma de fuego en el pecho, además de las tres puñaladas que presuntamente le asestó su hijo. Antonio Díaz Gómez, profesor de 57 años, falleció sobre las cinco y veinte de la madrugada del día 1 de enero tras mantener una discusión con su hijo, un ingeniero de 27 años que reside en Barcelona y que había venido a Sevilla a pasar las fiestas navideñas.

El presunto autor del crimen fue detenido poco después de los hechos y ayer pasó a disposición del Juzgado de Instrucción 1 de Alcalá tras declarar por la mañana en la Jefatura Superior de Policía. A la hora de cierre de esta edición, este hombre continuaba declarando ante la juez encargada del caso y todavía no había sido trasladado a la cárcel. La responsable de la investigación ha encargado incluso una reconstrucción de los hechos para tratar de esclarecer totalmente los motivos del parricidio.

Lo que los forenses tratan ahora es de establecer la secuencia de las heridas para poder averiguar algo más sobre el suceso. El cadáver del maestro presentaba dos impactos de arma de fuego en el tórax, otras dos por arma blanca y en la misma zona del cuerpo y una tercera puñalada en el cuello que resultó mortal.

Todavía existe cierta confusión sobre el modo en que ocurrieron los hechos. Una de las teorías que se apuntan desde poco después del crimen es que a la víctima le molestaban los petardos que alguien lanzaba en las inmediaciones de su vivienda y salió al jardín con una escopeta de caza para disparar al aire y ahuyentar a las personas que arrojaban los artefactos pirotécnicos.

Su hijo salió tras él para tratar de disuadirle y recriminarle esa actitud y ambos se enzarzaron en una discusión que terminó en tragedia. En un momento de esta pelea pudo haber un forcejeo en el que se disparó la escopeta accidentalmente y el hijo clavó al padre un cuchillo. Esta es sólo una de las hipótesis, pero podría tener cierta solidez por el hecho de que el cadáver todavía portaba la escopeta entre sus manos.

Fue la mujer de la víctima, Gertrudis, quien avisó al servicio de Emergencias del 061, después de que los ruidos la despertaran y encontrara sangre desparramada en la casa y en el mobiliario. La mujer avisó al servicio de Emergencias Sanitarias del 061, que no pudo hacer nada para reanimarle debido a que prácticamente se había desangrado por la herida del cuello. Cuando llegó a la vivienda, la Policía Nacional encontró al presunto autor del crimen desolado y llorando. Éste relató lo sucedido a los agentes, que lo detuvieron y trasladaron a las dependencias policiales.

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