Provincias

Un Ayuntamiento sin precedentes

María José Guzmán

El nuevo Ayuntamiento que se constituyó tras las elecciones municipales de mayo representa una situación histórica en las tres últimas décadas de gobiernos democráticos. La obtención por parte del PP de 20 de los 33 concejales de la corporación supone una mayoría absoluta nunca editada hasta ahora y el triunfo de un partido que, hasta entonces, nunca había conseguido gobernar sin ataduras. El único pacto del alcalde Juan Ignacio Zoido fue con los sevillanos que, en algunos casos, le prestaron su voto para dar la vuelta al marcador y castigar a los anteriores gobiernos de coalición en una ciudad que hasta ahora representaba uno de los grandes feudos de la izquierda.

Tras tres mandatos consecutivos, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín decidió retirarse de la esfera municipal y su relevo, Juan Espadas, batalló sin éxito y tal vez sin la suficiente ayuda de su partido contra el desgaste socialista y el de su socio de gobierno, una Izquierda Unida vinculada en los últimos meses a la corrupción en Mercasevilla. Aspectos de los que el PP supo sacar rentabilidad más que suficiente en los últimos cuatro años de oposición que él mismo llegó a denominar de "gobierno alternativo".

El 11 de junio, tras un traspaso de poderes que se presentó como modélico, el Ayuntamiento inició una nueva era marcada por una nueva estructura municipal: la responsabilidad se concentró en cuatro concejales y el resto se dedicó a los distritos con la intención de convertirlos en ayuntamientos en miniatura. Precisamente, la descentralización de los distritos fue una de las primeras labores puestas en marcha por el nuevo gobierno local.

Y una nueva era marcada también, sin duda, por el peso de una losa de más de 600 millones de euros. Dos días después de ganar las elecciones, Zoido ya anunció que encargaría una auditoría para conocer la situación exacta de las arcas municipales y se dispuso a rebuscar en los cajones facturas y contabilidad sin el visado de la intervención. La conclusión no tardó en llegar: el Ayuntamiento cerró el año con 645 millones de deuda viva, una situación que le obligó a cortar el crédito a los organismos autónomos y a varias de las empresas municipales, donde se concentra el mayor agujero financiero.

Una corporación sin precedentes para hacer frente a una situación que tampoco los tiene. Zoido, ante la obligación de poner en marcha los proyectos prometidos, recurrió pronto a la herencia dejada por el PSOE e IU para justificar sus dificultades. "Sin dinero para nada", lamentó no poder atender la cola de acreedores  a la espera de cobrar e invirtió varios meses en aprobar un presupuesto de 1.061 millones de euros donde se han hecho auténticos juegos malabares para reducir el gasto corriente, en pro de la austeridad defendida por el PP. De hecho, los primeros meses de mandato se emplearon en apretarse el cinturón, ahorrar en personal y gastos del día a día, algo que puso en duda la oposición.

Pero los primeros pasos del nuevo Ayuntamiento no sólo estuvieron marcados por las estrecheces económicas, también por las agendas electorales. El PP a nivel nacional quiso rentabilizar el triunfo de Zoido convirtiéndolo en referente del cambio ante toda España. Y, por exigencias del guión, la confrontación política de la que habían renegado tanto el gobierno como la oposición volvió a instalarse en 2011 en la Plaza Nueva.

Ante la falta de colaboración entre administraciones y la ausencia de recursos, el nuevo alcalde se agarró a la lealtad de los sevillanos y apeló a ellos para atraer a Sevilla nuevas inversiones, probablemente como única tabla de salvación para seguir avanzando en momentos de crisis.

En pocos meses, Zoido patentó un modelo de patrocinios que permitió a la capital organizar la final de la Copa Davis de tenis y convertirse en talismán para hacer de la capital un plató de cine.  Ideas para construir una nueva Sevilla con la oposición en el Ayuntamiento más tibia que se recuerda en varias décadas.

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