Cádiz

Crónica de un mal recuerdo

  • Hace cuatro años nadie podría imaginar que el cierre de Delphi seguiría siendo uno de los grandes problemas sociales de Cádiz

Rafael Navas Renedo

Director de Diario de Cádiz

Si hace un año, haciendo el balance de 2009 en la provincia de Cádiz, nos preguntábamos dónde está el dinero, ahora cabe preguntarse qué dinero, pues 2010, por no dar, no ha dado ni para contar una triste historia de pillos y pícaros, que tanto proliferaron en temporadas anteriores. El año que acabó con 174.000 parados, en un nuevo récord de la estadística más vergonzante, fue una sucesión continua de decepciones, incumplimientos de plazos y deserciones de proyectos. De otra forma no se puede comprender el enorme desgaste que sufrieron quienes gobernaron desde una u otra Administración pública y el creciente descontento social que se plasmó, paradójicamente, en pocas manifestaciones en la calle para lo que estaba cayendo, con la excepción de muchos pueblos de la Sierra que, con sus alcaldes al frente, lanzaron un grito desesperado que ni los planes E ni las obras del PER han sido capaces de acallar. Porque si a un lector del Anuario 2007 le hubiésemos contado que cuatro años después seguiría siendo un problema el caso del cierre de la multinacional Delphi, que los ex empleados no recolocados seguirían recibiendo cursos de formación y un sueldo, no se lo hubiese creído.

Pero así fue, hasta el punto de que la gran protesta social que se recordará de 2010 en Cádiz fue la de Delphi, mucho más que la de la jornada de huelga convocada por los sindicatos contra la reforma laboral del Gobierno. Todo ello fue consecuencia del error de cálculo, un año más, de la Administración andaluza, que había previsto la llegada de varias empresas a la Bahía capaces de absorber la mano de obra que engrosa ese limbo laboral de los ‘exdelphis’. En el sector aeronáutico, Alestis no arrancó en todo el año, a pesar de que se había fijado en febrero de 2010 la apertura de la fábrica, y la planta de Airbus estuvo todo el año pendiente de los contratos que se negocian, nunca mejor dicho, en las alturas. Menos desapercibido pasó 2010 para Navantia, que en sus factorías de Cádiz y San Fernando siguió con la actividad y ya es noticia que en los Astilleros de la Bahía no haya follón. Venezuela, por un lado, y la actividad reparadora de grandes cruceros, tienen la ‘culpa’. Tampoco fue mal año para el Puerto de Cádiz, que por fin sacó adelante el proyecto de la nueva terminal de contenedores, cuyas obras deberán comenzar en junio de 2011. Sí, esas que algún día, cuando acaben, permitirán trasladar los contenedores que afean el encuentro entre el muelle gaditano y la ciudad y son la primera imagen del turista que, a razón de miles, se bajan de un barco en un Cádiz que ya es puerto de embarque de muchos de ellos. La cruz volvió a ser el aeropuerto de Jerez, donde la paradoja fue la inauguración de sus nuevas instalaciones cuando menos vuelos internacionales había.

Un palo para el sector hotelero de la provincia, sumido en una crisis de estacionalidad de la que no es capaz de salir y que afrontará el 2012 sin los grandes hoteles previstos en la capital, salvo el nuevo Parador, cuya obra llegará a lo justo. La provincia, eso sí, acabó el año en lo gastronómico con una estrella Michelín, la de Aponiente de Ángel León en El Puerto, recuperando el esplendor perdido desde la época de Los Remos (San Roque) de Alejandro Fernández Gavilán. Pero no fueron precisamente buenos momentos para quienes no tuvieron nada que llevarse a la boca por falta de pago de las Administraciones. Que se lo pregunten a los funcionarios de muchos ayuntamientos. El caso de Los Barrios fue uno de los más sonados. La acumulación de nóminas impagadas llevó a muchos empleados municipales a los comedores sociales. Fue un año de impagos a proveedores de materiales y servicios, a empresas que fueron a la quiebra por no cobrar por su trabajo, con ejemplos muy reiterados en Jerez, donde el Ayuntamiento se enfrentó a manifestaciones diarias en las calles con empleados de las concesionarias de casi todo los servicios. En abril, el Ministerio de Economía lo había dejado muy claro: la deuda viva de los ayuntamientos de la provincia era de 671 millones de euros, 40 más que el año anterior. Esta situación se trasladó a las cuestiones aparentemente más menudas, como algo tan usual hasta ahora como instalar un alumbrado navideño en las calles.

El Ayuntamiento de El Puerto, gobernado por el PP, decidió no hacer ese gasto y finalmente hubo alumbrado (más reducido que en ocasiones precedentes) porque lo pagaron varias empresas, eso sí, algunas municipales. La crónica de sucesos vino de la mano de un caso que promete eternizarse y no aclararse en mucho tiempo, el de los cientos de denuncias de ‘bebés robados’, extendido por toda la geografía nacional y del que la provincia de Cádiz no sólo no fue una excepción, sino uno de los focos desde los que se destapó. La operación contra los clubes de alterne de la familia del exmatador de toros Juan Pedro Galán (en su día conocido como ‘el niño torero’) se antojaba en un principio un escándalo de trata de blancas y esclavitud sexual pero acabó diluyéndose como un azucarillo. El año en que Pérez Reverte renunció a ser comisario del Bicentenario de 1812 y Vargas Llosa lució en San Fernando su flamante nombramiento como Premio Nobel de Literatura con un soberbio discurso sobre la libertad de expresión en el Real Teatro de las Cortes dejó la muerte de un escritor que llevó a gala hasta el final su vanguardismo, el gaditano Carlos Edmundo de Ory, y la desaparición de la Fundación Rafael Alberti. Malos tiempos para la lírica en un año de mal recuerdo que se cerró con tambores de guerra preelectoral.

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