Provincias

Granada, un invierno propio

Magdalena Trillo Domínguez

Directora de Granada Hoy

Estuvimos mal, estamos mal y estaremos peor. No lo tiene que decir Rajoy, Granada ya lo comprobó en 2011. Fue invierno; sólo invierno. La sombra de la crisis pulverizó mes tras mes el récord de paro, de empresas rotas y de familias desahuciadas y las urnas, con dos citas electorales quebrando el año, devoraron expectativas y posibilidades de gestión. El PP arrasó con un resultado histórico y pintó la provincia del mismo azul que se ha derramado con contundencia por todo el mapa español. Fue invierno; un gélido invierno con las arcas vacías y un insistente no desde Sevilla y Madrid que metía proyectos en el cajón y golpeaba con dureza a las inacabadas infraestructuras. Las telarañas empezaron a habitar en el Centro Lorca y en las solitarias zanjas del metro empezaron a crecer hasta tomates; el AVE nunca llegó ni la Autovía del Mediterráneo tendió una alfombra para escapar. Las únicas alfombras disponibles las sacudía el PP en la Diputación mientras se protegía de los escurridizos ácaros que se habían refugiado durante tres décadas de gobierno socialista. Granada votó cambio, pero el cambio sólo trajo austeridad, recortes, más penurias, más conflictos entre instituciones y más resignación. Rajoy abría un tiempo nuevo en la Moncloa pero Granada continuaba en espera: Javier Arenas debía culminar la ola de cambio con su mayor desafío, el vuelco histórico en Andalucía, y compensar a la provincia de tantos años de agravios. 22-M, 20-N y 25-M: las tres citas que en menos de un año (mayo, noviembre y marzo) terminarán dibujando la excepcional primavera del Partido Popular. A la espera de que los populares culminen su triángulo triunfal y los socialistas bajen unos escalones más en las tinieblas de la derrota y las luchas intestinas por un poder que ya no existe, Granada sigue sin despertar de los fríos del invierno.

98.158. No es sólo la cifra más alarmante de 2011; son los dramas, con nombres y apellidos, de los trabajadores granadinos que engrosan ya las listas del paro. Por quinto año consecutivo, el mercado laboral sufrió el azote del desempleo con mucha más dureza que en el contexto andaluz y nacional. Si España tiene ya los índices más altos de paro de toda la Unión Europea, Andalucía y Granada se posicionan en la avanzadilla de la destrucción de empleo. En noviembre ya se superó la barrera psicológica de los cien mil parados y, aunque diciembre dio un respiro a la provincia con el buen comportamiento del sector turístico, 2012 despertó justo como advirtió Mariano Rajoy en su primera sesión de control: de mal en peor.

El problema de Granada es coyuntural y es estructural. Es la crisis económica y financiera global pero es también la debilidad del tejido empresarial y la excesiva dependencia tanto del ladrillo como del sector servicios. La evolución laboral deja poco margen al optimismo: después de dos ejercicios de incrementos insostenibles (2008 se cerró con una subida del paro del 47,5% y 2009 del 20,8%), 2010 finalizó con un controlado 5,9% de aumento. En 2011, sin embargo, se duplicó la tasa de personas sin trabajo y se eliminó cualquier síntoma de brotes verdes en sintonía a lo que no era sino el prólogo de una nueva recesión: el sector servicios veía cómo se multiplicaban por dos los desempleados, el colectivo sin actividad anterior también registraba una subida alarmante y la construcción terminaba el ejercicio con un aumento del 53%. Ni la agricultura ni la escasa industria provincial se libraban de la sangría laboral. Cada día se dejaba en el desempleo a 35 granadinos y se destruían tres empresas. La morosidad, los desahucios, las empresas disueltas, los concursos de acreedores y las regulaciones de empleo fueron las señas de identidad durante cuatro años donde no faltó la congelación del salario mínimo interprofesional, la reducción del sueldo de los funcionarios, la ampliación de la jornada laboral y hasta la subida generalizada del IRPF. Más trabajo por menos dinero, más impuestos y menos derechos, más sufrimiento y menos oportunidades.

Un escenario que no difiere del desolador horizonte nacional: terminaremos el año con seis millones de desempleados; la Seguridad Social se acerca a los números rojos con los datos más bajos de cotizantes desde 2004; hay casi doce millones de españoles en riesgo de pobreza y las previsiones más optimistas de crecimiento no sitúan hasta el segundo semestre de 2013 un ligero repunte del PIB del 0,3. Insuficiente para crear empleo. Los jóvenes, en una provincia con un fuerte perfil universitario como Granada, siguen siendo la cara más dura de la crisis. El 55% de los menores de 25 años no tiene trabajo en Andalucía y sólo en Granada el desempleo en el colectivo ha crecido un 93% respecto al inicio de la crisis. Hasta 300.000 jóvenes han abandonado España desde 2008 buscando una salida. Una verdadera diáspora.

Los jóvenes son el rostro de la desesperación pero también de la esperanza y de la movilización. Y también ellos tuvieron su triángulo combativo: 15-M, 19-J y 15-O. "No somos mercancía en manos de políticos y banqueros". La #spanishrevolution, siguiendo la estela de la primavera árabe, se hizo fuerte en la red y sacó músculo en las calles levantando la voz contra el sistema capitalista, ocupando plazas y abriendo el camino a un nuevo modelo de protesta. Granada escribió una de las páginas más contundentes del Movimiento 15-M y un granadino, Olmo Gálvez, fue elegido por la revista Time para poner rostro a quien, sin lugar a dudas, ha sido el personaje de 2011: el manifestante (the protester). "Era un castillo de naipes. Seguir perpetuando este sistema como si fuera el único es un absurdo histórico".

Un absurdo histórico en el que seguimos sumidos. Los ciudadanos, cada vez más indignados y atónitos -como quedamos ante el esperpento que supuso la salida de la cárcel del granadino Miguel Montes Neiro, el preso común más antiguo de España que necesitó dos indultos del Gobierno y dos meses de enredo judicial para respirar la libertad- los especuladores, aprovechando los muchos momentos que brindaban los mercados y el dúo Merkozy imponiendo un déficit imposible; y los políticos, perdidos y desconcertados en un enfermizo autismo. Diez millones de españoles votaron en noviembre a Mariano Rajoy por el cambio; pero no por un cambio de color en la camiseta sino por un cambio de modelo que fuera más allá de las reformas extremadamente agresivas y las contrarreformas. 

El invierno petrificó la economía y también se llevó también por delante el rojo del clavel socialista. Todo lo que pudo ir bien para el PP fue mejor y todo lo que pudo ir mal para el PSOE fue peor. En Granada, 2011 se recordará como el año en que la provincia dejó de ser socialista. Lo dijo Sebastián Pérez cuando tomó posesión como nuevo presidente de la Diputación dejando atrás 32 años de ininterrumpido liderazgo del PSOE. El vuelco fue histórico y prácticamente se calcaba en la cita electoral del 20 de noviembre. Por fin se cumplían las encuestas y el PP lograba su viejo anhelo de ser el partido hegemónico en la provincia mientras los socialistas, perjudicados por los pactos, perdían hasta sus feudos tradicionales. Las urnas ratificaron el 22 de mayo la gestión en la capital de José Torres Hurtado (mantuvo sus 16 concejales) y profundizaba la crisis del PSOE con Paco Cuenca como candidato (pasó de 9 a 8 concejales). IU repetía resultados y la gran sorpresa de los comicios llegaba con UPyD, que conseguía su primera edil en el consistorio granadino (Mayte Olalla). El PP ganó en Motril, Guadix, Albolote u Otura y el PSOE se borraba del mapa en ciudades históricas como Loja, Armilla o Almuñécar. Una verdadera debacle.

El equipo de Sebastián Pérez, que continúa allanando en Granada el camino de Javier Arenas a la presidencia de la Junta de Andalucía, normalizó las relaciones con el Ayuntamiento, cerró frentes de conflicto (aunque se abrieron otros muchos con la Junta y con el entonces Gobierno de Rodríguez Zapatero) y garantizó que la alternancia política sería "un proceso tranquilo y abierto, sereno y mirando al futuro, sin dogmatismos ni sectarismo". Conseguir que Granada "deje de ser la provincia más pobre de España" y abandone "los primeros puestos en las listas del paro" son los grandes objetivos de su mandato. Un desafío que, de momento, tiene más de deseo que de realidad. Porque ni la primavera del 15-M ni la primavera del Partido Popular pueden con la ola de frío de la economía… El invierno propio que diría Luis García Montero.

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