Provincias

Naufragio de buceadores

Pedro Ingelmo Cruz

El Vaporcito, el barquito turístico que recorría desde hace décadas la Bahía uniendo Cádiz y El Puerto, se hundió. Así fue. Chocó con las piedras de la bocana del muelle y se convirtió en un ensayo del Costa Concordia, pero sin víctimas y con un capitán a bordo. Durante las semanas que pasaron entre su hundimiento, a finales de agosto, y su reflotamiento, El Vaporcito tenía algo de símbolo en una Bahía azotada por el desempleo, paralizada, como en estado de shock, por la pérdida de la industria, a la deriva, viviendo sumergidos. ¿Qué es la economía sumergida?, preguntaron en un instituto de secundaria de Cádiz. Y el chico contestó que las monedas de recuerdo que tiran a las fuentes. El dinero en Cádiz, como las monedas del tesoro del Odyssey, duerme bajo el agua. Es un naufragio de buceadores.

Otro hecho simbólico. La mujer del torero Jesulín de Ubrique, María José Campanario, es juzgada en la Audiencia de Cádiz por una trama de compraventa de pensiones de invalidez. En la puerta un centenar de mujeres, seguidoras de un fenómeno televisivo llamado Belén Esteban, increpan a la acusada. Ese momento es el minuto de oro televisivo de la provincia de Cádiz en 2011, el hecho más exportado, una falsa imagen de marca en la que una pequeña masa vociferante se relaja en un ejercicio de figuración.

Un chico madrileño muere apuñalado en Conil en una madrugada de la Semana Santa de 2011 cuando acompañaba a su novia a casa. Los autores son tres niñatos. Uno de ellos, el presunto autor material, había protagonizado años atrás un reportaje televisivo sobre la movida nocturna en esa zona de la costa. En aquel programa ese muchacho clamaba borracho por sus derechos a beber y a drogarse y que se fastidien los vecinos. Todo es televisión. A veces se hace televisión sin cámaras y hay víctimas.

Pero este último suceso no es un símbolo de nada. Es una tragedia estúpida, una muerte que nunca debió ser, que sacudió a una sociedad con fama de combativa y de conflictiva, pero que ahora asume su condición acuática, como silenciosos peces en un acuario.

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