Córdoba

Sensación de asfixia

  • Con unas cifras de paro calamitosas, el campo acude en salvación de Córdoba; un campo castigado además por las exigencias de la gran distribución. La declaración de los Patios y el caso de José Bretón, polos opuestos de un año para olvidar.

Luis J. Pérez-Bustamante Mourier

Director de El Día de Córdoba

Lo mejor que se puede decir del año 2012 en Córdoba es que por fin terminó. La crisis, el paro, el cierre de empresas y el incremento de las necesidades sociales fueron la tónica dominante en doce meses en los que la sensación de ahogo fue creciendo hasta llegar a un final de año desolador y con unas preocupantes cifras para la historia. Entre enero y diciembre, 23 puestos de trabajo desaparecieron cada día en la provincia, es decir, 8.500 cordobeses engrosaron las listas del desempleo para sumar un total de 131.000 parados registrados en la Encuesta de Población Activa (EPA). Traducido a un lenguaje más normal, 34 de cada 100 cordobeses está en este momento sin empleo, 40.700 hogares carecen de ingresos de ningún tipo y encima hay que darse por satisfechos porque la fecha de publicación del sondeo suaviza en algo los números porque  el último trimestre del año es el de las grandes campañas agrícolas. De nuevo, como hace décadas, el campo acude en salvación de Córdoba; un campo castigado además por las exigencias de la gran distribución, el incremento de los costes de producción y la bajada de rendimientos fruto de una sequía que no se recordaba desde hacía mucho tiempo.

 

En este panorama sólo el sector servicios, el turismo, salva la cara. Con su apuesta por la agroindustria lejos aún de cuajar, las industrias que antaño fueron santo y seña cerrando sus puertas y la construcción hundida en el mayor de los pozos, el turismo se constituye hoy en día como la gran tabla de salvación de Córdoba. La riqueza patrimonial de la capital y la provincia, su magnífica situación geográfica y espléndidas comunicaciones, y un potencial gastronómico sin parangón en la comunidad, hacen que Córdoba comience a darse cuenta de que una mayor profesionalización del sector, unida a una promoción inteligente y a un incremento de la oferta lúdica pueden contribuir a salir de la crisis económica que la azota. La cifra de visitantes de 2012, que rozó el millón de turistas, el incremento del empleo en el sector y la declaración de los Patios como Patrimonio de la Humanidad  por parte de la Unesco invitan a tener algo de fe en que hay pulmón para seguir respirando. El reconocimiento a los Patios es la mejor noticia para Córdoba en muchos años, reconoce la labor de los ciudadanos y además enjuga, en parte, el dolor del desengaño de la malograda lucha por la Capitalidad Cultural del año 2016. La capital se convierte en visita obligada para quien quiera disfrutar de unos recintos muy especiales y refresca su imagen al añadir esta declaración a las que ya ostenta por la Mezquita-Catedral y el Casco Histórico. Buenas noticias que deben servir para alcanzar el siguiente gran reto: incrementar las pernoctaciones y los ingresos que los visitantes dejan en la ciudad. El desafío está ahí, aunque está claro que sólo del turismo no se puede vivir.

Y en un sinvivir es en lo que estuvo Córdoba durante gran parte de 2012 con la suerte que habrían seguido dos niños desaparecidos en 2011. La ciudad se volcó en apoyo de Ruth Ortiz, la madre de los pequeños Ruth y José, de 6 y 2 años, desaparecidos el 8 de octubre de 2011 cuando estaban con su padre. Miles fueron las personas que se manifestaron y concentraron durante todo el año pidiendo el regreso de los pequeños hasta que un 29 de agosto de infausto recuerdo se confirmasen los peores temores. Aquel día, aquella madrugada saltaba la noticia de que los análisis científicos encargados por la familia materna concluían que los huesos hallados en una hoguera de la finca de Las Quemadillas propiedad de la familia de José Bretón pertenecían, sin género de dudas, a dos pequeños de 6 y 2 años. La noticia corrió como la pólvora y lo que hasta entonces había sido una verdad que nadie quería creer se convirtió en la confirmación de una tragedia. Pocos pueden creer que, supuestamente, José Bretón sedase a sus hijos antes de matarlos y meterlos en un horno crematorio construido en dicha finca para hacer desaparecer sus cuerpos. Pocos asumen que el padre de los pequeños tuviese planeado todo desde un mes antes de llevar a cabo su venganza contra Ruth Ortiz por haberlo abandonado. Y nadie, en absoluto, duda de que la tragedia que vive esa familia es imposible de consolar. Sólo la tenacidad del juez del caso, José Luis Rodríguez Lainz, y su empeño por mantener abierta la investigación, unida a la fuerza de la familia materna han podido acabar desenmascarando la verdad. El error policial que descartó que los huesos hallados en el fuego fueran humanos pasará a los anales de la historia negra de un cuerpo que, por otra parte, no ha escatimado esfuerzos en la resolución del caso. El mercadeo televisivo y casi pornográfico que ofrecieron algunas televisiones en busca de la última revelación truculenta, tampoco.

Y así se fue 2012, un año que podría haberse saltado Córdoba y que dejó como mejor noticia que terminó el 31 de diciembre.

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