Cádiz

Sólo el paro se salva del estancamiento

  • Los astilleros, que durante décadas dieron vida a la Bahía de Cádiz, parecen estar moribundos.

M. Muñoz Fossati

Tardaron en volver, pero lo hicieron. Años después, muchos años después, un grupo de personas con mono azul volvió a cortar el puente José León de Carranza, el único que une las dos orillas de la Bahía de Cádiz mientras no se culmine el segundo, el que se llamará Puente de la Constitución, y cuya finalización ha ido conociendo sucesivos aplazamientos hasta el punto de que hoy nadie se atreve a pronosticar con certeza cuando se acabará. Pero al menos esta obra, aunque muy lentamente, avanza. Es casi la única, un extraño caso en las inversiones públicas en la provincia, y diríase que en España.

El paro, el paro sí que sigue su avance implacable. Cádiz acabó 2012 con un dato descorazonador: 204.255 desempleados, casi 20.000 más que en el año anterior en el mismo mes. Hubo meses en verano en los que la tendencia se alteró, pero ese respiro no tuvo la suficiente fuerza. Los datos facilitados por la Encuesta de Población Activa (EPA) eran peores cuando solo se habían facilitado los resultados de tres trimestres, hasta septiembre del año pasado, con una tasa de paro del 36,03%, un porcentaje cuya gravedad no se aliviaba por el hecho de que en enero hubiera sido del 36,37%. La fotografía era tozuda: 211.200 personas sin trabajo, la mayor cifra de desempleados conocida desde que se realiza esta medición estadística y la confirmación de una tendencia de los últimos años, la de que Cádiz es sinónimo de récord negativo de trabajo.

El enfermo continúa en estado muy grave, y aunque no se teme por su vida, más de un órgano ha quedado dañado irremisiblemente en este año nefasto. Los astilleros, que durante décadas dieron su razón de vida a la Bahía de Cádiz, permitiendo la formación de una clase obrera especializada, antes de entrar en una decadencia incesante, parecen haber llegado al estado de moribundia. Sin pedidos, sin carga de trabajo, el Gobierno no ha sido capaz de garantizar que el programa de construcción de Buques de Acción Marítima para la Armada, la única esperanza en un panorama sombrío, vaya a reactivarse próximamente. Las plantillas de las factorías de Navantia han protagonizado movilizaciones como las de antes, las de los distintos procesos de reconversión naval. La negra sombra del paro sobrevuela la Bahía.

Y peor aún es la desesperanza. No llegan proyectos nuevos tras la muerte del último gigante, Delphi, el aún coleante zurriagazo de la multinacional al cerrar su fábrica de Puerto Real. A pesar de los constantes anuncios de dirigentes de la Junta, que periódicamente han anunciado el interés de varias empresas por instalarse en los terrenos que abandonó la compañía estadounidense, nadie ha querido el supuesto pastel, por muchas facilidades que se están poniendo. Más de 600 exempleados, a los que el Gobierno andaluz prometió su recolocación, siguen esperando el cumplimiendo de esa promesa, y cada vez con peor humor.

Con este panorama, se tiene menos ganas de reír cuando suena el cuerno de la abundancia que tocan  algunos encantadores de serpiente, que de vez en cuando aparecen por la zona, con proyectos irreales: fabricantes de coches asiáticos sobre todo, o de carísimos e irrealizables autobuses eléctricos no contaminantes. Las autoridades, deseosas de dar una buena noticia a sus votantes, se esfuerzan en hacer ver que son proyectos reales y con futuro, y en ese afán se alejan aún más de la realidad. Un ejemplo: la Junta es capaz de empeñarse en convencer infructuosamente a la industria de automoción china BWI, dispuesta a pagar un máximo de 10.000 euros al año a sus trabajadores, para que se instale en los terrenos de la antigua Delphi, y le ofrece muchos millones. Mientras, cierra los ojos a una pequeña inversión de algunas decenas de miles, comprometida y nunca hecha, ahí al lado, en San Fernando, a un grupo de mariscadores que quieren poner en marcha una nave de cría de moluscos.

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