Córdoba

Sucesión, fusión, crisis y catarsis

  • La marcha de Rosa Aguilar a la Consejería de Obras Públicas ha producido un efecto devastador sobre su formación primigenia, IU

Luis I. Pérez Bustamante

Director de El Día de Córdoba

En una ciudad tan poco dada a los cambios radicales, lo que ha ocurrido este año en Córdoba casi podría calificarse de catarsis. Acostumbrados como estamos a que las cosas fluyan a su ritmo y las transformaciones urbanas y sociales se demoren y aparezcan como de la nada, vivir en apenas medio año la salida de una alcaldesa-mito y la fusión casi por absorción de la entidad financiera que ha regido los designios económicos de la provincia en las últimas décadas ha supuesto una crisis sin precedentes. Algunos creen que después de lo visto ya nada será igual en el futuro, una opinión que, aunque un tanto exagerada, casa bastante con la sensación de andar en el vacío en la que se encuentra establecida la ciudad en los últimos tiempos. Porque si sumamos a los brutales efectos de la crisis económica, la pérdida del referente político de la capital junto con la de la mano que mecía el tejido socioeconómico de la provincia nos encontramos con un panorama que, desde luego, debe aclararse y mucho en los próximos meses.

En materia política, la marcha de Rosa Aguilar a la Consejería de Obras Públicas de la Junta ha producido un efecto devastador sobre su formación primigenia, IU. La llegada a la Alcaldía de Andrés Ocaña, fiel escudero de Aguilar durante una década y auténtico muñidor de los acuerdos que mantenían la pax interna entre Capitulares y Ambrosio de Morales, ha supuesto básicamente una continuidad de proyecto, algo lógico, pero una considerable pérdida de peso político en la ciudad. Ocaña dirige con dedicación un gobierno en el que faltan figuras que sepan jugar entre líneas y se enfrenta solo a una oposición liderada por José Antonio Nieto que ve cada día más cerca su retorno a Capitulares. Mientras, sus socios de gobierno calculan el momento en el que poner tierra de por medio para ganar el terreno que esperan que la jugada de atraer a Aguilar a la casa común del socialismo les puede dar. Bien es cierto que los socialistas nos tienen ya más que acostumbrados a perder ocasiones históricas. Ocaña intenta insuflar su espíritu, pero la ciudad anda bastante huérfana de liderazgo político y los empresarios permanecen expectantes para ver qué hace el nuevo alcalde, toda vez que el ascendente que la alcaldesa tenía sobre la patronal dista mucho de ser la que tiene su sucesor. Interesante panorama pues el que afrontamos, todo por decidir y más por demostrar.

Lo mismo puede decirse del otro gran aspecto que ha sacudido a Córdoba durante este año. La fusión de Cajasur con Unicaja tiene en vilo a la ciudadanía, que siempre ha tenido en la entidad de ahorro cordobesa una salida a sus malos momentos y que ahora tiembla ante la llegada de los criterios marcados desde Málaga por el equipo que dirige Braulio Medel. Nadie duda de la capacidad de los nuevos gestores, sólo sobrevuela la certeza de que las formas cambiarán y, con ellas, otras muchas cosas. Al temor de los empresarios se une el de numerosos colectivos que ven peligrar no pocas ayudas con una unión que, por lógica, tenderá a recortar sus gastos sociales en la provincia. Y todo ello con el fondo de la pelea impropia mantenida en estos meses en el seno de la caja. Un enfrentamiento que ha hecho surgir grandes recelos alrededor de la Iglesia por la forma en la que ha gestionado la fusión. Demasiados órdagos lanzados para llegar a una meta ineludible y cierta sensación en el ambiente de que tanto movimiento ha sido más para salvar una imagen, que el primer protocolo de fusión firmado en julio dejó bastante mermada, que para defender realmente a los trabajadores. Y es que, aunque no quiera admitirlo, el clero cordobés quedó en evidencia antes de verano cuando casi lo único que quedaba negro sobre blanco de la futura Unicajasur era la presencia del Cabildo en la futura entidad, la constitución de su fundación y los bienes y fondos que ésta iba a gestionar. Ha sido ésta en definitiva una fusión que no se ha gestionado con demasiada inteligencia, en la que en ocasiones se ha confundido el interés de la parte (o partes) con la del todo (la propia entidad) y, sobre todo, en la que se ha tratado de ocultar la realidad. El estado de las cuentas de Cajasur la obligaba a una fusión; la ley imponía que debía ser con Unicaja y las amenazas de la intervención eran tan reales que hacían prever la desaparición de Cajasur. Todo lo demás han sido fuegos de artificio y maniobras dilatorias.

Y, tras estos dos asuntos que a punto han estado de llevar a la ciudad a la catarsis, está el más grave, el que más afecta a los ciudadanos y el que está machacando la realidad de Córdoba. La crisis económica se ha cebado con especial dureza con la provincia. Más de 76.000 parados, empresas cerrando por centenares, sectores económicos como la construcción o la madera hundidos, el campo sumido en unas luchas intestinas que no conducen a ninguna parte –excepción hecha de la unidad contra las subidas de precios de los intermediarios– y la clase dirigente pasmada ante una realidad que les supera y ante la que la respuesta de los fondos FEIL y Proteja no es más que una cortina de humo para salvar el hoy sin sembrar el mañana.

El horizonte de 2010 se antoja complicado, sobre todo en el primer semestre, pero cabe esperar que seamos capaces de salir adelante. Una de las vías será sin duda el binomio cultura/turismo sobre el que pivota el reto de ser Capital Europea de la Cultura en 2016. La mejora de las infraestructuras culturales con el centro de recepción de visitantes de Medina Azahara, la Casa del Flamenco, el centro de recepción de la Puerta del Puente, el nuevo Museo Arqueológico o la puesta en marcha de la tan cacareada visita nocturna a la Mezquita-Catedral deben consolidar al sector servicios como una salida clave para Córdoba. La calidad de nuestra oferta patrimonial, unida a la gastronomía y al potencial de la provincia se antojan determinantes para el futuro. Si a ello le unimos el aeropuerto y una pizca de imaginación y atrevimiento, el futuro será difícil, pero no un calvario.

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