Sevilla

La ciudad de los retrasos

  • Aquí no hay plazo que se cumpla y cuando hay visos de que puedan cumplirse sobreviene una crisis económica generalizada.

MANUEL J. FLORENCIO

Director de Diario de Sevilla

Una de las acepciones que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua da a la palabra "retraso" o al verbo "retrasar", que a la postre viene a ser lo mismo, es la de "llegar tarde a alguna parte". Sevilla llega tarde a tantos proyectos y los proyectos que llegan a Sevilla tardan tanto tiempo en materializarse que, sin temor a la exageración, puede decirse que Sevilla es la ciudad de los retrasos y que los retrasos han acabado imprimiendo carácter a Sevilla. Aquí no hay plazo que se cumpla y cuando hay visos de que puedan cumplirse sobreviene una crisis económica generalizada que arranca la hoja final del calendario y coloca en su lugar la expresión latina "sine die": sin fecha. El pinchazo económico frustró las expectativas de la Gran Exposición de 1929 y de la Exposición Universal de 1992, y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y de las hipotecas-basura ha creado un nuevo entorno donde ya cualquier dilación es justificable mediante la apelación a la crisis.

Poner plazos a una obra en Sevilla es como poner puertas al campo, de ahí la pátina de escepticismo y descreimiento que impregna el alma sevillana en la era moderna, una incredulidad que data al menos de los tiempos de las promesas incumplidas sobre el canal Sevilla-Bonanza y/o la siderúrgica que al final acabó emigrando hasta Sagunto.

En la capital de Andalucía hay proyectos que incluso acumulan épocas enteras de dilaciones, como es el caso de uno de los más paradigmáticos: el Metro.

Puede decirse que la primera época del Metro es la comprendida entre el momento de la aprobación de la ley por la que Sevilla se convertía en titular del derecho a su ejecución (año 1975) hasta el de la paralización de la obra en 1984 y su "entierro" en 1986 como culminación de la campaña "un túnel sin salida para Sevilla", suscrita y materializada por las cuatro Administraciones (todas socialistas, por cierto) de aquel periodo histórico. La segunda época del Metro, con la rediseñada línea 1 con proyección metropolitana, es la comprendida entre el reinicio de las obras en el otoño de 2003 y su anunciada finalización en un plazo de tres años para el 24 de junio de 2006. Tras el sinfín de incidencias que es mejor no recordar porque no habría espacio suficiente en este artículo para citarlas todas (desde los socavones hasta la caída de la viga sobre la SE-30), la tercera época en las obras del Metro podría fijarse entre la anterior fecha citada y la prometida por la Junta de Andalucía para la culminación del proyecto, el 30 de septiembre de 2008, si bien con el estrambote aceptado a regañadientes por la opinión pública del 20 de diciembre. En el ínterin, sin embargo, el hundimiento de un kiosco de prensa el 26 de noviembre de 2008 por las obras de la estación en la Puerta de Jerez, ha supuesto el inicio de la cuarta época en la ejecución del proyecto, sin que nadie se atreva a fijar una nueva fecha límite habida cuenta los precedentes y la invocación al supremo argumento de la seguridad. Y han pasado ya 34 años desde la aprobación de la ley del Metro: dos generaciones enteras de sevillanos.

Al Metro lo supera la reubicación de los placeros del mercado de la Encarnación o, mejor dicho, los supervivientes de entre los placeros que si aún no se han jubilado llevan ya 36 años esperando salir de su actual emplazamiento provisional, una provisionalidad que va camino del medio siglo y cuya solución definitiva, el Metropol Parasol (vulgo "setas") del arquitecto alemán Jürgen Mayer, debió acabarse en 2007; luego, en 2008; a continuación, a finales de 2009, y por ahora, tras plantarse el alcalde ante la empresa concesionaria y comprometerse ésta a doblar los turnos de trabajo, en 2010.

En mitad de la tabla de los retrasos figura la autovía A-376 Sevilla-Utrera, felizmente concluida en las últimas horas del año 2008 tras "sólo" 18 años de ejecución. Esta vía de comunicación de 24 kilómetros de longitud se proyectó para descongestionar el tráfico en el entorno de la capital andaluza con motivo de la Exposición Universal de 1992, motivo por el cual las obras se iniciaron en 1990. Llegada la fecha emblemática del V Centenario del Descubrimiento de América, únicamente se había logrado avanzar en 8 kilómetros. La crisis (siempre acaece una crisis) pos Expo sirvió de coartada para un largo paréntesis de un decenio en el olvido. Cuando en el año 2000 se reanudaron los trabajos, se anunció con el habitual exceso de optimismo que estarían concluidos en 2006. Al final el último asfaltado oficial se realizó en diciembre de 2008. A pesar de que la autovía discurre por un terreno nada sinuoso, sino todo lo contrario, entre el principio y la conclusión de la carretera han pasado 18 años, a una media récord de 1,33 kilómetros anuales, circunstancia por la que los utreranos acabaron otorgándole el sobrenombre de "El Escorial de la campiña". Y es que las obras de palacio, máxime en Sevilla, van despacio.

De la Ciudad de la Justicia para reubicar las saturadas sedes judiciales existentes en el ya anticuado edificio del Prado de San Sebastián se viene hablando desde que la Junta de Andalucía asumió las competencias en materia de Justicia, con Carmen Hermosín como titular del departamento. La memoria nos lleva a la lejana fecha de 1997, cuando va tomando cuerpo otro de esos proyectos que durante años engrosan la Sevilla virtual y el urbanismo ficción, pero sin que se pase de la potencia al acto. A cuenta de un pleito aún no resuelto entre Patrimonio del Estado y la Junta de Andalucía por la edificabilidad lucrativa en Los Gordales, terrenos originalmente fijados en el PGOU hispalense para erigir la macrosede judicial, en 2007 la Consejería se descuelga con la contestada alternativa de construir la Ciudad en suelo portuario, junto a la dársena del Batán, y con la promesa del presidente Chaves de tenerla lista para el año 2010. El cambio de consejera lleva aparejado el retorno al proyecto original junto a la actual Feria de Abril, pero a costa de dilatar el plazo de ejecución en al menos dos años más: 2012. Si se cumpliera el cronograma anunciado, desde los albores del proyecto hasta ese momento habrán pasado 15 años, una media que dada la tradición sevillana del retraso ya no escandaliza a nadie.

En similares parámetros temporales se mueve la ampliación del Palacio de Congresos y Exposiciones de Fibes, de cuya necesidad se viene hablando desde tiempo inmemorial y cuya concreción tarda en definirse todo un decenio porque el Ayuntamiento se empeña en convertir el proyecto en una obra emblemática antes que en funcional y conforme a las necesidades del sector turístico sevillano. A medida que crece la "grandeur" municipal crecen las dimensiones del nuevo plenario y por ende se dispara el presupuesto. La búsqueda de una fórmula satisfactoria de financiación contribuye a la demora y cuando la obra, conforme al diseño de Vázquez Consuegra, se encarrila han pasado ya diez años de polémicas.

Casi en paralelo a la última etapa de Fibes discurre el proyecto del acuario de las Delicias en la margen izquierda del Guadalquivir. Tras el típico período de urbanismo-ficción, que en la ciudad dura años, por fin se pone la primera piedra en octubre de 2006. Por entonces se podían leer en medios locales expresiones como éstas: "Cuando el acuario esté en uso en la primavera de 2007, se medirá cara a cara con los principales reclamos de Sevilla, como son la Catedral y el Alcázar...". Ni en la primavera de 2007, ni en la de 2008, ni en la de 2009. No se sabe cuándo se rematarán unas obras que han quedado a medio hacer en 2008 porque a los concesionarios les han fallado las subvenciones que esperaban de la Unión Europea. Una moderna versión del cuento de la lechera. Y a partir de ahí, hasta un pleito en ciernes entre la Autoridad Portuaria y los promotores por la amenaza de retirarles la concesión. Si Sevilla quiere ver peces, por ahora seguirán siendo los que pueblan las aguas del Guadalquivir.

La sevillana espada de Damocles de los retrasos pende también sobre el traslado de la Feria al Charco de la Pava (pospuesta "sine die"), el ensamblaje del avión A400M que nos iba a convertir en el polo aeronáutico del Sur de Europa, el "botellódromo" en la bancada de la Expo, el edificio de Moneo en el Prado de San Sebastián, el parque del Guadaira en su segunda época (ya estaba previsto desde los tiempos de Soledad Becerril como alcaldesa), el entorno de Santa Justa, el remate de los estadios del Betis y el Sevilla...

El delegado de Urbanismo, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, cuenta que, al darles a los alemanes del proyecto Metropol Parasol en la Encarnación el ultimátum para que acabaran de una vez las obras de las "setas" diseñadas por Jürgen Mayer, llegó a espetarles que jamás podría haber imaginado que un alemán se retrasara en la conclusión de un trabajo.

Ni la proverbial eficacia alemana es capaz de imponerse a la acendrada tradición sevillana de avanzar en sentido contrario a las agujas del reloj: Sevilla siempre acaba conquistando a quienes pretenden conquistarla. Donde para otros tempus fugit (el tiempo vuela), en Sevilla, tempus consistit (el tiempo se para).

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