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Alfonso Castro. Decano de la Facultad de Derecho y Catedrático de Derecho Romano

"Hay que defender el estudio de lo inútil"

  • Pese a su declarada vocación de investigador y docente se ha embarcado en la aventura de regir uno de los centros más señeros de la Hispalense para devolverle el pulso perdido.

Alfonso Castro (Sevilla, 1969) es consciente de que no responde al prototipo de un decano de la Facultad de Derecho de Sevilla. Una cuidada melena lacia en la que empiezan a aparecer algunas canas le da más bien un aspecto de poeta modernista o de músico hipster, y cuando llega el plumilla a su amplio despacho en el Decanato se disculpa por la formalidad de su atuendo: "es que vengo de un acto". Sin embargo, sólo hace falta pasar cinco minutos con él en la barra de un pub irlandés de Viapol para darse cuenta de que es un hombre con auténtica voluntad de poder, una actitud que no esconde y que sabe necesaria para transformar un entorno que no le gusta. Lejos de caer en la tentación del buenrollismo -ese sarampión que está causando estragos en las aulas españolas- sabe ser cercano y amigable sin perder en ningún momento la perspectiva de que es el decano de Derecho y está ante un desconocido armado con una grabadora. Tiene ese tesoro tan preciado como inencontrable: personalidad y desparpajo en el discurso. Alfonso Castro habla de forma profesoral, cantarina, con un soniquete de examen oral, arrastrando las vocales finales para pensar bien la siguiente palabra. Durante la entrevista deja entrever la amplitud de sus intereses culturales y su intención de que la Facultad de Derecho vuelva a ser percibida como uno de los núcleos más activos de la sociedad sevillana. Promete. Habrá que seguirle la pista de cerca.

-Usted fue discípulo de José Luis Murga, uno de los grandes romanistas españoles del siglo XX. ¿Buenos recuerdos?

-José Luis Murga era un docente magnético, extraordinariamente volcado en la enseñanza y un precursor de los métodos de evaluación continua que hacía exámenes todas las semanas. También era un investigador fuera de serie que inundaba literalmente sus clases con los grandes debates de la disciplina y los hacía comprensibles a los alumnos, una persona que trasladaba la Academia al aula. Algunos de los mejores romanistas que hay en España se formaron con él... Era un profesor que te hacía sentir que la universidad es un mundo conectado con lo más hondo de la cultura y la sabiduría. Gracias a él visualicé desde un principio la posibilidad de dedicarme al Derecho Romano, porque en esta disciplina se satisfacían todas mis vocaciones: el Derecho, la Historia y la Literatura, ya que para conocer a fondo esta disciplina hay que conocer bien a los poetas, a los oradores y a los historiadores romanos.

-¿Qué le enseñó Murga como persona?

-Era una persona poco dada a teledirigir a sus discípulos; prefería conseguir que fluyese la verdadera personalidad del alumno a imponer la suya. Aprendí el valor de la libertad, porque con José Luis Murga no se daban esos residuos de feudalismo que aún persisten, aunque antes más que ahora, en la universidad. No tenía ningún problema en dialogar con los alumnos y escucharlos para aprender, un ejemplo que me ha sido muy útil en mi vida académica. No era ni un sultán ni un sátrapa, era un auténtico maestro. También aprendí que el talento sin trabajo, sin voluntad, sin esfuerzo y sin una cierta disciplina espiritual no da ningún fruto... Estaba siempre trabajando.

-¿Y algo en lo que no haya seguido su ejemplo?

-José Luis Murga sabía muy poco de las bajezas de este oficio, no entraba en esas cosas, no las entendía. Había en él algo de santo. Sin embargo, yo me di cuenta de que hay que combatir estas bajezas, enfrentarse a ellas si quieres hacer equipo y ayudar a otras personas. Comprendí que no sólo hay que ser, como dicen los italianos, un uomo di sapere, sino también un uomo di potere. Eso es lo que explica que, siendo mi vocación el estudio y la docencia, haya terminado de decano de Derecho.

-Hay que pringarse…

-Exacto, pringarse desde la honestidad, desde la dignidad, con tus valores y tus principios.

-Los poderes económicos y políticos parecen dispuestos a convertir a la universidad en una especie de instituto de formación profesional avanzado. ¿Pone esto en riesgo asignaturas como el Derecho Romano?

-Personalmente, yo jamás me he sentido amenazado. Quizás porque la Facultad de Derecho y la Universidad de Sevilla son antiguas y nuestro entorno es culto y, por lo tanto, no hace de la novedad su tarjeta de visita. No hay ningún jurista serio que cuestione la importancia, incluso la trascendencia, del Derecho Romano. Eso sí, existe algún riesgo en otras facultades de Derecho con menor peso histórico y un menor número de juristas de calado.

-Haga una defensa apasionada de su disciplina. ¿Por qué es tan necesaria?

-Igual que sin el latín no se entienden idiomas como el español, el francés o el italiano, sin esta disciplina es imposible entender el derecho europeo. Considere que el Derecho Romano que nosotros conocemos es, fundamentalmente, una recopilación del siglo VI. Es decir, que sobrevivió a la caída de Roma en el año 476 para convertirse en el derecho común de Europa junto a un hermano menor que fue adquiriendo pujanza: el derecho canónico, el de la Iglesia. Ambos conformaron el ius commune europeo. Esta situación se mantuvo inalterable hasta el siglo XIX y la codificación impulsada por la mentalidad ilustrada. Podemos decir que el Derecho Romano fue el derecho del presente de Europa hasta la promulgación del Código Civil alemán, el BGB, en 1900. No es ningún lugar común, por tanto, afirmar que no hay mejor introducción al derecho privado que el Derecho Romano. Tenga en cuenta que nuestras instituciones de derecho civil son parecidísimas a las de Roma y hay muchísimos artículos de nuestro código que están literalmente extraídos de los responsas de juristas romanos.

-¿Responsas?

-Sí. Hay que tener en cuenta que el romano es un derecho de juristas, no de legisladores ni de políticos, ni siquiera de emperadores. Lo que da armonía y sentido a este derecho es que fue creado por intelectuales que consagraban lo mejor de sus esfuerzos a la explicación y el estudio del mismo. El arte del jurista romano se centraba fundamentalmente en la respuesta a la consulta del cliente, el responsa. Si el filósofo es la figura representativa de la civilización griega y el técnico la del mundo actual, la de Roma es, sin duda, el jurista.

-¿Estos juristas vendrían a ser como nuestros abogados?

-No. El abogado en Roma era un hombre que podía no tener demasiados conocimientos jurídicos, algo que también ocurre en la actualidad, aunque ahora les obligan por lo menos a graduarse... Sin embargo, el jurista era un intelectual con autoritas que no solía cobrar en dinero, pero sí aprovechar esta labor para tejer redes clientelares que le pudiesen servir en su carrera política u otros intereses.

-Ha mencionado antes el BGB alemán, pero si hay un código civil histórico popular es el napoleónico.

-Aunque no fue el primer código civil, el napoleónico sí fue el primero realmente influyente. Se promulgó en 1804 y está repleto hasta los tuétanos de Derecho Romano. Fue un texto que tuvo una gran influencia tanto en Europa como en América. Lo importante es que si uno lee tanto el código napoleónico como el BGB alemán observa que muchos de esos artículos que aparentemente son reglas abstractas fueron antes que nada una respuesta de un jurista romano para un problema concreto.

-Actualmente, estamos en un proceso de construcción europea que, con sus altibajos y dudas, tiene una dimensión jurídica importante. En este proceso en general es inevitable que se produzca un choque entre las dos grandes tradiciones europeas: la romana y la germánica. En el caso del Derecho, ¿cuál de las dos se está imponiendo?

-En Derecho ambas tradiciones son perfectamente compatibles, porque, aunque es verdad que hay una colisión de mentalidades, el Derecho Romano fue recibido por las élites alemanas en la Edad Media y prácticamente barrió el derecho consuetudinario, oral y tradicional germánico. De hecho, los creadores de la investigación moderna del Derecho Romano son los grandes juristas alemanes del siglo XIX, como Von Savigny. Lo que sí hay es un encuentro, que a veces deriva en choque, con la tradición jurídica anglosajona, que tiene una impregnación del Derecho Romano menor, aunque no inexistente.

-¿Y por qué se produce este choque?

-El derecho continental se basa fundamentalmente en el imperio de la ley y, por tanto, la fuente fundamental es la legislativa. Sin embargo, en la tradición judicial anglosajona la piedra angular es la decisión judicial, la voz de los jueces.

-Poco a poco se van colando en nuestro sistema algunos elementos del derecho anglosajón. Por ejemplo, el jurado.

-Sí y no. Es verdad que en el derecho anglosajón el jurado es una institución indiscutible e incuestionable, pero éste también tiene precedentes en la tradición continental. En el procedimiento clásico del Derecho Romano, los jueces no eran profesionales, sino ciudadanos, y por lo tanto equivaldrían a lo que ahora denominamos un jurado. En el medievo también hubo experiencias de jurado. Lo que ocurre es que nuestro derecho procesal contemporáneo ha obviado bastante esta institución que ahora se recupera.

-¿Dónde se nota más, pues, la penetración del derecho anglosajón?

-En ámbitos como el transporte, el naval, el mercantil... Todos están muy vinculados a la pujanza económica de potencias hegemónicas como EEUU. Sin embargo, en otros ámbitos del derecho, como el de familia o el sucesorio, esta penetración es inexistente. Es más, el testamento, que es una de las grandes creaciones del Derecho Romano, se ha extendido por territorios donde nunca puso un pie un romano.

-Ha mencionado el derecho de familia. En su día, cuando Zapatero impulsó la ley del matrimonio homosexual se escucharon algunos comentarios que apuntaban a que ese texto acababa con toda una tradición del Derecho Romano.

-Para criticar esa ley se utilizaron una serie de argumentos, como el etimológico o el histórico, que en sí mismos no eran válidos. Que el matrimonio romano era entre personas de sexo distinto es una obviedad, porque estaba pensado fundamentalmente para dar seguridad a los hijos procreados de forma natural, que en las sociedades antiguas eran los que garantizan la supervivencia de la comunidad. Según este argumento, curiosamente usado por muchas personas sin ninguna formación jurídica, también la supresión de la esclavitud va en contra del Derecho Romano. La tradición jurídica puede servir para iluminarnos, pero también para saber de qué normas hay que separarse. Yo estoy totalmente de acuerdo con esta ley de Zapatero.

-¿Por qué no señala algún acto cotidiano en el que el Derecho Romano está presente a diario en nuestras vidas?

-La compraventa. Compramos y vendemos prácticamente igual que lo hacían los romanos en el siglo I y II. Jurídicamente la estructura es la misma: un contrato consensual que se perfecciona con el consentimiento y que establece una relación igualitaria con obligaciones y derechos para ambas partes. Esto es una creación de los romanos del siglo III a. C., algo totalmente revolucionario, porque en las épocas anteriores lo único que existía era el trueque, la permuta. Cuando uno va a un supermercado y compra una botella de vino lo hace de la misma manera que cuando un romano adquiría una vasija con un caldo de la bética.

-¿Existe una buena cantera en el romanismo español?

-Cada vez es más complicado encontrar vocaciones de romanista debido a la pérdida de peso de los estudios clásicos en la educación secundaria, lo cual es toda una debacle en términos culturales. La gente no se da cuenta de que es imposible que un país lidere los avances tecnológicos si al mismo tiempo no está a la cabeza en los estudios de letras. No hay que olvidar que la envidiada Alemania es líder desde hace siglos en humanidades, que son el humus sobre el que crecen las otras disciplinas. Hay que defender el cultivo de lo inútil, de las letras y de las artes, porque es lo que da contenido espiritual a todo lo demás.

-Usted ha dedicado muchas horas a investigar a Cicerón, uno de los grandes nombres de la antigüedad. ¿Por qué esta figura?

-La primera razón es porque Cicerón es una fuente insustituible para conocer el Derecho Romano, un abogado que trabajó mucho y escribió todos los días en el ámbito de lo jurídico, por lo que sus obras están tatuadas de derecho. En segundo lugar, por el placer de su lectura, que ya había frecuentado cuando lo traducía en bachillerato y en la que profundicé durante la carrera. Y, en tercer y último lugar, porque Cicerón es un personaje histórico de referencia para conocer la época, el contexto de la Roma más emblemática, que es la del siglo I a. C.

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