MI RINCÓN FAVORITO: UNAI EMERY. ENTRENADOR DE FÚTBOL

"Andalucía es abierta y dinámica, pero desde fuera parece encerrada"

Es nieto, hijo y hermano de futbolistas. Su abuelo, pajarito Emery, fue un mítico portero del Real Unión de Irún. Su padre, Juan, jugó en el Real Unión, además de en dos equipos andaluces: en el Jaén y en el Granada en su etapa en Primera División. Unai Emery, flamante nuevo entrenador del Valencia, ha sido el entrenador de moda la pasada temporada en España. Es vasco de nacimiento, pero andaluz por matrimonio y residencia. Luisa, su mujer, es de Benalmádena (Málaga) y la conoció en Madrid, cuando militaba en el modesto Toledo. Ha sido vecino de Almería y timonel del conjunto rojiblanco durante dos años de éxitos: ascenso a Primera y octavo en la Liga. Ahora ya es famoso: está a punto de publicarse el primer libro sobre su figura, de los periodistas de Almería Txabi Ferrero y Joaquín Amérigo.

Desde que cambió el Cantábrico de su Hondarribia natal por el Mediterráneo ha demostrado sentirse como pez en el agua. Le gusta el mar, y las playas de Mónsul, los Genoveses o el Cabo de Gata le han servido para conocer los mejores rincones de la provincia que lo acogió con los brazos abiertos. Jugador discreto, lleva camino de convertirse en entrenador excepcional. Se formó en las categorías inferiores de la Real Sociedad. Destacaba técnicamente, pero no en el aspecto físico: en el club donostiarra decidieron suministrarle proteínas para acelerar su crecimiento. Debutó en Primera en la temporada 1995-96, pero lo descartaron y empezó un peregrinaje por equipos de modestos como el Toledo, Ferrol, Leganés y el Lorca. Una lesión de rodilla le permitió acceder al banquillo del Lorca en 2004, al suceder al entonces técnico del cuadro lorquino, Yagüe, porque tenía el título de entrenador nacional cuando aún era jugador.

lejado del ruido mediático, en Lorca empezó a fraguar su fama de hombre milagro. Allí, con muy pocos recursos, tomó las riendas de un equipo inmerso en la Segunda B, lo subió a Segunda A y al año siguiente estuvo a punto de ponerlo en Primera. Alfonso García apuntó su matrícula y lo puso al frente de un Almería que pretendía llevar a la elite. Lo suyo ha sido llegar y acabar con una pertinaz sequía de 28 años. Metódico y meticuloso hasta el extremo, sus equipos están cortados por un claro rigor táctico, circunstancia que ha llevado a compararlo con Rafa Benítez ahora que el Valencia se ha fijado en él. Ha rescatado la pizarra del rincón más oculto del vestuario.

Confiesa que le gusta leer a Valdano, aunque no tanto a Lillo. Uno de sus hermanos es periodista y tal vez por eso sepa capear con mano izquierda los temporales informativos. En todo caso, también conoce la importancia de saber venderse, de caer bien. Como tiene 37 años, sus gustos musicales son los de los jóvenes de los 80; se decanta por grupos como Duncan Dhu, guipuzcoanos, de su tierra. Entre sus aficiones de ex futbolista figura el pádel. La pista que tenía en su urbanización le despertó el gusanillo por ese deporte, que suele practicar siempre que tiene un hueco libre. El tiempo que le queda entre entrenamientos y desplazamientos se lo dedica al pequeño Lander, de cinco años. El adjetivo que mejor casa con su carácter es el de ambicioso. Quien lo conoce bien piensa que en dosis elevadas.

Se acaba de cumplir el primer aniversario del ya mítico ascenso con la Unión Deportiva Almería. Hace un año que fue vitoreado por las calles de la ciudad. Entonces fue el héroe que obró el milagro. Ahora su marcha no le convierte en villano, aunque la gente duda si el Almería puede seguir creciendo. Una tarea para su viejo compañero en el Toledo, Alberto Benito, actual director deportivo del equipo rojiblanco y anterior del Cádiz. Emery se va a Valencia con una idea de Andalucía distinta a la que trajo: “Desde fuera parece una sociedad encerrada en sí misma y en Almería he descubierto que es muy dinámica y abierta al exterior”. Abierta como sus paisajes favoritos. Como el Cabo de Gata.

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