Betis-Espanyol | La contracrónica

La Copa y una tímida sonrisilla

  • El bético disfruta con la remontada de su equipo ante el Espanyol, y se ilusiona con la final en casa

  • El gol de Sergio León, ¿su último servicio?’

Los jugadores béticos arropan a Sergio León tras su gol.

Los jugadores béticos arropan a Sergio León tras su gol. / Antonio Pizarro

El bético se ilusiona con esta Copa del Rey. La elección del Benito Villamarín como sede de la final del próximo 25 de mayo saca a relucir algo parecido a un gusanillo en el estómago del aficionado, que se imagina levantando el título en su casa, en su barrio, en su estadio. En Heliópolis se enciende una sonrisilla cómplice al hablar de esta posibilidad, aunque esa ilusión por conquistar su Copa no está reñida con la realidad: todavía falta mucho tiempo para una hipotética final y, además, superar el envite previo de semifinales.

Pero el bético cree y confía en su equipo, que ante el Espanyol dio una muestra de superación para voltear una eliminatoria que durante muchísimos minutos estuvo en contra. La puesta en escena de los de Quique Setién no fue la más apropiada y, prácticamente durante una hora de partido, se vieron desbordados por los blanquiazules, que se adelantaron por medio de Baptistao en la primera parte en una acción a balón parado. Un gol que el brasileño, ex jugador heliopolitano, pudo convertir antes si su remate no hubiera se encontrado con el larguero.

Con el cambio de sistema, y la entrada de Joaquín por un lesionado William Carvalho, y de Sergio León, Setién revolucionó al equipo, que entonces, por detrás en el marcador, sí fue a por la igualada en una eliminatoria que estaba cuesta arriba, y que con un gol quedaba equilibrada después del resultado de la ida. Y ambos demostraron que querían hacer el discurso del brindis. Primero, el cordobés tuvo una clara ocasión tras una buena jugada que Roberto sacó con los pies. El portuense, unos minutos después, combinaba con Lo Celso para que el argentino entrara en el área y, con su zurda, lograra batir al portero.

El gol despertó a la afición, que volvió a creer en su equipo. Cuando la grada y los que están en el césped conectan, todo es mucho más fácil y la cara competitiva que mostraron los locales durante este periodo de tiempo es la que el aficionado desea ver cada semana de los suyos. Con esta simbiosis, el segundo gol ya era cuestión de tiempo. Para que éste llegara hubo que esperar más allá de los 90 minutos reglamentarios. Para entonces, el Espanyol, desfondado y con uno menos por la expulsión de Marc Roca antes del final del tiempo reglamentario, era un caramelito que no se podía rechazar.

Y Sergio León quiso reivindicarse. Su gol quizás fue su último servicio como verdiblanco antes de su presumible salida a Vigo, pero el beso al escudo, y la rabia de su celebración, valen mucho para el aficionado, que no entiende por qué no tuvo más minutos. Mandi, apenas unos instantes después, firmó el tercero tras un córner. Todavía quedaban 20 minutos por delante de la prórroga, el bético sólo pudo disfrutar e imaginarse, por qué no, levantando la Copa en casa.

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