Betis-Milan | Contracrónica

Setién se ata las botas de agua

  • Las polémicas declaraciones del entrenador enturbian la previa del partido ante el Milan

  • Sus disculpas sirvieron de poco, la afición lo recibió con pitos

Canales se marcha de su par con un regate hacia la derecha.

Canales se marcha de su par con un regate hacia la derecha. / Antonio Pizarro

Habituales con la lluvia, los charcos son un motivo de diversión para los más pequeños de la casa. ¿Quién no ha disfrutado saltando sobre uno de ellos para poner a prueba sus nuevas botas de agua de color amarillo o azul? Todos, o la gran mayoría de pequeños, hemos cruzado por esa línea. El problema viene cuando pasas del agua a las palabras. Del sentido acuático, al metafórico. Sea cual sea, el protagonista siempre acaba mojado.

En esta ocasión, el que acabó bien empapado fue Quique Setién. Unas polémicas declaraciones sobre Bartra lo pusieron en la diana. Y cuando el entrenador del Betis tuvo la oportunidad de rectificar, metió más si cabe el pie en un agua que parecían más arenas movedizas. Claro, el ambiente se crispó a través de las redes sociales y el técnico, a través de su cuenta de Twitter, tuvo que pedir disculpas por sus palabras. Setién se había metido en un charco importante, peligroso, aunque intentó calmar las aguas.

No lo vio así una afición dolida por las palabras de su técnico. Primero fue un único bético el que increpó al técnico a la salida del equipo al césped. Lo que le dijo provocó que el cántabro se girara incluso a pedirle disculpas. Como quien tiende la mano. Quizás ese aficionado lo perdonó, pero el público, soberano, lo recibió con pitos cuando por megafonía se anunció su nombre. Otros, algunos menos que los que hacían música de viento, lo recibieron con aplausos.

Pese a la división de opiniones, nadie puede negar que Setién muere con su idea. A veces sale cara, a veces sale cruz, pero es una persona fiel a sus principios. Y los más de 700 pases que dio su equipo es una buena muestra de esta filosofía. Fruto de ella, antes del cuarto de hora de partido el Betis ya estaba por delante en el marcador. La jugada es una obra de arte cincelada con el balón en la que la mayoría de jugadores de ataque del equipo verdiblanco intervienen y que Lo Celso, otra vez, culminaba con un buen remate que, como ocurrió en Italia, batía a Pepe Reina.

Con este ambiente ligeramente hostil, el gesto de rabia de Setién tras el gol era de esperar. Como ella, también la reacción de Eder Sarabia, su segundo, con el que se fundió en un fuerte abrazo. Con el Betis por delante y con prácticamente un pie en la siguiente ronda, el charco parecía ahora menos profundo que al principio.

Y pudo haber sido así si el equipo hubiera sentenciado. Si Sanabria hubiera estado acertado en su remate, o, al menos, hubiera rematado cuando convenía. Nadie duda de la calidad del paraguayo, aunque su desidia o apatía lo penaliza para una afición que quiere ver siempre a los suyos enchufados. Los béticos no sentenciaron ante un Milan perdido y lo terminaron pagando con un gol en contra que significó el empate y que la clasificación para la siguiente ronda de la Europa League esté un poco más complicada, entre comillas porque los de Setién continúan líderes del grupo, invictos, y dependen de sí mismo.

Lo que sí debe preocupar es ver cómo evoluciona la relación entre la grada y el técnico. Ya demostró el preparador saber atarse las botas de agua para saltar en los charcos. Mientras que al bético, como dice Rayden, sólo le queda aprender a bailar bajo la lluvia.

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