Desde mi córner

Gozo bético por el camino más espinoso

  • El partido nunca debió llegar a la ruleta rusa de los penaltis, pero bien está lo que bien acaba

Sueño cumplido después de diecisiete años de sinsabores. El Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié, lograba llevar plata a sus vitrinas. Y fiel a su idiosincrasia no fue un camino de rosas que ese título sea para el Betis. Llevando siempre la iniciativa, el equipo bético se tropezó con la falta de puntería para jugárselo todo como en aquella primera Copa del Rey, siendo un chaval bético de cuna, Juan Miranda, el que dio el golpe definitivo.

Todo comienza a pedir de boca, con el Valencia persiguiendo sombras y los de Pellegrini llevándolo de costero a costero para que en una incursión de Bellerín la remate con un centro perfecto que Borja manda a la red de cabezazo inapelable, pero el partido se va encabronando ante la permisividad del colegiado. Sobre todo por la forma en que deja impunes cuantas entradas sufre Fekir, que aparece como la pieza a cazar preferentemente. Eso hace que el Valencia vaya mirando de frente al Betis, que, además, goza de una ocasión muy clara que desperdicia Juanmi.

Y en ese cambio de golpes se produce una desaplicación defensiva que el Valencia aprovecha mediante mano a mano de Duro con Bravo, con lo que al intermedio se llega con tablas. En fútbol no basta con jugar mejor, sino que hay asuntos tan imprescindibles como el de replegar con presteza cuando se pierde la pelota. Claro que lo principal es acertar en el marco rival, algo que se echará en falta en la continuación, donde se produce un recital de ocasiones tiradas al basura, especialmente por Fekir.

Y así el panorama y con Guillamón en el campo por regalo arbitral, Pellegrini prescinde de Fekir y Canales, yéndose a esa ruleta rusa de los penaltis. No era justo por juego y ocasiones que el Betis se jugara esta anhelada Copa a expensas de la suerte. Pero como aquella calurosa noche de penaltis interminable, los once metros le dieron al Betis lo que tenía archimerecido a través de lo que dura reglamentariamente un partido de fútbol.

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