Espanyol-Real Betis · la crónica

¡Petros por Rubén! (2-1)

  • El Betis deja escapar un partido que se le había puesto a favor tras un penalti transformado por el canario.

  • El técnico tira del manual más conservador y Reyes lo castiga con crueldad.

Minuto 80 del partido en el estadio de Cornellà-El Prat, el Betis apenas ha tenido tiempo para celebrar su gol a través de un penalti ejecutado con bastante acierto por Rubén Castro y su entrenador, Víctor Sánchez del Amo, toma la decisión de sacar del campo al canario para introducir en el mismo a Petros. Lógicamente, el máximo goleador de este equipo tan despersonalizado como es el actual Betis se va jurando en arameo, aunque sin hacer aspavientos que puedan convertirse en una falta de respeto hacia el compañero que ingresa en el terreno de juego. Es tan fácil como que no lo entiende por la inoportunidad del momento. Hasta ahí todo podría ser normal, un futbolista que se enfada cuando es reemplazado y hay quienes piensan que hasta es bueno rebelarse. Lo peor, sin embargo, acontece en los 13 minutos posteriores. Si hasta entonces no había pasado absolutamente nada en el juego, desde ese instante la sensación de cobardía se apodera de toda la escuadra forastera. Y el castigo no puede ser más cruento hacia ella, dos goles, el segundo del ex sevillista Reyes, un futbolista que despierta fobias extremas en las filas heliopolitanas.

Ése fue el resultado de la decisión tomada por Víctor Sánchez del Amo y el castigo es de esos que dejan marcada la carrera de un entrenador en un club. Es verdad que Rubén Castro no estaba haciendo un partido excelso, como ni un solo futbolista del Betis ni del Espanyol; es igualmente cierto que ponerse con ventaja en el electrónico cuando restan por jugarse 13 minutos puede ser una invitación a parapetarse atrás e impedir que Gerard Moreno y compañía puedan resucitar y llegar acercarse al menos hasta Adán... Son cosas que están escrita en los cuadernos de los entrenadores y que cuando conducen a un triunfo, pues nadie osa a discutirlas. Pero no, las consecuencias de esa decisión no fueron positivas para los forasteros y el efecto fue el contrario que el perseguido por su entrenador, es decir, el fallo fue estrepitoso y lo peor es la sensación de cobardía que deja en todos los que estaban tragándose el esperpento de partido que se estaba jugando en el coqueto Cornellà-El Prat.

¡Petros por Rubén Castro! Tanto Víctor Sánchez del Amo como la mayoría de los béticos se acordarán del día en el que se produjo esa sustitución en un Espanyol-Betis que había transcurrido sin que apenas sucediera nada sobre el césped, salvo que los dos equipos que se enfrentaban corrían y corrían camino de ninguna parte desde el minuto uno hasta el 77, que fue cuando González González estimó que existía un derribo de Javi Fuego en un intento de llegar al balón por parte de Sanabria dentro del área blanquiazul. Hasta entonces, el cuaderno de notas apenas contabilizaba cuatro apuntes, tres de ellos en disparos desde fuera del área o con más apariencia que trascendencia real. Sólo un cabezazo de Diego Reyes en una acción de estrategia mal defendida por los béticos merecía la consideración de ocasión medio clara de gol.

El resto era un verdadero canto al fútbol de mentira por parte de unos y otros. Ni siquiera el hecho de que se había arrancado con un juego prometedor impidió que la deriva hacia la nada fuera tan evidente. El Espanyol comenzó con fuerza, metiéndole velocidad a la circulación del balón y tratando de transportarlo de una banda a otra para sorprender al Betis. Pero ese comienzo de los hombres de Quique Sánchez Flores fue un espejismo y los verdiblancos no tardaron en sentirse cómodos a la hora de proteger la portería de Adán.

El Betis partía bajo el patrón de los cinco defensas, tres centrales y dos laterales avanzados, sobre todo a través de Durmisi; tres centrocampistas con movilidad; y dos puntas con la pareja integrada por Rubén Castro y Sanabria. Bueno, el sistema táctico elegido casi siempre por Víctor desde que llegara a suplir a Gustavo Poyet. La presión era bastante arriba de salida para pertrecharse atrás cuando el Espanyol la superaba en el centro del campo. Y el Betis, efectivamente, consiguió lo que perseguía, que no pasase nada de nada durante el juego. Era el enésimo partido plano, pues no se contabilizaban acciones reseñables ni en un área ni en la otra. ¿Que eso es lo que perseguía Víctor en su estrategia? Pues entonces un diez para el madrileño, ya que en el descanso lo había conseguido. González González pitó justo en el minuto 45 sin que hubiera pasado nada más allá de un tiro de Brasanac en el minuto 5 tras una llegada de Rubén Castro con pase atrás de Durmisi. Ojo, tampoco el Espanyol aportó algo, salvo un disparo de Víctor Sánchez desde fuera del área que no sorprendió a un atento Adán.

Todo siguió igual tras el paso por los vestuarios. El Betis se sentía seguro en su defensa, pero era incapaz de dar un paso más allá a la hora de desplegarse. El primer cambio, de verdad, llegaría con el ingreso en el campo de Joaquín por Durmisi, ya que Víctor ordenó que la defensa variara para hacer una línea de cuatro. Tosca pasaba al lateral izquierdo y el veterano capitán bético podía aportar pases en zonas más avanzadas. y en una de esas jugadas González González estimó que había penalti y Rubén Castro lo transformó con una seguridad tremenda, con un excelente disparo imposible para Diego López.

Los jugadores del Espanyol, con Reyes a la cabeza, protestan el penalti. Los jugadores del Espanyol, con Reyes a la cabeza, protestan el penalti.

Los jugadores del Espanyol, con Reyes a la cabeza, protestan el penalti. / EFE

Se podía romper la racha y darle dos alegrías consecutivas a la hinchada bética, la que estaba en Cornellà-El Prat y la que lo seguía todo desde los televisores. Bastaba con dejar correr el reloj durante no más de un cuarto de hora y seguir exactamente igual, es decir, que continuara todo tan plano como hasta ahí. Pero sorprendió la decisión de Víctor de sacar del campo a quien debía ser un peligro para el Espanyol con el 0-1, entró Petros y salió Rubén Castro y, casualidad o causalidad, llegó la igualada en una internada de Gerard Moreno pésimamente defendida por quienes estaban en el césped. Después Reyes incrementaría el castigo con un golazo ante la perplejidad de Rubén Castro, ya en el banquillo, y de todos los béticos. Las cosas de los entrenadores...

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