Valencia - Betis

Instalado en el bucle de un perdedor (2-1)

  • El Betis sale aún más golpeado de Mestalla después de controlar el juego durante muchas fases

  • El Valencia fue superior en las áreas y aprovechó tanto sus virtudes como la carencia de maldad verdiblanca

  • Siga aquí el minuto a minuto del Valencia-Betis

Edgar, Sidnei y Mandi se resignan mientras los jugadores del Valencia celebran el 1-0.

Edgar, Sidnei y Mandi se resignan mientras los jugadores del Valencia celebran el 1-0. / Kai Försterling / Efe

Otra jornada más y una oportunidad menos para un Betis que se puede quedar sin objetivo muy pronto, si no lo está ya, y mejor sería casi que así fuera, porque eso supondría que la zona de descenso está suficientemente lejos como para no provocar la inquietud. Y es así porque este equipo deja a los analistas casi sin explicaciones para la terquedad con la que se empeña en perder una y otra vez. Tocó en Mestalla como ocho días antes sucedía contra el Mallorca en casa, aunque esa vez sí tuviera el rédito de un punto, la escuadra de Rubi parece controlar, tiene todas las herramientas en la mano para disfrutar de una victoria y se empeña en dejarla escapar.

Es como si se tratara de un episodio en bucle, que sucede una y otra vez para desesperación de quienes profesan la fe radicada en el sevillanísimo barrio de Heliópolis. El Betis se maneja con solvencia, tiene la pelota, la toca, la saca desde atrás, crea ocasiones, no las concreta casi nunca, al menos como forastero, pero todo parece indicar que acabará haciéndolo y que así le pondrá el punto final a esa racha de seis partidos ligueros sin sumar los tres puntos de una sola tacada.

Pero no, todo se queda al final en la más cruel de las apariencias. El Betis, después de haber madurado el juego para ganar en un feudo de tanto prestigio como Mestalla, es golpeado con dureza por el adversario y casi se queda con cara de tonto cuando Parejo contabilizaba el segundo tanto para finiquitar aquello ya cerca del epílogo. Es verdaderamente increíble la forma en la que se repite la película un día sí y otro también para generar un verdadero manual de la impotencia.

Sí cabe apuntar con prontitud que uno de los orígenes de los males y de esta trayectoria tan decadente está en la carencia de maldad dentro de los elementos que defienden la camiseta verdiblanca dentro del campo de fútbol. Incluso admítase la reflexión de que también puede suceder lo mismo fuera de los límites del rectángulo de juego, desde el mismísimo entrenador, un Rubi cargado de bonhomía, hasta los dirigentes que manejan la nave sin ser capaces de meterle el bisturí en ninguna de las áreas que tienen que ver con el balompié profesional.

Eso, sin embargo, es harina de otro costal y pertenece a un análisis de las trayectorias, de los proyectos, y no de este Valencia-Betis que ahora debe acaparar el relato. Rubi trató de parecerse lo máximo posible al dispositivo que lo relanzó en su día, precisamente con el Valencia en el otro rincón. Édgar ingresaba de nuevo en el equipo titular para ejercer esa función tan específica que conduce a que los suyos jueguen con tres centrales o con un medio centro defensivo bastante específico dependiendo de las fases de juego.

Además del gigante catalán, también retornaba Sidnei detrás por la sanción a Bartra y más arriba era Borja Iglesias quien esta vez ejercía de delantero centro. Hasta ahí, los cambios de piezas, decisiones que dejaban en mal lugar a quienes vaticinaban una revolución para darle un volantazo a la situación. En absoluto fue así en cuanto a nombres, pero sí se trataba de una filosofía del juego diferente para que el Betis fuera mucho más coherente en el equilibrio entre el ataque y la defensa.

Los verdiblancos iban a aprovechar, además, en el juego, no en el resultado, la descomposición de un Valencia que atraviesa una fase de indefinición aún mayor y que aparentaba estar muerto en combate. Los visitantes recuperaban la pelota con tremenda facilidad y aprovechaban el agujero del centro del campo de la escuadra entrenada por Celades para acercarse en repetidas ocasiones a Cillessen con cierto peligro.

El primero que avisaba, quién si no, era Fekir después de un robo dentro del área valencianista a Parejo; después le llegó el turno a Joaquín en una falta lateral cerrada; y, posteriormente, sería Borja Iglesias quien fallaría de una forma lastimosa al dejar muerto un gran centro del propio Fekir cuando cualquier remate hubiera supuesto el cero a uno. Pero el gallego lo que hizo fue amortiguar el esférico en lugar de golpearlo.

Más tarde, y antes del intermedio, se produciría el enésimo episodio del VAR, que no estimó como punible un agarrón de Wass a Borja Iglesias dentro del área. Aunque sería injusto esta vez asirse a esta decisión del juez, el Betis siguió controlando la situación y hasta comenzó mucho mejor que el rival después del periodo de descanso.

Tanto que Fekir mandó un excelente disparo al travesaño en la mejor jugada del Betis y del partido no más reanudarse el encuentro. Otra apariencia más, porque Celades sí hizo un retoque para equilibrar definitivamente el juego. Metió a Carlos Soler por el centro para tener un peón más junto a Parejo y Kondogbia, colocó a Guedes por la banda izquierda y dejó a Gameiro en solitario arriba. Ya nada sería lo mismo, pues el control del Betis dejó de ser absoluto y los sustos para ambos guardametas comenzarían a equilibrarse.

Hasta que la calidad de Gameiro decantó la balanza con un excelente disparo que pilló a la zaga bética fuera de sitio y con Sidnei dejándole metros al francés para su disparo. El Betis acusó el golpe, lo intentó, pero ya no tuvo tanta clarividencia arriba ante un Valencia que, dentro de sus carencias, se sentía cómodo atrás y saliendo a las contras. De esa manera pudo golpear y dejó prácticamente finiquitado el pleito en una llegada de Parejo.

Al Betis sólo le quedó el orgullo cuando ya la mayoría de sus jugadores jugaban con la mirada perdida. Aparentemente había sido mejor que el Valencia, pero los tres puntos se adicionaban en el casillero del cuadro local y el Betis ya lleva seis jornadas sin saborear un triunfo. Sí, controla, juega bonito, pero el fútbol es cruel con una entidad que tal vez necesita esa maldad que le daba algún elemento crucial en su transitar por el siglo XXI.. 

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