real betis-villarreal · la crónica

El Betis de Víctor es ya un tormento (0-1)

  • El equipo verdiblanco cae también ante un Villarreal cuajado de suplentes y se empeña en sufrir y hacer sufrir a su gente.

  • El técnico sigue sin dar con la tecla para la reacción y su crédito se va agotando.

Parecía imposible, pero lo es. El Betis de Víctor Sánchez del Amo es peor aún que el que perpetró Gustavo Poyet. A diferencia del que trató de manejar el uruguayo, sale con más orden y suelen jugar los mejores, con Dani Ceballos al mando. Pero su cosecha es aún más pobre. Un Villarreal que salió con un ojo puesto en el cuidado prado del Villamarín y otro en la cita del viernes en El Madrigal, ante Athletic Club, venció por pura inercia. Y con sólo ocho jornadas por delante, la zozobra y el enfado del graderío heliopolitano abren hueco al miedo. No es capaz su Betis de finiquitar la salvación. A ver qué hace hoy el Sporting de Gijón ante el Málaga en El Molinón, porque si ganan los rojiblancos y se sitúan a seis puntos de los heliopolitanos, con esa visita a El Molinón fijada para el epílogo del campeonato, al bético se le van a despertar unos conocidos fantasmas.

Al Betis de Víctor Sánchez del Amo se lo ve venir desde el saque inicial. No puede ser más previsible. Su organización –organizado está– es sólo bienintencionada. Resulta hueca. Inocua. En la primera parte disfrutó de una sola ocasión. Corría el minuto 8. Y porque la regaló el central izquierdo del Villarreal, Víctor Ruiz, al fallar en un despeje de un balón colgado desde la derecha. La pelota le cayó de forma inopinada a Sanabria, pero más rápido de reacción anduvo su marcador, Musacchio, que de ejecución el delantero paraguayo, y todo acabó en lo que acaba el 99% de lo que trata de gestar este Betis. En la anécdota. En la nada.

Desde ese minuto 8 hasta el descanso, un quiero y no puedo. Porque querer, quiso. Y eso es casi la peor noticia: falta aptitud, con la letra pe de petardo. Para eso va la temporada bética, para petardo otro año más.

Ni un reproche a la voluntad de Dani Ceballos y Brasanac para ir a apretar la salida desde atrás y en corto de la zaga amarilla. Tampoco al empeño de los laterales, Piccini y Durmisi, por jugar a la altura de los medios y proyectarse en ataque. O al propósito de Sanabria de trotar a campo abierto para arrastrar a sus pares y crear pasillos para Rubén o el que llegue desde la segunda línea. Todo es, ya digo, muy bienintencionado. Pero de ahí a que el enemigo padezca...

En los partidos del Betis se desgranan escasas jugadas de enjundia por parte y parte. Es como esas partidas de ajedrez en la que los grandes maestros se dan la mano y firman las tablas tras escasos movimientos de piezas.

Ocurre, no obstante, que en esos partidos de riendas bien asidas, el que tiene más calidad suele salir airoso. Y el Villarreal, casi sin quererlo, por el propio peso específico de los litigantes, acabó la primera parte con el juego volcado hacia el área de Adán. Es lo que tiene la ligereza del fútbol bético.

Las dos mejores ocasiones de la primera parte fueron para los amarillos. Un pase de Roberto Soriano a la espalda de Bruno que deja a Sansone solo ante Adán, al que responde éste con una rápida salida (14’) y un cabezazo picado de Adrián, al rechace de un saque de esquina, que se marchó fuera.

Pero al retorno de las duchas, el Villarreal no perdonó. En su primera acometida, el lateral izquierdo José Ángel aprovechó la rigidez de movimientos de Bruno y la blandura de Pezzella para caracolear dos veces hasta sacar un envenenado centro, del palo izquierdo al derecho, al que no pudo llegar Adán. Adrián voleó a placer (47’).

Durmisi depeja ante Samu Castillejo. Durmisi depeja ante Samu Castillejo.

Durmisi depeja ante Samu Castillejo. / Antonio Pizarro

El Benito Villamarín, que se barruntó otra noche de lobos en el intermedio, vio pronto confirmados sus temores. Y no pocos aficionados estallaron de indignación. Son demasiados ya los partidos jugando a nada. Con un fútbol plano, sin la mínima capacidad para empatizar con el seguidor y seducirlo. Con lo poco que le hace falta al bético para que su Betis lo engatuse y se lo lleve al huerto...

Víctor, en pleno chaparrón de silbidos y gritos destemplados, sorprendió ya con su primer cambio: Joaquín por Piccini. El portuense, que esta campaña viene actuando en un terreno más acotado y amable con sus castigadas piernas, trató de reencontrarse en ese carril donde tanto fútbol de quilates brindó al bético. Vana búsqueda.

El Villarreal, con el gol, empezó a tocar con más confianza. Y este equipo tiene la triangulación y el juego de apoyos en corto en sus genes. Más aún cuando ingresó en el terreno de juego su líder, Bruno Soriano (68’).

Víctor echó el resto a falta de un cuarto de hora. Álex Alegría por Brasanac y Donk por Tosca. El primero, en su rato, dio más sensación de peligro que Sanabria: a punto estuvo de cazar un tiro cruzado de Rubén Castro (82’) y conectó un buen cabezazo. El gigante holandés fue esta vez defensa, que no medio, y lo único que hizo fue salir en la foto del tiro de Bakambu a la cepa del poste (86’).

Perdonó el congoleño y a punto estuvo de pagarlo su equipo en los estertores: Dani Ceballos, el único punto de luz, buscó el segundo palo pero Víctor Ruiz desvió la pelota, que rebotó en el poste. Ni la suerte cree ya en Víctor.

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