Gira ciertamente intempestiva la que el Betis emprendía ayer rumbo al Nuevo Mundo. Con las heridas abiertas por lo de la noche anterior y sabiendo que la mayoría de iguales dan vacaciones a sus futbolistas, los verdiblancos se han ido allende los mares a jugar unos bolos que cualquiera sabe cómo van a suceder. Doctores tiene el club para esta medida, pero esos viajes tan largos no sé si es correr un riesgo innecesario.

Pero no he venido a disertar sobre esta aventura, sino por el milagro de estar en la sexta posición tras haber jugado más de doscientos cincuenta minutos en inferioridad numérica. Por contra, sólo jugó en superioridad numérica un tiempo contra el Elche y dos minutos frente al Sevilla en el derbi. Y curiosamente, esa vez en superioridad con el Sevilla fue contrarrestada de forma que fue el Betis el que jugó casi cincuenta minutos con un futbolista menos que el rival.

Sólo Víctor Ruiz ha escapado de la tarjeta roja en la nómina de centrales. Al menos, la última, la de Edgar antier noche en Valencia, fue a la hora de juego, pues las de Felipe Luiz en Vigo y la de Pezzella en Valladolid ocurrieron a mediados de la primera parte. Y coincide todo esto con otra curiosidad y es que un equipo que destaca por la falta de infracciones es el más castigado de la competición, ya sea por vía directa o por decisión de ese artilugio demoníaco llamado VAR.

Por todo esto incido en el carácter milagroso de que el Betis esté en zona europea y cuando queda el tramo fuerte de LaLiga pienso que en el Betis habrán de encomendarse a todo el santoral para que los muchachos de Luis Medina paren con su fiebre expulsadora. Es un clamor que el VAR está contribuyendo a un fútbol menos auténtico, sobre todo por cómo ampara las actuaciones de futbolistas que mueren tras un roce en la cara o un pisotón. A ver qué ocurre tras el parón.