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Un paréntesis de fiesta

  • Que un heptacampeón de Europa holle hoy Heliópolis es motivo de disfrute y orgullo para el bético

  • Repetir lo de San Siro, consigna para que los de Setién despejen su futuro europeo

Joaquín, en el centro con Canales detrás y Boudebouz a la derecha en la sesión de ayer.

Joaquín, en el centro con Canales detrás y Boudebouz a la derecha en la sesión de ayer. / Antonio Pizarro (Sevilla)

Lo verá Rafael Gordillo con un brillo especial en los ojos, sentado en el palco preso de la nostalgia. Como también López, Biosca, Cardeñosa o Bizcocho, seguramente desde la grada. O como el recordado Alabanda desde el cuarto anillo. En 41 años han pasado varios Betis bajo los puentes de Sevilla, pero los privilegiados miembros de ese equipo de campeones seguro que conservan vívido en sus memorias el recuerdo de aquel triunfo sobre el poderoso Milan de Gianni Rivera, el Bambino de Oro, que no jugó la ida en el Benito Villamarín (2-0) pero sí claudicó en la vuelta en San Siro (2-1).

Aquella gozosa eliminatoria de la Recopa 77-78 ante uno de los grandes, grandes del balompié europeo fue acaso el primer gran aldabonazo del Betis más allá de las fronteras españolas. Lo situó en el mapa continental. Y de paso, llenó de orgullo a una gente ya de por sí orgullosa de portar el escudo de las trece barras cosido al corazón.

Esta noche, volverán a palpitar las sensaciones a flor de piel de los protagonistas de la gesta sobre la hierba, también de quienes empujaron en aquella ida desde la grada, todos ellos ya canosos. El himno que oficia de afinado preludio va a sonar especial. Majestuoso. Los partidos de tronío le dan una pátina especial a todo, a la atmósfera, al color y al sonido. También acelera las pulsaciones de los nuevos protagonistas, los de la hierba y los de la grada.

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Y ahí, en ese punto, es donde se abre el paréntesis. Llega el Betis a la magna cita tras sumar un punto de los últimos doce por los que ha litigado en la Liga. Y eso debilita la moral más espartana. Pero la Liga se echa a un lado hasta el domingo en el Camp Nou, hoy toca Liga Europa y la visita del Milan es hasta oportuna en plena crisis: la presión en este torneo, con la clasificación muy encarrilada, aminora, y si el equipo de Quique Setién repite su disertación de hace dos semanas en San Siro, limpiará su cabeza de malos rollos antes de cerrar el paréntesis europeo y volver al campeonato liguero.

La fiesta está asegurada de salida por el mero hecho de que holle el prado heliopolitano un heptacampeón de Europa. Y eso va a liberar las mentes y piernas de los once que defiendan la zamarra rayada en verde y blanco.

A partir de ahí, Quique Setién va a seguir en sus trece. Va a reclamar el balón para desmadejar con él el embrollo que plantee Gennaro Gattuso. El volcánico entrenador italiano habrá tomado buena nota de cómo se las puede gastar el Betis si está cómodo en el tuya-mía y, seguramente, el tablero será más abigarrado que el de San Siro. Los rossoneri, no tan obligados a exponerse como ante su público hace dos semanas, se parapetarán y tratarán de encauzarlo todo por esos derroteros que gustan tanto en el Calcio: defensa a ultranza, portería a buen recaudo y contados pero certeros zarpazos.

No viajó Higuaín, su mediática punta de lanza, pero a cambio va a salir Cutrone, el autor del gol milanista de la ida y que a sus 20 años ya es una realidad en el fútbol italiano. Tampoco están en la medular con respecto a la ida titulares habituales como el argentino Biglia y Bonaventura, aunque retornan Kessie, baja hace dos semanas, y Calhanoglu, que será la pieza que enganche más con Cutrone si finalmente es titular. La vida ha cambiado mucho para el Milan desde que mordió el polvo ante el Betis con toda justicia. Ha ganado sus tres partidos de la Serie A y se planta en el Villamarín con la confianza que le confiere la cuarta plaza. Lo hará aún más peligroso, claro está, sus ansias de vendetta por lo de San Siro.

¿Y el Betis? El personal lo va a recibir con los brazos abiertos porque siempre lo hace y porque la noche es para festejarla. Pero Quique Setién se va a sentir examinado por el tribunal más severo que se pueda imaginar. Desde la configuración de la lista de convocados, con esas controvertidas ausencias de gente que fue muy principal en la clasificación europea del año pasado, hasta los movimientos de tablero en pleno fragor, a veces tardíos y fallidos, como ocurrió el domingo pasado ante el Celta.

Como la posesión es innegociable, todo pasa hoy por afilar esa iniciativa, como sucedió ante los gallegos el domingo, sin que se resienta la solidez defensiva, habitual precisamente hasta que Aspas y Maxi Gómez comparecieron. Equilibrio, en definitiva.

Antes del parón, queda la espinosa visita al Barcelona y Setién condicionará su once de hoy por ello. Por ejemplo, Guardado, al que se le hizo largo el partido ante el Celta en su retorno a la Liga, agradecería un descanso para ir al Camp Nou con más garantías. Y Barragán o Sanabria, que respondieron en San Siro, pueden volver al escenario. En él se abrirá un paréntesis festivo.

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