Está el Betis en Europa, pero tieso como una regla. Tieso como casi todos, que unos lo están más que otros, pero con la circunstancia preocupante de la exigencia que se le viene encima en un par de semanas. La agobiante situación económica que padece el fútbol se agrava con lo que se creó como un flotador con el que eludir el ahogamiento absoluto. Es lo del límite salarial, ese financiero que hace más pobres a los pobres.

Hasta aquí, una pandemia económica, un problema generalizado que conviene tener en cuenta a la hora de abrir tan tempranamente el fuego graneado al que tan habituado está el beticismo. Porque hay que ver la que se ha montado tras las dos derrotas consecutivas en esta pretemporada. Parecía que las prisas por sacar los cañones estaban aparcadas y que quizá haber entrado en Europa podía ser el motivo de que la artillería estuviera almacenada en al arsenal.

Pero no, todo ha sido perder ante dos ingleses de medio pelo para que se haya abierto el fuego. No hay excusa posible, el Betis se va a Segunda de manera irremediable y mejor quedarse en casa que participar en lo que debiera ser una temporada para la ilusión. Y ahora que las cosas han vuelto por donde solían cabe hacerse una pregunta ciertamente incómoda. ¿Habría el Betis enderezado la campaña pasada hasta conseguir volver a Europa con público en Heliópolis?

Lo siento, pero tengo mis dudas al respecto. Uno recuerda aquellos aquelarres en torno a Setién, aquel partido con el Getafe en que el equipo luchó contra el rival y contra parte de la grada y pone en cuarentena el éxito del curso con el Villamarín poblado. Llevamos sólo tres ensayos, medio equipo está fuera de cobertura y se ha formado la mundial en las redes, con un tiroteo del que cualquiera puede salir con los pies por delante. ¿Vivirá en paz algún día el Real Betis Balompié?