Avances

La nanotecnología se suma a las esperanzas contra el cáncer

  • El ínfimo tamaño de los dispositivos facilitará el transporte y la liberación de fármacos antitumorales, pudiendo alcanzar selectivamente su objetivo con menor toxicidad.

En un contexto de progresivos avances de las terapias dirigidas contra el cáncer, la nanotecnología ha dejado ver en el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO 2012), recién celebrado en Viena, su potencial terapéutico en tumores difíciles de tratar. Así quedó de manifiesto en un taller internacional para periodistas, en el que especialistas analizaron las ventajas y retos pendientes en ese ámbito, que deja vislumbrar esperanzas de lograr una mayor eficacia con menos efectos adversos.

Nadia Harbeck, oncóloga de la Universidad de Múnich, destacó las ventajas de la nanotecnología en el transporte y liberación del fármaco, que puede alcanzar su objetivo de modo más selectivo, en menos tiempo y superando las resistencias del tumor, lo que se traduce en menor toxicidad y mejor tolerabilidad. Como señaló Neil Desai, inventor de la primera técnica de nanotecnología basada en proteínas con aplicación en cáncer de mama y vicepresidente de Plataformas Estratégicas en la compañía organizadora del taller, Celgene, se trata de apuntar mejor al tumor y de recubrir el fármaco para que resulte menos extraño al organismo.

De hecho, añadió Harbeck, ya hay tratamientos contra el cáncer apoyados en sistemas de nanopartículas, como el bautizado como nab-paclitaxel, que permite un envío selectivo del fármaco en partículas tan pequeñas que, al contrario que la quimioterapia tradicional, apenas necesitan disolventes -los mayores causantes de efectos adversos- para colarse en los vasos sanguíneos y llegar a su objetivo. Esas nanopartículas del fármaco paclitaxel van encapsuladas en albúmina, una proteína que los tumores convierten en alimento para seguir creciendo y dividiéndose, pero en este caso llevan dentro una bala terapéutica para atacar al cáncer. Es como si el medicamento se disfrazara de nutriente para engañar al tumor y golpear en la diana. Otra nanoterapia es la llamada doxorrubicina liposomal pegilada con tecnología Stealth, en la que las nanomoléculas llevan el fármaco  dentro de una cápsula, lo que impide su detección por el sistema inmune y facilita su llegada al tumor para liberar la doxorrubicina. Su ínfimo tamaño hace que no atraviese los tejidos sanos -lo que reduce los efectos secundarios-, pero sí los tumorales a los que debe atacar.

La oncóloga alemana apuntó beneficios potenciales de esa estrategia como la reducción de la medicación previa, la mayor tolerabilidad -fundamental para pacientes mayores-, la mejor calidad de vida en tratamientos quimioterápicos, el menor riesgo de reacciones alérgicas, y la doble mejora en facilidad de uso y cumplimiento terapéutico.

En cánceres difíciles de tratar -hay investigaciones en marcha en páncreas, melanoma metastásico, pulmón, ovario- esas nanoterapias pueden conseguir mejores tasas de respuesta, ayudar a vencer resistencias farmacológicas y permitir el uso de medicamentos cuya toxicidad era antes inmanejable.

La capacidad multifuncional de los nanodispositivos les permitiría, al menos  teóricamente, llevar cargas terapéuticas para aumentar y focalizar la concentración de un antitumoral y, a la vez, calcular cuánto tarda en liberarse en el tumor. Eso abriría la puerta a administrar sucesivamente y a intervalos prefijados varios fármacos en el tumor o en otras áreas adonde pudiera extenderse.

Pero los retos siguen ahí. Como recalcó Furio Gramatica, experto en nanotecnología y jefe del Departamento de Tecnología Biomédica de la italiana Fundación Don Carlo Gnocchi, aún es difícil la transferencia de tecnología de investigación al desarrollo industrial, y falta un marco regulatorio específico.

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