Siete recomendaciones de los Podólogos de Andalucía ideales para reducir los riesgos del cambio al calzado de otoño
Si no hacemos una transición adecuada se puede producir desde una fascitis plantar hasta una tendinitis
¿Cuáles son las consultas más frecuentes en Podología?
Con la llegada del otoño también lo hace el zapato cerrado. Esto significa que llegan las dolencias en los pies porque en muchas ocasiones no se elige el calzado adecuado para ir a la oficina o pasar una tarde de compras con amigas. Desde el Colegio Profesional de Podólogos de Andalucía (COPOAN) se ha advertido sobre los riesgos que implican este cambio tanto en la forma de caminar como en la movilidad que tiene el pie, reduciéndola en comparación al usar chanclas o sandalias.
Esto puede derivar en diferentes molestias o lesiones en los pies si no se realiza de forma progresiva y con el calzado adecuado. “Durante el verano se usa calzado más plano, flexible o sin sujeción, lo que hace que la musculatura intrínseca del pie trabaje de forma distinta y el arco plantar soporte las cargas de manera menos uniforme. Cuando pasamos de golpe a un zapato cerrado y más rígido, los tejidos pueden resentirse”, explica Rosario Correa, presidenta del COPOAN.
Se debe hacer una transición progresiva hacia el calzado cerrado, permitiendo que el pie se adapte poco a poco y evitando así molestias o lesiones. De esta forma, los músculos y tejidos del pie recuperan de manera gradual su ritmo habitual de apoyo y movimiento, minimizando el riesgo de sobrecargas o rozaduras. Esta adaptación no solo ayuda a prevenir rozaduras o ampollas, sino que permite que los ligamentos, la fascia plantar y el tendón de Aquiles recuperen de forma gradual su tensión y elasticidad normales tras meses de menor sujeción y amortiguación.
Cuáles son las dolencias más comunes por el cambio de zapato en otoño
Entre las dolencias más frecuentes destacan la fascitis plantar que es una inflamación dolorosa de la planta del pie que aparece al modificar el tipo de apoyo, la tendinitis del tendón de Aquiles, las rozaduras o ampollas causadas por la fricción del nuevo calzado, o el dolor metatarsal, derivado de una distribución inadecuada del peso corporal. También pueden empeorar juanetes ya existentes o aparecer uñas encarnadas por el roce con zapatos más estrechos o puntiagudos.
A ello se suma el uso prolongado de sandalias o chanclas sin sujeción que pueden dejar el pie más seco, con la piel deshidratada y pequeñas durezas o deformidades. Si en otoño se introduce un calzado cerrado sin permitir que el pie se readapte, aumentan las posibilidades de molestias.
“Los pies soportan nuestro peso a diario, y cualquier alteración en su apoyo repercute no solo en el pie, sino también en rodillas, caderas o espalda. Cuidarlos, hidratarlos y usar el calzado correcto es una inversión en salud”, señala la presidenta.
Qué recomendaciones hacen los podólogos andaluces al introducir el calzado de otoño-invierno
- Realizar una adaptación progresiva. No pasar de golpe del calzado abierto al cerrado; alternar ambos durante unos días para que los tejidos del pie se acostumbren al nuevo tipo de sujeción.
- Usar calcetines finos y transpirables al comenzar a llevar zapatos cerrados, para evitar rozaduras y favorecer la ventilación.
- Mantener una adecuada higiene y secado de los pies, especialmente entre los dedos, para evitar infecciones por hongos derivadas del aumento de humedad en el calzado cerrado.
- Comprobar el estado del calzado de años anteriores. Las suelas deformadas o los interiores desgastados alteran la pisada y pueden provocar sobrecargas.
- Elegir materiales de calidad y buena horma. El zapato debe ser flexible, con suela antideslizante, sin costuras internas agresivas y con suficiente espacio para los dedos.
- Evitar los tacones altos o las suelas completamente planas. Lo ideal es un tacón moderado (2-4 cm) que favorezca la posición natural del pie.
- Hidratar los pies a diario: especialmente el talón y la planta, para evitar grietas y mantener la elasticidad de la piel.
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