El Palquillo

El Congreso de Laicos y las hermandades

  • El autor analiza el papel que las cofradías deben jugar en la Nueva Evangelización

El Congreso de Laicos y las hermandades.

El Congreso de Laicos y las hermandades. / M. G.

Recientemente ha tenido lugar el Congreso Nacional de Laicos, con el lema Pueblo de Dios en salida, donde han participado más de 2.000 personas, incluidos 70 obispos. Sus conclusiones parten de una Iglesia que nace del misterio de Dios y camina en la historia como pueblo. Si nos vamos a la actualidad, una parte fundamental del pueblo de Dios somos los laicos.

De entrada, el congreso nos ha aportado una definición sin duda interesante: los laicos somos “discípulos misioneros”, términos además señalados como indisolubles. Esto nos lleva a una doble pregunta, ¿no podemos entonces ser miembros de la Iglesia sin ser misioneros? ¿Qué tipo de misión tenemos encomendada?

Vayamos a nuestras cofradías. Es justo resaltar que en los últimos años todas las hermandades de Sevilla llevan a cabo una importante labor en el ámbito de la caridad y también formando a sus hermanos. Todo ello ha supuesto un importante avance en la aportación de nuestras corporaciones a la sociedad. Pero, siendo muy meritorio, parece quedar ya obsoleto.

Delegación de Sevilla en el Congreso de Laicos. Delegación de Sevilla en el Congreso de Laicos.

Delegación de Sevilla en el Congreso de Laicos. / M. G.

Nos encontramos ante un nuevo reto. Creo firmemente que nuestras hermandades tienen una oportunidad histórica para ser protagonistas en esta transformación del papel del laico. Estamos en disposición, para ser la “puerta de la Iglesia” que hablaba nuestro Santo Padre. Volvamos a las preguntas. ¿Cuántos hermanos tenemos en nómina que pertenecen, a veces por generaciones, a nuestras corporaciones pero que se encuentran alejados –por diversas circunstancias– de la vida de la Iglesia? ¿Cuántas ocasiones hemos presenciado hermanos que huyen de los sacramentos, incluso del vital sacramento de la eucaristía? Pero ojo, no lo veamos como algo negativo de nuestras hermandades. Es en realidad una autentica oportunidad, un regalo que Dios nos concede para que podamos realizar nuestra labor misionera.

Se trata de una labor minuciosa, detectando aquellas personas que solo tienen relación con Dios y con la Iglesia a través de nuestras cofradías y de una manera muy aislada, muchas veces solo con la estación de penitencia. No podemos aislarnos ni encerrarnos en nuestras casas de hermandad, dando la espalda a tan importante labor, mientras pensamos que la conversión real de estos hermanos es cosa de los curas. Tenemos que aprovechar que hemos entrado de lleno en la sociedad civil de Sevilla, como instituciones dinámicas y con resortes que han calado en lo más profundo del sevillano, para detectar y atraer a quien, por algún motivo, se alejó de Dios.

Especialmente los componentes de la juntas de gobierno y los hermanos mayores, nos encontramos en una posición de privilegio para la labor de ser “discípulo misionero”. ¿Cuántas almas se van a acercar al Señor del Gran Poder con la acertadísima decisión que la hermandad ha tomado acudiendo a aquellos lugares donde más se necesita la fe? Qué gran momento para la conversión y para nuestra labor misionera. Qué gran puerta de entrada va a suponer para la fe en muchos corazones.

En realidad, se encuentra en toda esta cuestión el espíritu de la “nueva evangelización” de San Juan pablo II, quizás mal entendida décadas atrás, pero que toma un importante peso en nuestras cofradías. Se trata de evangelizar entre nosotros, de dar un paso más en nuestras hermandades y aceptar la labor misionera como discípulos privilegiados por la fuerza que nos dan las sagradas imágenes, una fuerza imprescindible para nosotros. Ha llegado el momento de dar un paso más. Ha llegado el momento de ser “pueblo de Dios en salida”.

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