Sin procesiones en Sevilla en 2020 por la crisis del coronavirus

El final de la Semana Santa: un viaje al pasado

  • Revivimos días pretéritos con los bares cerrados, la música sacra y los militares por la calle 

Militares de la UME ante la Basílica de la Macarena en la mañana de ayer

Militares de la UME ante la Basílica de la Macarena en la mañana de ayer / Antonio Pizarro (Sevilla)

HAY una Sevilla salvaje que se bate a tiros en las Tres Mil por disputas de droga a la luz del Jueves Santo. Y que se pelea con cuchillos, hachas y puñales en Los Pajaritos. Hay lugares donde el confinamiento no llega. Cada ciudad tiene su perro flaco. Hay otra Sevilla, amable y litúrgica, que ayer echaba de menos sus bares, sus mantillas, el hormigueo de la llegada de la Madrugada, el pescao frito y el plumerío de los armaos de la Macarena. Unos escapaban de su presente y otros se refugiaban en la nostalgia. Dos Sevillas en una en pleno Jueves Santo. Es lo que tiene tener las dos Esperanzas, pero también los barrios más pobres de España.

El decreto del estado de alarma debe incluir una excepción para los hermanos mayores, incluso para algunos templos. Algunos se exhiben con la mayor naturalidad. Deben ser los neovalientes. Y algunas iglesias abren para esas conexiones en directo que sirven de placebo para la masa de hermanos. También hay particulares que no se privan y acuden a las puertas de los templos a dejar flores y objetos de diverso tipo. En la capilla de Montesión de la calle Feria apareció hasta un antifaz de terciopelo negro. A cierta hora ya avanzada algunas puertas de templos parecían entre un bazar chino y el Palacio de Buckingham cuando murió Lady Di.

En algunos ventanales de la Cuesta del Rosario y de Luchana se apreciaban a mediodía algunas reuniones festivas. Demasiada gente dedicada a la exhibición del botellín en mano. ¿Se ha relajado el confinamiento? En un supermercado próximo al Salvador hacen balance del miércoles, cuando se registraron 46 pedidos a domicilio. Hoy abren hasta mediodía. Y para el sábado esperan una gran afluencia.

Flores para el Cristo de las Tres Caídas de Triana Flores para el Cristo de las Tres Caídas de Triana

Flores para el Cristo de las Tres Caídas de Triana / José Ángel García (Sevilla)

La semana próxima será igual. Y la siguiente. Y así nos meteremos en mayo. Seguiremos a la espera de vacunas y remedios. Una Sevilla seguirá a tiros y la otra en tenguerengue. Ayer por la mañana hubo quien lanzó con conocimiento de causa un SOS desde las Tres Mil. “Hay hambre”. Yse activaron los teléfonos. Ni hay limosnas ni bares donde pagarle el café al mendigo. No hay nada. La radio emite música triunfal de Semana Santa para místicos y aficionados. Un ciclista circula a toda pastilla para encargar un pedido. Un médico alerta de robos nocturnos en plena calle, cuando no hay nadie en la vía pública y los sanitarios regresan de sus trabajos.

Los encuentros por videollamada se multiplican. La gente quiere verse, necesite verse y oírse. Desde China alertan de que en el mejor de los casos no podremos abrazarnos ni besarnos como antes, no podremos manifestarnos como antes, no podremos al fin relacionarnos como antes. En la pizarra de un bar cerrado se lee: “Todo va a salir bien”. Llega un mensaje que juega con el humor y la realidad: “A este paso la primera que saldrá será la Pastora”. La Virgen de gloria de la calle Amparo sale en septiembre... Todo sea dicho.

La puerta de la Capilla de Montesión en la mañana de ayer La puerta de la Capilla de Montesión en la mañana de ayer

La puerta de la Capilla de Montesión en la mañana de ayer / Antonio Pizarro (Sevilla)

¿Se habrán acabado las bullas durante un buen tiempo? Es muy probable. Un año vivimos un Jueves Santo de fútbol matinal de selecciones en el Villamarín, otros con lluvias y el actual nos lo hemos pasado encerrados.

Pasan las horas. Los pájaros no paran de emitir sonidos. De alguna ventana salen notas de una marcha clásica. Huele a incienso. Poco a poco la ciudad se reviste de Viernes Santo, la estética y el ambiente que mejor le vienen en tiempo de pandemia y confinamiento. Llevamos un mes de Viernes Santos de otros tiempos, con las tabernas clausuradas y una suerte de toque de queda perpetuo. Nunca se han visto tantos curas en la pantalla y en las redes, tantas misas y oficios retransmitidos. En la televisión se puede ver Quo Vadis para completar el viaje al pasado sin olvidar a los políticos enlutados y a los militares y policías que rezan ante los azulejos de las imágenes sagradas.

En Triana no se oye la Salve de Manolo Garrido ni hay júbilo en las puertas de los acudideros de guardia. Sevilla es una ciudad sin cerveza de grifo. Culto interno al botellín. Don Juan José concluye la celebración de los oficios en la capilla del Palacio Arzobispal. Es asistido por el canónigo Luis Rueda. En algunos foros digitales se abre el debate sobre qué hacen los hermanos mayores que no están confinados. La Catedral está cerrada. La Avenida desierta. La bulla está en los teléfonos móviles. Suenan y suenan. Son los nuevos pitos en el silencio de la casa. Y de la calle.

Por fortuna esto se acaba. Estaremos de nuevo pendientes exclusivamente de Madrid sin que se nos quite la cara de Viernes Santo. La religiosidad popular vertebra Andalucía. Y el vacío también. Lección aprendida.

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