La Campana

Lugares recomendados

  • Hay diferentes impresiones para ver y sentir la Semana Santa, que cada cual renueva a su modo

  • Los itinerarios son propios y se fabrican entre la nostalgia del pasado y la novedad

La Virgen de la Estrella cruza el puente en la tarde del Domingo de Ramos.

La Virgen de la Estrella cruza el puente en la tarde del Domingo de Ramos. / D. S.

HAY una Semana Santa personal e intransferible que tiene sus propios lugares recomendados. Podemos leer diversas visiones de la Semana Santa antigua, como las que nos describieron Antonio Núñez de Herrera, Joaquín Romero Murube, Joseph Peyré, Eugenio Noel, el padre Ramón Cué, Santiago Montoto, Rafael Montesinos, y más cercanamente Antonio Burgos o Carlos Colón. Podemos empaparnos de las historias de Félix González de León y José Bermejo, de los anales y diccionarios de Juan Carrero, de tantos y tantos libros que se han escrito y aportan visiones literarias o históricas de la Semana Santa. Pero, en la nostalgia de cada cual, en los recuerdos más entrañables, todos tenemos la nuestra. Quizás influidas por otras, pero sólo vividas por cada persona.

En el programa de la Semana Santa, que perdimos en 2020 y que hoy vuelve, diferente, en 2022, el tiempo ha lanzado dos zarpazos que llenaron de inquietud dos años. Hoy vuelven los nazarenos, los pasos, los costaleros, los músicos, la explosión de fe y de color a las calles, que durante dos años estuvieron más solas y más tristes, esperando que volviera a ser Domingo de Ramos.

En los programas que leímos, en el librito de El Correo de Andalucía, en las páginas de tipografía de ABC con los horarios que inició Filiberto Mira, o en la revista con la que Diario de Sevilla salió desde su primera Semana Santa en 1999, siempre había un lugar recomendado. Un lugar donde el cronista consideraba que cada cofradía era más bella, o alcanzaba momentos memorables. Entradas y salidas míticas, por puertas ojivales y estrechas. Parques y jardines que prestan una decoración ecológica y colorista de naturaleza viva a los pasos. Arcos del Postigo y la Macarena, que son como palios de piedra para cobijar brevemente a los pasos. Calles angostas, para contemplar en la intimidad (relativa intimidad) a los Crucificados y la pericia de los costaleros, o plazas amplias para admirar los pasos de misterio y el trabajo lucido de las cuadrillas. Barrios donde el entusiasmo, la fe y la devoción forman una simbiosis que el forastero considera fanatismo y el sevillano entiende, porque es un sentimiento que surge desde la infancia más tierna.

Hoy es Domingo de Ramos y vuelven los lugares recomendados. Voy a citar algunos, que estarán en la memoria de muchos. Lugares perdidos en dos años funestos, hoy recuperados.

La Paz, que abre la Semana Santa en el barrio del Porvenir, que busca el primer paseo bajo los árboles del Parque de María Luisa y con el telón de fondo de la plaza de España, que es la primera en pasar por el Arco del Postigo. La Paz que de noche luce aún más, cuando vuelve que cuando iba, en su postrero discurrir por el parque hacia su barrio que la espera.

La Borriquita, que abre la Semana Santa en la carrera oficial, que abre la puerta del Salvador para bajar la rampa iniciática, que pide la primera venia en la Campana. La Borriquita, que regresa por Francos y Chapineros con la tarde ya vencida y una multitud para ver la primera entrada de la Semana Santa.

Jesús Despojado en la plaza de Molviedro, que es su plaza, cuando sale y entra en su capilla, que parece ensancharse cuando aparecen los pasos. Jesús Despojado, que es el primer misterio que pasa por la Magdalena, y también el primero en la plaza del Triunfo, antes de volver al Arenal y discurrir por las calles estrechas de la Carretería para retornar al Compás de la Laguna.

La Cena saliendo de los Terceros, bajando con solemnidad por la calle Gerona, con el misterio de la Eucaristía (este año replanteado en las posiciones), el discurrir silente y solitario del Cristo de la Humildad y Paciencia, la belleza dolorida de la Virgen del Subterráneo, perfumada de azahar por Doña María Coronel. Virgen bañada por luz de sol en la calle Laraña, y luminaria nocturna cuando regresa por la plaza de San Leandro para buscar su templo.

La Hiniesta, que cruza con sus dos pasos la primera puerta ojival de la Semana Santa, que atraviesa su barrio de San Julián para salor a la plaza del Pumarejo y la calle Feria, que es esperada por la multitud en la Alameda de Hércules. La Hiniesta, que retorna por calles recoletas, como Francos, Puente y Pellón, o Doña María Coronel, antes de llegar a la plaza de San Marcos y recorrer las estrecheces de su barrio.

San Roque, que llega desde la Puerta Osario, por San Pedro y la Encarnación, para encontrarse con el ocaso de otro Domingo de Ramos. San Roque, que vuelve en triunfo por la Cuesta del Rosario, para salir después a San Ildefonso, cruzar Caballerizas (donde la cera llora) y hacerse imperial entre las callejas que evocan la Jerusalén de la Casa de Pilato, antes de entrar en San Roque.

La Estrella, que abrirá otra Semana Santa en Triana, que planta un río de capirotes para cruzar el puente sobe el verdadero río, que encuentra su primera esquina entre Rioja y Velázquez. La Estrella, que después de la Catedral cruzará el Postigo para abrazar al barrio del Arenal, para volver al puente con el escalofrío de la madrugada y para plantar la luz de su Estrella en el Altozano, al filo de retornar a su capilla trianera.

La Amargura, que es esperada por una legión de fieles en San Juan de la Palma, para ver el Silencio del Señor ante el Desprecio de Herodes, que se va hacia la calle Feria, seguido por el dolor más amargo de María, a la que mira con ternura San Juan. La Amargura, que en la noche alta, saldrá de la calle Cuna como si viniera de siglos pasados y buscará a las hermanas de la Cruz para que le recen, antes de que reposen todos los silencios blancos en San Juan de la Palma.

Y el Amor, que pone en la plaza del Salvador el alfa y el omega del Domingo de Ramos, antes de avanzar por la calle Cuna, negro ruán camino de la Campana. El Amor, que dejará el colofón de su muerte inconmensurable cuando vuelva por Francos, por Chapineros, por Álvarez Quintero, con la cruz acariciando balcones, con la última saeta, con la música que despide a la Virgen del Socorro cuando sube la rampa en el final del Domingo de Ramos.

Lugares recomendados a los que volver, un año más, un año menos, con la nostalgia de lo irrepetible y la ilusión por lo nuevo.

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