Tribuna

La ‘Madrugá’ y los aguaores

  • El autor reflexiona sobre la necesidad de que los hermanos que ejercen de aguaores sean respetados y las autoridades no los expulsen de los cortejos al llegar a la la carrera oficial

Un aguaor ofrece el jarillo a un costalero.

Un aguaor ofrece el jarillo a un costalero. / D. S.

"El oasis al hombro del aguador". Antonio García Barbeito (2010).

Sólo bastan seis palabras recogidas en aquel excelso pregón, intimista y reflexivo, para resumir el papel de aquéllos que pertrechados únicamente con una cántara y un par de jarrillos de lata se encargan durante horas de dar de beber a quienes sobre sus cervices portan las tallas de sus titulares en nuestra Semana Mayor. Son los aguaores (permítaseme el sevillanismo), personajes alejados del protagonismo, pero que desempeñan una labor tan esencial como olvidada. No obstante, esta figura no se ha mantenido incólume y ha evolucionado pausadamente sin que se haya reparado en ello.

Si bien gran parte de la ciudad es consciente de la metamorfosis progresiva que desde los años 70 del pasado siglo supuso para nuestra Semana Santa la entrada de hermanos costaleros, esa conciencia no se ha extendido a distintos roles que también desempeñan otros hermanos. Ya casi no quedan aguaores asalariados y esa tarea la llevan a cabo personas que optan por cumplir su estación de penitencia cargando agua para sus hermanos costaleros. La motivación es múltiple, aunque con frecuencia se trata de antiguos hombres del costal retirados que no desean perder la vinculación con sus cuadrillas y para quienes la verdadera penitencia ya no es portar el peso de los litros, sino no poder volver a entrar debajo de los pasos como antaño sí lo hacían. De este rol desempeñado como aguaor puedo dar testimonio en primera persona al venir cumpliendo con esa tarea desde hace más de una década tanto en el palio de Santa Cruz como el paso de Jesús Nazareno de la Primitiva Hermandad. Tarea esta sobre la que en ocasiones he advertido que no se encuentra bien comprendida y tal falta de comprensión queda reflejada en una serie de dificultades externas:

Esencialmente la primera de ellas se encuentra en los palcos. ¿Sabían ustedes que quienes acompañan a los pasos llevando agua, a pesar de vestir en consonancia con traje y corbata oscuros, no pueden entrar en ellos y son expulsados por la Policía Local antes de su llegada a la Plaza de San Francisco? Durante años nadie ha logrado explicarme los motivos, ni mucho menos su fundamentación jurídica. Si los aguaores hermanos se encuentran efectuando su estación de penitencia con sus correspondientes papeletas de sitio en regla, ¿no supone una injerencia por parte de las autoridades su desalojo de un cortejo del que forman parte? Las únicas razones que infiero son estéticas, pero desde luego no se corresponden a motivos de orden público. Por (de)formación profesional, he intentado buscar la fuente jurídica en la que se sustenta este veto y no la he encontrado. Tampoco me consta que la tan anunciada ordenanza de Fiestas Mayores haya sido desarrollada en condiciones en lo que respecta a la Semana Santa y mucho menos en este punto. Por tanto, desconozco si se trata de una instrucción ad hoc ordenada a los agentes que allí se encuentran, pero que en cualquier caso no justificaría el trato que recibió uno de los aguaores de El Silencio por parte de uno de los agentes ubicados al final de la calle Sierpes. Sería deseable que quien tenga competencias para ello revise las cámaras allí instaladas y contemple cómo aquel integrante del cortejo fue expulsado de su cofradía mediante voces y por la fuerza, siendo agarrado de la chaqueta por un agente que, se supone, se encontraba en el lugar para velar por la armonía del cortejo procesional. Armonía que quedó rota en aquel mismo momento, siendo peor el remedio que la enfermedad.

Cortejo litúrgico de María Santísima de la Concepción, de la Hermandad del Silencio. Cortejo litúrgico de María Santísima de la Concepción, de la Hermandad del Silencio.

Cortejo litúrgico de María Santísima de la Concepción, de la Hermandad del Silencio. / José Ángel García

Podría entenderse que antiguamente, cuando este papel lo desarrollaban personas a sueldo ajenas a las cofradías, se les vetase la entrada a los palcos, pero en el caso de tratarse de hermanos que se hallan desarrollando su estación de penitencia estimo que se trata de una flagrante e injustificada injerencia en los cortejos procesionales. Máxime si tenemos presente que el artículo 4 del reglamento de uso y adjudicación de sillas y palcos, de 6 de noviembre de 2017, declara que “el desfile de las cofradías no tendrá, en ningún caso, la consideración de espectáculo público, por cuanto que no se organizan con dicha finalidad, sino con el único y exclusivo propósito de realizar estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, manifestación esencialmente religiosa. Por consiguiente, el interés a preservar prioritariamente habrá de ser el de las cofradías en el ejercicio de este acto de culto externo”. En otras palabras, si realmente tal interés prioritario es el acto de culto externo correspondiente a la estación de penitencia, los hermanos aguaores deberían ser respetados en todo el recorrido. Cosa que a todas luces no sucede.

En otro orden de cosas, hemos de reconocer que la Madrugá ha sido un éxito en líneas generales por lo que ha de felicitarse al Consistorio. Sin embargo, las restricciones sobre bares y restaurantes han tenido un efecto colateral completamente pernicioso para las cuadrillas de costaleros, pues existieron enormes problemas para repostar durante la noche. Como bien se sabe, los pasos van asentándose cada vez más tras la Catedral y ahí es donde la demanda de agua siempre aumenta. En El Silencio las cántaras, que habían sido rellenadas nuevamente en el Patio de los Naranjos, quedaron vacías antes de llegar a la Plaza del Salvador por la sed de unos costaleros a los que les resultó imposible hidratarse durante los relevos por no encontrar ningún local abierto y, a pesar de ello, no se pudo acceder a ningún punto de agua hasta la capilla de la Hermandad de los Panaderos, que gentilmente se ofreció a ayudarnos.

Reflexionemos todos con afán constructivo, persiguiendo una mejora constante de nuestra Semana Mayor que no ha de perder de vista factores tan ocultos como necesarios. Los hombres de la cántara también forman parte de ellos.

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