El Evangelio de la Alegría
Penitencia
El costalero interino. Microrrelatos de Semana Santa
Aquel nazareno estaba determinado a que su estación fuera de verdadera penitencia. Se vistió el ruan en silencio. En la hermandad, contempló la calavera entre dos velas que le incitaba a pensar en la muerte. Rezó ante sus titulares. Escuchó al hermano mayor y al director espiritual con todo recogimiento. Nada más salir, empezó con el rosario. Y entonces, el parón. Había una pareja a su lado viendo la cofradía, que no percibía su intención de ser un nazareno ejemplar, de rezar, de no perder la compostura. Porque estaban enfrascados en una conversación que él de inmediato reconoció con algo de nostalgia, y que le dejó atascado en mitad de una avemaría. Que qué más daba que hubieran perdido al resto del grupo. Que qué bien se llevaban. Que daba gusto ver las cofradías tan bien acompañado. Una risa coqueta. Una pregunta dejada caer. La chica que le pide al chico que se explique. Y el chico, tartamudeante, torpe, dando toda clase de rodeos. Lo bien que estamos. No dar pasos en falso. El compromiso. Estar con alguien. Y ella que parece alentarle con sus respuestas. Y entonces, cuando él por fin va a hacerle la pregunta, el reguero de cirios echa a andar. Y nuestro nazareno, que nunca soportó las historias inacabadas, tuvo al fin su perfecta penitencia.
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