Cuaresming

Resistiremos

  • Muchas penitencias se harán esta tarde, no nos las vamos a ahorrar los hermanos del Martes

El paso de palio de la Hermandad de Santa Cruz

El paso de palio de la Hermandad de Santa Cruz / Juan Carlos Muñoz

MALDITO coronamartes. Este será el único lamento de este artículo, que más allá de lamerse las heridas y lamentarse por la leche derramada del día que nos han arrebatado, pretende ser un canto a la Fe. Hoy no saldremos en una tarde que se quedará en rezos al aire, melancolía en las azoteas, azahar huérfano en los naranjos y vacío en las calles, pero las estaciones de penitencia las haremos igualmente. El Martes Santo es, sin duda, el día de la Fe, y sus nazarenos, miles, deberán tirar de esa Fe en la tarde más infeliz del año. Las túnicas, dalmáticas y capirotes que se han quedado en los altillos y armarios sueñan con nuevas tardes de luz y bulla. Rumiaremos la ausencia de nosotros mismos asomados a balcones y ventanas, parapetándonos detrás de los visillos que dejan entrar una luz de primavera que anda por las esquinas buscando donde encontrarse con nuestros titulares.

No estará el Cristo de la Salud y Buen Viaje por la Puerta de Carmona, ni el de la Salud de la Candelaria por los jardines, pero sí sus hermanos desde casa, encomendando el sufrimiento de miles de contagiados, algunos ingresados, coqueteando con la muerte en una agonía de sufrimiento hospitalario. Con su oración nadie debe sentir Desamparo y deben buscar siempre la Candelaria de luz que asoma al final de este largo túnel de enfermedad.

Nadie esperará al Cristo de la Presentación al Pueblo, o al Cristo de la Sangre, pues estamos confinados, algunos en prisiones, residencias, asilos, donde si antes nadie iba a visitarlos, en estos días la soledad se clava como aguijones en el alma. Sueñan las hermanitas de los pobres con su vecina la Virgen de la Encarnación en su visita (sueño lejano) por los jardines de la residencia.

Nadie podrá otear hacia el cielo azul intenso para encontrarse al Cristo del Desamparo y Abandono, o ver venir la Humildad de Jesús Nazareno. Nadie esperará a Jesús ante Anás avanzando entre naranjos, porque la vida les ha puesto en el desamparo del desempleo, la bofetada de la ruina económica que nadie esperaba, la incertidumbre de lo que viene. La ausencia de los Dolores de la Virgen que hemos perdido en esta tarde, y el de su Dulce Nombre, acentúan la soledad de este día.

La alcazaba estará desierta, porque la batalla se libra en dispensarios y hospitales donde las Misericordias se reparten con nazarenos de bata verde, y los Dolores se mitigan a base de trabajo, coraje, fuerza y esperanza. Los aplausos de este Martes Santo serán para esas chicotás diarias, interminables que hacen médicos y enfermeras de una vez, siempre de frente, llevándonos a todos nosotros.

La soledad de este martes se clavará aún más en la calle Feria, donde este año iban a echar en falta al bueno de José Jesús Márquez, y ahora todas las almas de los caídos por esta pandemia le acompañan buscando Gracia y Amparo de la vida eterna. Todas esas almas entregadas por la enfermedad ahondarán el vacío de la que se ha convertido en una tarde más de primavera, cuando era para muchos de nosotros, la tarde.

Y finalmente el sol de la tarde trata de forzar la puerta de la capilla universitaria para volver a besar la bendita imagen del Cristo de la Buena Muerte, que esta tarde no retará las leyes de la física caminando pese a estar muerto, hablando pese a estar dormido y enseñando pese a estar vencido. Solo el recuerdo de la Angustia de su madre podrá servir de bálsamo a tantas madres y familiares de enfermos, médicos, fuerzas del orden, trabajadores de supermercados, transportistas, informadores y todos aquellos que luchan, en primera línea por derrotar a este maldito virus que nos está arrebatando tantas cosas, las más importantes la salud y las vidas de muchos hermanos nuestros.

Muchas penitencias se harán esta tarde, esas no las vamos ahorrar los hermanos del Martes Santo. Y lo haremos desde la Fe, sabiendo que volveremos, que como dice la canción: aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiremos. Como lo hemos hecho varias veces en nuestra historia. Resistiremos y volveremos más fuertes, con una Fe más madura y consolidada. Nos nos hemos ido. Todas las Hermandades han salido al paso de la calamidad, ninguna ha cerrado sus puertas y siguen atendiendo a los más necesitados, en la medida que las restricciones lo permiten.

Por eso en esta tarde de rezos del alma, de soledad ofrecida, de ausencia y melancolía, los hermanos del martes, unidos, ofreceremos nuestra Fe como penitencia en favor de todos los que sufren a nuestro lado, porque como decimos cada año: así lo confesamos, así lo creemos y así lo esperamos.

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