EN mitad de las vacaciones, cuesta mucho trabajo levantar a los niños temprano si el motivo no merece la pena. ¡Bastante madrugan durante el año!, piensan sus madres, y los dejan, soñando plácidamente en la seguridad del hogar. Hay días y días: cuando se van de campamento, cuando nos vamos a la playa… Entonces no queda otra: hay que abrir los ojos bien temprano, quizás cuando es de noche todavía, para que todo siga su curso.

La mañana del 15 de agosto es una de esas en las que, con tan solo madrugar, dejamos que la vida continúe. A los bebés hay que cogerlos en brazos, para que se espabilen llegando al Almirantazgo. A los rapazuelos que van a hacer la Comunión, contarles que la Virgen de los Reyes es la Madre de ese al que un día tomaron, y se hizo grande su corazón de Niño, corazón de Rey desde entonces como el que lleva la Patrona entre los brazos. A los adolescentes, dejarlos que vayan en busca de su pandilla, o quizás del primer amor, ante el cual quizás convendrá presumir del lugar en que están sus sillas o, quién sabe, invitarle a pasar un día en la playa antes de la vuelta al instituto.

A todos hay que azuzarlos, y prometerles un desayuno con churros, y hasta un McDonald’s a mediodía como aliciente para no perdérsela. “Sale bajo un palio un poco raro y le ponen flores que huelen “flama de bien”. A los más pequeñitos, las mamás disciplinadas les enseñan los colores del manto de la Virgen con el método bilingüe (rosa pink, blanco white, rojo red, celeste blue, verde green). A los que van rozando ya la independencia, los abuelos los ponen bajo el manto de la Señora, que sabe de ausencias y de promesas, de silencios y de palabras musitadas entre campanas y antífonas. Parejo, ya mismo escuchas: “Papá, la Nige lleva manto rosa pink”. Ella, la Madre de todas las Madres, sonríe misteriosa y enigmática, Dama redescubierta entre las ruinas del alma. Una hora y media que lleva escrita la vida entera, la historia cristiana de Sevilla. En todos los idiomas, la misma certeza: por Ella reinan los Reyes.