Opinión

Tres querubines al servicio del Señor

El Gran Poder frente al Ayuntamiento

El Gran Poder frente al Ayuntamiento / José Ángel García

¡Cuántas emociones me ha regalado el Señor en su reciente Santa Misión a los Tres Barrios! Una de ellas fue ver a mis queridas hermanas Mejías, encabezando el tramo de las parejas nombradas en su traslado final a la Basílica. Se me vino a la mente unas letras que hace tiempo les dediqué en agradecimiento al trato exquisito y elegante con el que me obsequiaron en todo momento. Ahí transcribo aquel escrito, en reconocimiento a cuanto me aportaron en los ocho años en que tuve el privilegio de ser prioste del Señor del Gran Poder. Lo titulé: Tres querubines al servicio del Señor.

Cuando comencé a ejercer de prioste en la hermandad, visité una a una a las distintas personas e instituciones que en aquel entonces tenían vinculación de una u otra forma con los trabajos del sector que me habían encomendado en la junta de gobierno. Así contacté con el indiscutible artista de la orfebrería, Juan Borrero, con el inigualable maestro en la talla de madera, Manolo Bejarano, con los propietarios del prestigioso taller de bordados de Fernández y Enríquez, con los siempre exquisitos en el trato, Amparo y Paco de Flores Mouguet, con el muy recordado vestidor de la Santísima Virgen, Antonio Garduño y tantos otros que ponían, y muchos de ellos aún siguen haciéndolo, su trabajo y su arte en beneficio de nuestra corporación.

Pero ellas se adelantaron. Antes de visitarlas yo a ellas, las hermanas Mejías me buscaron en cuanto tomé posición de mi nuevo cargo.

Emilia, Gloria y Elisa se presentaron un día en la hermandad para renovar sus generosos servicios y ponerse a disposición del reciente designado prioste.

Con ese desparpajo característico de las tres, me fueron informando de las labores que realizaban desde hacía tantos años y que, por deseo expreso de todas las juntas de gobierno anteriores, ellas tenían el privilegio de ser las depositarias del ajuar del Señor. Y a continuación Emilia, con mucho gracejo, me transmitió, corroborada cómo siempre por Gloria y Elisa, que estaban dispuestas a seguir guardándolo, siempre que la nueva Junta estuviera de acuerdo.

Fue algo que me sorprendió. Aquellas señoras, hijas del inolvidable hermano mayor y camarero del Señor, Antonio Mejías, que se habían llevado durante todas sus vidas, primero ayudando a su madre y ahora ellas, cuidando con el esmero y la delicadeza con que solo ellas saben hacerlo, las ropas más íntimas del Señor, me preguntaban con esa humildad y sencillez si queríamos que siguieran con tan excelsa labor, me dejó realmente impresionado.

¡Cuánto amor me enseñaron aquellas adorables mujeres! ¡Cómo traían la ropa cuando íbamos a cambiar de túnica al Señor! Es indescriptible. Esa bandeja de plata ovalada, perfectamente tapada con un paño bordado, cosido primorosamente con alfileres para que no se moviera nada, ni se ensuciara lo más mínimo. Y esa ropa planchada con tanto mimo, que desprendía todo el cariño y el amor de los que están llenos sus corazones.

Recuerdo una tarde que me invitaron a tomar café en casa de Emilia. ¡Qué dos horas más maravillosas! Escucharles hablar de su Hermandad, de su Gran Poder, de Su Madre del Mayor Dolor y Traspaso, de sus padres, de tantas y tantas vivencias... fue inolvidable. Y después, cuando me enseñaron el armario donde tenían las camisas y la ropa interior del Señor, no salí de mi asombro al ver la delicadeza y el amor con los que trataban a los enseres.

Tres encantadoras hermanas que con su ejemplo y generosidad han sabido y saben difundir la fe y la devoción a Nuestro Señor Jesucristo. Que Dios Nuestro Señor conceda a estos terrenales querubines muchos años más y sepan transmitirles a sus hijas y nietas esa herencia tan enriquecedora de ser las cuidadoras del ajuar de la Sacratísima Imagen del Señor del Gran Poder.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios