Crónica del Jueves Santo

La pandemia no nos robó el Jueves

Un devoto de la Virgen de la Victoria en la veneración de la Capilla de la Fábrica de Tabacos. Un devoto de la Virgen de la Victoria en la veneración de la Capilla de la Fábrica de Tabacos.

Un devoto de la Virgen de la Victoria en la veneración de la Capilla de la Fábrica de Tabacos. / Juan Carlos Muñoz

ALGUNOS lo dudaban. Se preguntaban si el Jueves Santo se parecería al que todos tenían en la mente. Pronto descubrieron que estaban equivocados. Con sólo asomarse a la ventana o a internet descubrieron que era Jueves Santo en Sevilla. Que los trajes de chaqueta, los pines de las hermandades en las solapas y las mantillas iban a ganar la partida a la desazón y el pesimismo. La pandemia no le robó esta radiante jornada a la capital de Andalucía. No evitó que muchos vistieran luto y otros tantos piropearan desde el corazón a sus dolorosas. Que hubiera colas de ilusión por ver a las 13 cofradías de la jornada: 7 del Jueves Santo y 6 de la Madrugada.

Desde primera hora los cofrades tomaron la calle. El turno para hermanos que habilitó la Macarena de 7:00 a 9:00 fue uno de los pistoletazos de salida a la jornada, que se convirtió en maratoniana para aquellos que no quisieron perderse ningún altar. Los templos fueron abriendo con devotos ya en sus puertas, esperando ansiosos por rezar ante sus devociones en el día en que procesionan. Puntos clave como la Campana, la Magdalena o San Lorenzo fueron ubicaciones perfectas para comprobar que muchos sevillanos sacaron sus mejores galas del armario. El primer año de pandemia no ha dado muchas oportunidades para lucir corbatas o subirse a unos tacones. El Jueves Santo fue tomada como una oportunidad de oro por muchos. Desde mayores, que emularon a sus vírgenes presumiendo de joyas, hasta los más jóvenes, que estrenaron chaqueta en vez de túnica. Pasando por buena parte de los adolescentes, que viven su primera Semana Santa en libertad sin renunciar a la elegancia del traje o de los vestidos. Todos se adaptaron como el guante de una mujer vestida de mantilla a la primavera que les ha tocado vivir.

Los aledaños de la capilla de Montesión estuvieron repletos. Los aledaños de la capilla de Montesión estuvieron repletos.

Los aledaños de la capilla de Montesión estuvieron repletos. / Juan Carlos Vázquez

Las caras con las que salían de las iglesias no denotaban tristeza. A tenor de la mayoría de los comentarios, pueden sentirse orgullosos los priostes de las hermandades. Si la pandemia tuvo como héroes a sanitarios, policías o bomberos, la Semana Santa debe rendir homenaje a los priostes y a todos aquellos que los han ayudado a construir una semana inolvidable. También a los vestidores y las camareras. Sería difícil e injusto destacar a unos por encima de otros. Medir el éxito de sus composiciones por el número de personas que aguardan en las colas o de mensajes favorables en el plano virtual. Si lo hacemos por lo primero, los músicos que tocaron ayer en los Jardines del Valle deben sentirse henchidos de orgullo. El público llenaba la acera en María Auxiliadora y casi se mezclaban con los que fueron a visitar el Santuario de los Gitanos. Hubo gente por muchos sitios y parecía que iban a salir todas de pronto. El centro era epicentro de la fe. También Triana, con el eje Pureza-Castilla con el Altozano como peaje. Y de allí volver a cruzar por Reyes Católicos hacia la Magdalena, el Salvador o la Encarnación. Todo lo que tenía que estar preparado, lo estaba.

La Semana Santa vivió una jornada de puertas abiertas. Celebró la Misa vespertina de la Cena del Señor, el primero de los oficios, desde la Catedral hasta la más humilde parroquia. Conforme avanzó la tarde todos buscaron su lugar. Algunos en los bancos de las iglesias. Otros en los taburetes de los veladores. Y muchos en las colas que parecen ser el pegamento social de estos días. El atardecer sí fue de nostalgia. El calor del sol y el color del público dejó paso a la oscuridad y al toque de queda que indicaba quedarse en casa a todos. A las corporaciones de la Madrugada y a sus hermanos y devotos. La otrora noche más larga del año supo casi a despedida. A Silencio en la calle y Esperanza en las casas. Todo sea por la Salud, la advocación más evocada de esta Semana Santa.

El Señor de la Sentencia junto a la cruz de guía. El Señor de la Sentencia junto a la cruz de guía.

El Señor de la Sentencia junto a la cruz de guía. / Juan Carlos Vázquez

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