La Priostía

Santos (y santas) sin pasos, pero muy cofradieros

  • En la nómina de la Semana Santa hay numerosos santos que aún sin salir en los pasos están presentes en las conversaciones de los sevillanos desde el Domingo de Ramos al de Resurrección

El paso de misterio de la Bofetá en la Plaza de San Lorenzo.

El paso de misterio de la Bofetá en la Plaza de San Lorenzo. / Juan Carlos Vázquez

No van en ningún paso, pero la Semana Santa tiene mucho de ellos. San Lorenzo, San Martín, San Gonzalo o Santa Genoveva dan nombre popular a las hermandades que tienen sede canónica en sus iglesias. En algunos casos hay guiños en el cortejo o en el paso, como la candelería en forma de equis de la Virgen de Regla, en homenaje a la parroquia de San Andrés. Hay otros que aparecen en el cortejo de nazarenos, como el guión que representa el martirio de San Esteban en la corporación del Martes Santo, con una pintura del desaparecido artista Carlos Roquette. Por cierto, aunque casi desde sus inicios se conocía a esta hermandad por el nombre del protomártir, no será hasta finales del pasado siglo cuando se añada como cotitular al santo.

Banderín de San Esteban Banderín de San Esteban

Banderín de San Esteban / M. G.

San Roque o San Sebastián son otros de los santos que quedan en la memoria cofradiera de los Domingos de Ramos. Ambos tienen una curiosa historia de devociones que se perdieron en el tiempo. Los dos fueron protectores de las ciudades ante la peste, a quienes se encomedaban para librarse de esta mortal epidemia. En el siglo XVI los cadáveres de los apestados se enterraban en la entonces lejana ermita de San Sebastián, construida en el siglo XIV por genoveses. El Abad Gordillo recoge en su libro, Religiosas estaciones que el pueblo sevillano acudía a la ermita en masa, en la primera mitad del siglo XVII, con el propósito de implorar la intercesión de su titular, especialmente cuando "hay peste". Había hasta tres imágenes distintas de San Sebastián y una de San Roque, tallada por el escultor Gaspar del Águila hacia 1578. Y aquí vuelven a estar unidos estos dos santos del Domingo de Ramos. A estos santos considerados "sanadores" presentes en la Semana Santa se une San Antonio Abad.

Cruz que recuerda el antiguo cementerio junto a la iglesia de San Sebastián Cruz que recuerda el antiguo cementerio junto a la iglesia de San Sebastián

Cruz que recuerda el antiguo cementerio junto a la iglesia de San Sebastián / José Ángel García

Los nombres de las iglesias de Sevilla son también un claro ejemplo de cómo han ido cambiando las devociones. Un caso es San Benito. Tras la reconquista de Sevilla,  Fernando III cedió a los benedictinos el terreno en el que habían colocado su tienda de campaña, a las afueras de la Puerta de Carmona. Eran frailes que provenían del Monasterio de Santo Domingo de Silos. En 1259 Alfonso X solicitó al abad del monasterio de Santo Domingo que le indicase la ubicación del monasterio y el perímetro que abarcaba. La actual parroquia era la iglesia del convento, mientras que el cenobio ocuparía la actual residencia de las Hermanitas de los Pobres. La orden tuvo una gran importancia en la identidad europea.La regla de san Benito fue de gran importancia para la construcción de la nueva identidad cultural y religiosa de Europa tras la caída del Imperio Romano de Occidente.

Iglesia de San Benito Iglesia de San Benito

Iglesia de San Benito / Víctor Rodríguez

Muy cerca está San Bernardo, donde estaba el campamento de Fernando III. No es extraño que la parroquia allí establecida recibiera el nombre del santo que predicó la Segunda Cruzada y ayudó a organizar la orden del Temple. Pero no fue hasta 1780 cuando comenzó la construcción del templo con planos del arquitecto José Álvarez.

Algo parecido ocurrió con San Vicente, un santo muy venerado en el siglo XIV, por lo que no es extraño que llevara su nombre una de las iglesias que se levantó por aquél entonces en el recinto amurallado de Sevilla.  Tenía una estrecha relación con la corona aragonesa y, además de su intensa actividad política, fue un predicador con mucha fama.

La fachada de la iglesia de San Vicente que da a la Plaza de Doña Teresa Enríquez La fachada de la iglesia de San Vicente que da a la Plaza de Doña Teresa Enríquez

La fachada de la iglesia de San Vicente que da a la Plaza de Doña Teresa Enríquez

Cuando San Fernando reconquista Sevilla, se instauran parroquias y conventos para garantizar la espiritualidad -y gobernabilidad- del territorio. Entre las que se atribuyen al santo rey, están casi todas las de estilo gótico -mudéjar. La Semana Santa es también evolución y por eso, llegan hasta la Catedral para hacer estación de penitencia desde Santa Marina, cuyos primeros datos apuntan a 1265, pero también desde San Ignacio de Loyola, en el Polígono de San Pablo o San Diego de Alcalá en El Plantinar. En barrios mucho más nuevos. Este úitimo, junto a San Isidoro son los dos únicos representantes de santos sevillanos en la nómina coraduera de las iglesias y sus hermandades. San Diego de Alcalá nació en San Nicolás del Puerto, en plena Sierra Morena Sevillana y San Isidoro, aunque nacido en Cartagena, fue arzobispo de Sevilla.

Los santos y para qué están encomendados son una clara referencia a la época en que se construyeron. Una de las primeras collaciones en Sevilla, la de la iglesia de San Nicolás no podía ser menos. Este es uno de los escasos santos que es venerado tanto por la iglesia latina como por la oriental. Es a quien se pide verse libre del fuego  del infierno. Como alivio de las penalidades de las almas del purgatorio está San Gregorio. No es extraño que sea la sede canónica de la hermandad del Santo Entierro. Además, según la tradición fue el que sacó al emperador Trajano del purgatorio (aquí una nueva conexión sevillana) por haber sido un hombre justo.

Iglesia de Santa Catalina Iglesia de Santa Catalina

Iglesia de Santa Catalina / Juan Carlos Muñoz

Entre esos primeros barrios también estaba Santa Catalina, cuya iglesia del siglo XIV está dedicada a Catalina de Alejandría. Su culto se extendió tan rápidamente que fue una de las santas más representadas en el arte cristiano, por detrás de la Virgen María. Según la tradición tenía una gran formación en filosofía, de ahí que muchos piensen que es la versión cristianizada de Hipatia de Alejandría. En 1969 se le eliminó del calendario católico al no tener pruebas de su existencia, aunque fue vuelta a incluir en 2005 por su enorme popularidad.

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