Retahílas

El mudéjar de los mostradores

  • Faltan cuatro jueves para el Jueves Santo en la calle con el mercadillo más antiguo

  • La convivencia de Vizcaíno y Monte-Sión con las telas del vía crucis es un cartel de fiestas

Tránsito de Jueves con libros de Luis Andújar, parroquianos de Vizcaíno y Monte-Sión con los reposteros morados del último viacrucis.

Tránsito de Jueves con libros de Luis Andújar, parroquianos de Vizcaíno y Monte-Sión con los reposteros morados del último viacrucis. / josé ángel garcía

Jano en Sevilla. Una cohabitación con vistas. La iglesia y la taberna. Monte-Sión con los reposteros morados del reciente viacrucis. Quedan cuatro jueves para el Jueves Santo, paréntesis con el santo Jueves del mercadillo, el más antiguo de Europa. Esta coexistencia pacífica, entrañable, doméstica, es uno de los aliciente para vivir en Sevilla y para visitarla. Desde la salida del Día, lo que antaño fue Cobreros, Casa Vizcaíno parece una postal antigua con el tiempo en los bocoyes, un mudéjar de mostradores con la tiza del camarero como exvoto de la contabilidad. Otra, dice uno. La elipsis, economía del lenguaje junto a la Oración en el Huerto que ha catalagado Fernando Gabardón de la Banda encontrando hasta un Gauguin.

El Jueves permite insólitas compañías a pie de adoquín. Libros pertenecientes a una misma colección pero que remiten a universos bien diferentes. El de Isidoro Moreno se titula La Semana Santa de Sevilla. Es hermano e historiador de los Negritos, es incondicional de los Blanquitos -el equipo de Pablo Blanco-, un pionero de la antropología social que llevó Carrión de los Céspedes, el pueblo que le puso una calle a su cronista Manolo García, a los clásicos de la editorial Siglo XXI, que en la Transición lucía tanto como Fundamentos o Fondo de Cultura Económica.

En un puesto convive la Semana Santa de Isidoro Moreno con José María Izquierdo

A su lado, Divagando por la ciudad de la Gracia, el ensayo siempre actual de José María Izquierdo. Sevillano de la calle Castellar, ideólogo de la Cabalgata del Ateneo y único nombre propio de Ocnos, la Sevilla que Luis Cernuda reconstruye sin nombrarla en el destierro de Glasgow. Infancia en Acetres, perpendicular a calle Cuna, que en Semana Santa es una prolongación de la calle Feria con los puntos suspensivos de la tradición y la identidad.

Cierra la trilogía de esta vecindad de libros de saldo Sevilla y la Fiesta de los Toros. Un libro cuyo título pedía paseíllo. El que hacen Antonio García-Baquero, Ignacio Vázquez Parladé y Pedro Romero de Solís. Nombres de la época dorada de la Menéndez Pelayo, la de los tiempos de Santiago Roldán, que trajo a Borges, Italo Calvino y Torrente Ballester la misma semana que un toro mató a Paquirri en Pozoblanco. Sólo vive Perico, el hermano de Ignacio y de Diego Romero de Solís. El primero llegó a dirigir la delegación de Televisión Española en Andalucía, el segundo es catedrático de Estética que dirigió la tesis que su joven discípulo Miguel Ángel Rivero, concejal de Puebla de Cazalla, realizó sobre el joven Unamuno. Al hijo de García-Baquero, Jean-Christophe, le presenté una novela en La Carbonería, La madeja y el Do, un ensayo sobre Sevilla en el que su personaje está enamorado de la actriz y cantante Leonor Watling.

Las habitaciones del Hotel Ducal serían un observatorio magnífico para ver la Cena, el Cristo de Burgos o los Gitanos, pero su director, Íñigo Moreno, cerró el local y con él la vista privilegiada. Es lector compulsivo, aunque también lo son los que no leen: sería un no-lector compulsivo porque siempre está no-leyendo. Es asiduo del Jueves y siempre se lleva alguna novedad de anticuario. Esta vez la ha adquirido en el puesto de libros de Alí, marroquí de Alhucemas, librero de la calle Hombre de Piedra. Se lleva una novela poco conocida de Benito Pérez Galdós, Halma, y un libro titulado Los cañones de Agosto, de Barbara W. Tuchman, ambientado en la Primera Guerra Mundial. "De la Primera sé bastante menos que de la Segunda", dice Íñigo Moreno. Algo parecido les pasará a los aficionados del Elche o del Tenerife. Una señora se fija en un libro de Rosa Villacastín: Hay vida después de los cincuenta. "De Semana Santa tengo mucho, pero no lo saco todavía". Alí sacará la artillería cofrade y penitencial la próxima semana, cuando sólo falten tres jueves para el Jueves Santo, víspera de 14 de abril.

Abelardo celebra la Cuaresma duplicando el local junto a las Setas, donde Regina se ensancha. "El lunes abro", dice este carmonense de Brooklyn, vecino de una tienda de cuchillos de Albacete que promociona en un cartel Andrés Iniesta. Ya no está el cartel del oculista Campos Dávila, Jorge, sevillano de Arequipa, bético y peruano, encima de La Centuria, un bar con churros de Pantagruel del que era asiduo Paco Gandía, Harold Lloyd de Viriato.

El equilibrio es perfecto: capilla de Monte-Sión, Casa Vizcaíno, Archivo de Protocolos. La oración y sus subordinadas. El tiempo que se va y el que se hace perenne en los papeles y legajos. Parroquianos fijos y de paso en Vizcaíno: donde para Javier González-Cotta cuando no está viviendo en o escribiendo sobre Estanbul; o el fotógrafo Antonio Acedo, amigo de los cineastas y actores que mandan en los Goya. Antonio González se llama igual que el enciclopedista de fandangos de Bollullos Par del Condado o el editor de Signatura. Es anticuario y despacha en El Pianillo. Para él todos los días de la semana son jueves, pero los jueves saca algunos de sus artículos a la calle. En el escaparate, el cartel de fiestas primaverales de 1964, el año del gol de Marcelino y la coronación de la Macarena, a la que durante muchos años ha acompañado con la escalera. Junto al Archivo de Protocolos, un establecimiento con sinónimos de crepúsculo: Liquidación. Final de Existencias por cambio de Actividad. Existir. Ser. Estar. Un ensayo de filosofía con herramientas de bricolaje.

Junto al bar El Ambigú, con unos cuantos Jueves Santo en su palmarés, el dueño de la tienda siempre saca un muestrario de libros de saldo, de novedades añejas, de vejestorios remozados como las memorias del primo de Franco. La actualidad de un libro es imprevisible. Le puede pasar como a ese personaje de Proust que pensaban que siempre iba a la última por sus modelos tan estrafalarios, a lo que respondía que él nunca tiraba nada. En la oferta del día, lo más afín a la Semana Santa es un libro titulado Semblanzas de Jesús, de un tal Georges W. Brown. En Wikipedia hay un montón de Georges W. Brown, pariente cromático de Íñigo Moreno. En el mercadillo de la calle Jueves, el único Brown es el cura detective de Chesterton, del que siempre Luis Andújar tiene en su expositor de libros, frente a Vizcaíno, un ejemplar de El hombre que era Jueves.

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