Rincones con encanto

Sorteando la vía más angosta

  • Su nombre actual viene de Caballerizas del Duque, que se le impone en 1713 y se debe porque por ella se accedía a las caballerizas del Palacio de Medinaceli.

Caballerizas

Caballerizas

Amanece Domingo de Ramos y ya no hay vuelta atrás para esa saeta que sonará al paso de la cofradía de San Roque por una de las vías más angostas de nuestra urdimbre urbana, la calle Caballerizas. Al paso del Señor de la Salud y de María Santísima de Gracia Esperanza, Caballerizas vivirá ese momento irrepetible con el que se sueña a través del año Y eso será cuando el domingo esté a poco de darle paso al lunes y a la Semana Santa de Sevilla no haya quien pueda pararla. Ni siquiera esos que en nombre del laicismo quieren acabar con todo lo que huela a la Sevilla eterna, única y universal.

La calle Caballerizas era llamada por el pueblo "la calle que va desde San Ildefonso hasta la plaza de Don Fadrique" o también "la de San Ildefonso a San Esteban". Pero en 1713 ya toma nombre y se bautiza con el de las Caballerizas del Duque. Y es que era ésta la vía que conducía a las caballerizas del palacio del Duque de Medinaceli, más conocido como Casa de Pilatos. Y aquí entra lo de aquel guía turístico que le decía a sus clientes que se llamaba así porque en ella moraba Pilatos cuando venía a Sevilla por Semana Santa.

En 1771 ya figura en el plano de Olavide simplificada con su denominación actual de Caballerizas. La calle es muy estrecha, de trazado diagonal para confluir en Pilatos con Águilas y se da la circunstancia de que Caballerizas, Águilas y Rodríguez Marín conforman el perímetro de una manzana triangular con el ángulo más agudo en Pilatos. La acera de los impares está prácticamente formada por laterales del Convento de San Leandro y de la Casa de Pilatos. Se ven, por tanto, varias piedras de molino como contrafuertes del muro de palacio y entre ellas hubo hasta 1467 una calleja que comunicaba con Imperial y que se llamó del Hospital de San Ildefonso, hospital que se anexionaría al convento.

También existía a sus espaldas una calleja sin salida, especie de barreduela, y cuando el convento pretende anexionársela se opone con fuerza el Duque de Alcalá, ya que el progreso pedía derribar para ensanchar y no agobiar aún más un enclave tan angosto. El jurado de la collación se opuso enérgicamente al proyecto conventual bajo el siguiente argumento: "Que no se le dé esta calleja a ninguna persona porque es muy pasajera para los vecinos que biven (sic) en ella". Pero se topó con la Iglesia y la calleja fue cedida al convento. Y aún se observa su condición de antigua barreduela en la entrada al hostal que se situaba en el número 1 de Caballerizas.

El resto del caserío lo forman viviendas de dos y tres plantas en desigual estado de conservación, pero muy presentables para el tiempo que llevan en pie. A lo largo de los siglos XVI y XVII fueron continuas las peticiones para que enladrillar o, mejor aún, empedrar la calle. Sobre todo urgía canalizar las aguas negras que por allí discurren con grave riesgo para una salubridad medio aceptable. Eso culminará con la petición urgente, según las actas capitulares de 1802, de construir una cloaca desde la Puerta de Carmona a la confluencia de Águilas y Caballerizas. En 1913 se subasta la adjudicación de su adoquinado hasta que llegó, como a toda la ciudad, la marea negra de la capa asfáltica.

Lo más sobresaliente de Caballerizas es el trípode monumental que la sostiene. En su cabecera tenemos a la Iglesia de San Ildefonso en la que se venera el Cautivo, una de las devociones de más calado en los sevillanos. Exteriormente la iglesia cuenta con dos portadas muy diferentes. La principal, de gran monumentalidad y porte, a los pies de la iglesia, está flanqueada por dos altas torres gemelas que centran la puerta de entrada a la que se accede a través de un pequeño atrio con reja. De un estilo marcadamente neoclásico es la portada lateral existente en el muro de la nave del Evangelio, que da a la calle Rodríguez Marín.

Enfrente, el convento de San Leandro fundado en 1295 por la Orden de Agustinas y trasladado en 1369 a unas casas situadas junto a la parroquial de San Ildefonso. Al exterior, el conjunto posee tres fachadas. La principal, que se localiza en la plaza de San Ildefonso y la calle Caballerizas, presenta sus paramentos encalados y una serie de vanos adintelados. En ella destaca la portada de acceso al convento, de gran sencillez. La fachada correspondiente a la plaza de San Leandro y a la calle Zamudio incluye la portada de acceso a la iglesia. La tercera fachada, ubicada en la calle Imperial, presenta un esquema semejante a las anteriores, con sus paramentos encalados y vanos adintelados.

Y cierra el triángulo el Palacio de Medinaceli, joya arquitectónica archiconocida y que no necesita ser más detallada. Pero Caballerizas es esta noche cuando refulge al paso de la cofradía de San Roque. En la fachada del número 3 luce un azulejo con versos de Antonio Rodríguez Buzón,en sus Cantos de Gracia y Esperanza: "A compás de cera llora / cuando viene de regreso / quedando en el aire preso / todo grito que le implora / Su luz el rostro le dora / dibujándolo en sonrisas / y al dejar Caballerizas / los blancos muros rezando / una voz le va cantando / al son de los guardabrisas". También Camilo José Cela en su Primer viaje andaluz cita esta calle que vive esta noche su gran momento de cada año, el milagro anual de cómo Gracia y Esperanza sortea imposibles.

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