Primer lunes de Cuaresma

El Vía Crucis de las Hermandades con los Panaderos: Un reencuentro de manos abiertas

El Señor del Soberano Poder en su Prendimiento por la Plaza de la Encarnación.

El Señor del Soberano Poder en su Prendimiento por la Plaza de la Encarnación. / Juan Carlos Muñoz

Todo vuelve. Hasta el frío. En el reencuentro de la ciudad con las vísperas juega un papel especial la meteorología. La lluvia, el sol, el calor y hasta el viento que ha soplado este lunes desde bien temprano, haciendo necesario el uso de la ropa de abrigo, cuando ya nos habíamos acostumbrados a despojarnos de ropa y creíamos vencido el invierno. Ha sido ese aire gélido el que ha apagado la luz de los guardabrisas que iluminaban al Soberano Poder en su Prendimiento, el Señor de los Panaderos, cuando se encontraba en mitad de la Plaza de San Francisco, quizás el enclave más desapacible –aunque cargado de belleza– para ver el cortejo del traslado a la Catedral para el Vía Crucis del Consejo de Cofradías, que este año ha presidido esta imagen del Miércoles Santo.

La ciudad que vuelve a los ritos de las vísperas también se ha reencontrado con este acto del primer lunes de cuaresma. Ha habido gente, toda la que puede aportar una jornada laborable a primera hora de la tarde, cuando muchos sevillanos aún se encuentran trabajando o en plenas labores domésticas. Pero sí es cierto que, al menos en la ida a la Catedral, no ha habido las aglomeraciones que muchos temían por tratarse del Vía Crucis que marca la vuelta a la normalidad. Eso sí, la sagrada imagen ha estado en todo momento arropada por fieles.

El recorrido elegido ha permitido contemplar el cortejo y al Señor –en unas andas bellamente adornadas– con comodidad por calles anchas (como Laraña, Plaza de la Encarnación o la Plaza de San Francisco antes aludida) y también de hacerlo de forma más cercana, en vías más estrechas, sin temor a ser arrollados por la bulla que suele concitar este tipo de actos.

Momento en que las andas con el Señor salen de la Capilla de San Andrés. Momento en que las andas con el Señor salen de la Capilla de San Andrés.

Momento en que las andas con el Señor salen de la Capilla de San Andrés. / Juan Carlos Muñoz

La cruz de guía se ha puesto en la calle antes de las 17:30. En la esquina con Laraña un nutrido grupo de personas esperaban la llegada de los primeros integrantes de un largo cortejo. Cera morada y ropa oscura (sólo hubo unas indiscretas excepciones). Era la hora del primer café de la tarde y en esa confluencia el público resultaba muy variopinto. A los sevillanos se sumaban turistas que se encontraban con esta sucesión de trajes e insignias sin que nadie les explicara el motivo. “Es un vía crucis”, le aclaró un autóctono. El guiri en cuestión repitió varias veces la palabra hasta que logró pronunciarla de forma correcta.

Si se echa la vista atrás, una de las aportaciones a todos los actos cofradieros es la mascarilla, complemento indispensable en tiempos de pandemia. Las hubo de todo tipo y colores, aunque aquí también debemos subrayar la discreción en la mayoría de ellas. Nada de diseños discordantes.

La calle Orfila estuvo todo el día revestida con colgaduras y hasta reposteros pintados, como en los días grandes de Semana Santa. Adornos que levantó el viento que no cesó en toda la jornada. Los turistas no esperaron a que llegaran las andas del Señor. Se marcharon pronto.

El Señor bajo las setas de la Encarnación. El Señor bajo las setas de la Encarnación.

El Señor bajo las setas de la Encarnación. / Juan Carlos Muñoz

La Escolanía de María Auxiliadora ponía la música a esta tarde gélida donde muchos de los acompañantes acertaron a la hora de decantarse por el abrigo, esa prenda de uso muy temporal en la capital andaluza y que tiene su mayor aprovechamiento en funciones principales y otros cultos cofradieros precuaresmales.

La comitiva tomó por Puente y Pellón, una calle que en su día estuvo acostumbrada al paso de las cofradías –por allí transitó durante años la Amargura– y que la corporación del Miércoles Santo quiso recuperar para esta ocasión. Se podía acceder con cierta facilitad hasta que la cruz de guía se adentró en ella. Una oportunidad para afinar la vista y no perder detalle. Una cosa quedaba clara a simple vista: la chaqueta de muchos cofrades ha encogido en la pandemia (valga el eufemismo) y había botones más apretados que en una bulla de Domingo de Ramos.

En este reencuentro con la normalidad, tampoco faltaron las charlas habituales llegada esta época. Quienes esperaban a que aparecieran las andas con el Señor del Prendimiento conversaban sobre la necesidad de “hormar” los nuevos zapatos para los días santos y de la urgencia de probarse la túnica, que después de dos años sin uso puede generar ingratas sorpresas, como ciertas chaquetas que se veían en ese momento.

El rostro del Señor, junto a una bandera de Ucrania colgada en un balcón. El rostro del Señor, junto a una bandera de Ucrania colgada en un balcón.

El rostro del Señor, junto a una bandera de Ucrania colgada en un balcón. / Juan Carlos Muñoz

Las dimensiones de Puente y Pellón permitieron contemplar a centímetros el pequeño paso sobre el que se alzaba el titular de los Panaderos. Un bello monte de flores en tonos malvas salpicados de espigas (en alusión al nombre popular de la hermandad), entre las que destacaba una de plata. También se pudo comprobar los brillos recuperados de la túnica bordada del Señor, que salió del taller de Rodríguez Ojeda y que ha restaurado Grande de León. Detrás, el cortejo del preste y un nutrido grupo de devotos (donde abundaban las mujeres) que caminaban tras el Señor.

Entre los numerosos relevos que se sucedieron para portar las andas en la ida al templo metropolitano, no faltó uno dedicado a los donantes de órganos, en el que participó el doctor Pérez Bernal y el transplantado Pablo Beca. Hermoso gesto. 

El público fue incrementándose, como pasa siempre en este acto, conforme pasaron las horas. En la Plaza de San Francisco el viento acabó por apagar los codales de los guardabrisas. El viento cortaba los cuerpos en el momento en que la noche se echaba encima. Pasadas las 19:30, la cruz de guía llegaba a la Catedral, donde se congregó un buen número de cofrades para el rezo de las 14 estaciones del Vía Crucis, momento central de la jornada.

El Señor pasa ante el Altar del Jubileo, en la Catedral. El Señor pasa ante el Altar del Jubileo, en la Catedral.

El Señor pasa ante el Altar del Jubileo, en la Catedral. / Juan Carlos Muñoz

Ha sido también el primer lunes de Cuaresma para monseñor José Ángel Saiz, arzobispo de Sevilla desde el pasado junio y cuya presencia se ha multiplicado las últimas semanas en los cultos de las hermandades. Nueve meses en los que el prelado se ha empapado de lleno de la religiosidad popular de esta tierra. Junto a él también se encontraba el arzobispo emérito, monseñor Juan José Asenjo.

Una vez concluido el acto piadoso y tras la intervención del prelado, se ha procedido al traslado de vuelta en esta noche fría, que detuvo a la incipiente primavera. Regreso de abrigo y a la lumbre de los cirios. Vísperas plenas en la ciudad. Un reencuentro de manos abiertas. Como el Señor de la calle Orfila.