La semana santa de... María Galiana

"La Semana Santa vive un gran momento pese a los excesos"

  • Recuerda a Rafael Franco sacando San Esteban con los faldones echados, añora los tambores de pellejo y critica el exceso de plumeros en los pasos

No se puede hablar con ella de cofradías sin preguntarle por la salida de la Estrella en 1932: "La Semana Santa de Sevilla está por encima de las ideologías políticas. Para demostrar eso salió la Estrella el año de la República. Fueron las demás cofradías que no salieron las que jugaron con la política. A mí me contaron que un piquete de los trabajadores de Mensaque de Triana, que eran los más comunistas, iban alrededor del paso para que no le pasara nada. Porque eran otros, precisamente, los que estaban interesados en que algo pasara". La actriz María Galiana (Sevilla, 1935) sabe bien de lo que habla al referirse a aquellos hechos: "Mis recuerdos más lejanos de la Semana Santa vienen de mi familia materna, los Medina, que eran de la Estrella. Un hermano de mi madre, mi tío Blas Medina, era el hermano mayor en el mítico año 1932, cuando la famosa salida de la Virgen en la República".

Muy pequeña se fue a vivir a casa de su abuela en el Arenal: "La Semana Santa de entonces era preconciliar. Acababa el Viernes Santo. Cuando iba a salir la Carretería, lo primero que veíamos a las dos de la tarde en la calle Aurora era la caballería que llevaba delante de la cruz de guía. Luego igualaban a los costaleros en la calle Pavía. La capilla era todavía más pequeña que ahora".

Le llama mucho la atención los cambios de ubicación de las imágenes en los pasos: "Ahora, por ejemplo, casi ningún Cristo va ya de espaldas. ¡Menos mal que el de la Bofetá sigue mirando a Anás! Ahora ves a Jesús ante Herodes, ante Caifás, ante Pilatos en el misterio de la Sentencia… Van todos mirando a la gente. El de la Presentación al Pueblo es lógico que mire hacia la gente, pero los demás… ¡No digamos ya de los caballos de Santa Catalina! Antes eran cuatro caballos. Cuando disminuyeron el número por razones de peso, los dos caballos que quedaron iban delante tirando de la cruz. Y ahora van detrás y no se sabe qué van haciendo. No hacen la acción del momento de la exaltación. ¡Si la exaltación era levantar la cruz con caballos tirando de cuerdas! ¿Y por qué, pase lo que pase, tiene que ir en lo alto del paso un armao como el de la Macarena con todo el plumerío? A Mi Penitas de la Estrella no le falta su plumero. Se ven a veces más los plumeros que a los Cristos. El hecho de que el paso, sea el que sea, tenga que llevar un armao meneando las plumas, a mí me parece, no un anacronismo, que hay muchos en la Semana Santa, que es una forma de sacar los pies del tiesto, que hace que pierda sentido el Cristo".

La figura de su padre es clave en su forma de entender la Semana Santa: "Recuerdo la primera vez que un Martes Santo me dijo, teniendo yo once ó doce años: Te voy a llevar a ver una salida maravillosa por una puerta ojival, que tiene además unas puntas de diamante que hacen que cueste muchísimo trabajo. ¡San Esteban! Aquel año estuve en el zaguán de enfrente del templo. No había entonces costaleros por fuera en la salida. La sacaba Rafael Franco con los ratones con los faldones echados. Eso lo ha visto muy poca gente. Los costaleros, todos agachados. E iba saliendo. Una punta de diamante, otra, otra más… ¡Eso es lo más emocionante que yo he visto en mi vida! Yo ni me fijé en la cara de la Virgen, yo no veía más que los varales".

Sus referencias a la Semana Santa preconciliar son continuas: "Recuerdo haber hecho ayuno y abstinencia los viernes, sin comer hasta después de entrar la Soledad a las doce y ponernos después púos de calentitos en la Alameda porque era ya Sábado de Gloria. ¡Era yo muy jovencita! Nos acostábamos hartos de chocolate y calentitos a la una o a las dos. Después, con el concilio y el cardenal Bueno Monreal las cosas cambiaron y ya la gente se podía comer los bocadillos de jamón a cambio de una limosna o a cambio de ver una cofradía. Qué cosa más graciosa".

Tras unos años apartada de las calles en Semana Santa para criar a sus cinco hijos, volvió a vivirla intensamente: "Cuando volví me llamó mucho la atención algo que a mis oídos no sonaba igual. Eran los tambores de plástico. La gente no se puede imaginar cómo suenan los tambores con pellejo de verdad. Ya no se sabe cómo es el sonido de los tambores. Ahora todo es plástico".

En el análisis de la Semana Santa actual huye de visiones nostálgicas: "De las tres Semanas Santas que conozco, la de niña, la de mi padre y la de ya con hijos, me quedo con la actual a pesar de todo. Como veo ahora el Jueves Santo a la Virgen de la Victoria, ¿cómo la voy a comparar con la que yo veía de niña? Tan pobre, tan triste… Igual con la Carretería. No podemos negar que, quitando los excesos, estamos en un momento muy bueno de la Semana Santa".

Y demuestra que sigue la actualidad del mundo de las cofradías: "No estoy de acuerdo con las mujeres costaleras. ¿Qué necesidad hay? El afán de protagonismo se ha desmadrado. ¡Pero si se participa viendo! Para qué vamos a estar pringados. Es como lo que está haciendo este año Burgos con el Pregón. ¿Para qué ese desmadre de tener que ir al besamanos de tal o al besapiés de cuál? Ahora van a su casa, ahora tiene que ir a que le entreguen no sé qué… ¡No, señor! Eso no es la Semana Santa. Estoy absolutamente de acuerdo con la forma de proceder de Antonio Burgos".

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