Lunes Santo

Semana Santa 'sin'

  • La Vera-Cruz sorprende al salir sin pasos, solo con el Lignum Crucis, en una jornada con dos refugios y seis cofradías sin salir.

La Plaza del Salvador es una lámina del invierno, una marisma rociera, un pantano cargado en una tarde de escopeta y perro, una suerte de óleo sobre lienzo de García Ramos en aquella procesión aguada. Son las siete y media de la tarde y la ciudad se ha vuelto a citar con esa vieja conocida de las cofradías que es la lluvia, pero esta vez por más tiempo, con el suficiente como para ver una cofradía andando hacia atrás, que es algo realmente feo, una sensación que horripila. Las gárgolas escupen agua como mangueras a toda potencia escapadas del control humano. Todo tiene el sabor amargo de las bromas de mal gusto. La lluvia está enfurecida. El terciopelo casa mal con el agua.

Los nazarenos parecen en ocasiones seres muy distintos. El antifaz hace al nazareno. Y resulta más bien una coraza. El nazareno soporta el agua con la misma paciencia y resignación que una larga tamborrá y que una coreografía costaleril interminable. El nazareno, ese gran olvidado de la Semana Santa. O, mejor dicho, de las autoridades cofradieras. Hay quien hasta dice que el nazareno es el gran maltratado de la fiesta. Sobre sus riñones aguanta el peso de las esperas y sobre su espalda el de la lluvia. El nazareno tira adelante con lluvia si es preciso.

Y se vuelve sobre sus pasos como un ejército vencido. La cruz de guía de la Redención regresa pausadamente por Sierpes a gran distancia del resto del cortejo. Dos faroles y un diputado la escoltan. La calle Sierpes huele a madera de sillas mojada. En los charcos se acumula una suciedad de fin de fiesta, de restos empapados y ennegrecidos a base de pisadas. El poquito público que aguanta en la carrera oficial está bajo los balcones o en los bares. Los pinganillos dan cuenta del teletipo del retorno. La Virgen del Rocío, a la Anunciación. El misterio del Beso de Judas rompe la Campana y se dirige también al templo de la calle Laraña. A San Gonzalo le sorprende el aguacero cuando la cofradía estaba a la intemperie en esa línea recta que forman San Jacinto, el puente y Reyes Católicos. El misterio busca cobijo en la Magdalena. El paso de la Virgen, en la recoleta capilla de la Estrella.

Salida de San Gonzalo:

Vídeo:Ainhoa Ulla.

Cuando una cofradía está en la calle e irrumpe la lluvia, suceden varias cosas desagradables. Los auxiliares de paisano se mueven como hormigas nerviosas. Los diputados comienzan a agitar los palermos. Los ojillos de los nazarenos se mueven y tratan de responder a los golpes con un andar más veloz, todo lo que permite caminar con rapidez a alguien revestido con una túnica. Los padres imaginan ya a sus pequeños nazarenos perdidos, sin rumbo. Las presidencias se revuelven. Todo se agita, se tensiona como un parto. Una cofradía bajo la lluvia tiene verdaderas contracciones. No está hecha la Semana Santa para la lluvia, esa vieja conocida.

La rampla del Salvador parece una atracción infantil acuática, pero sin niños. El agua fluye. Y huele mal. Porque la ciudad lleva prácticamente cinco meses sin lluvia. Y eso se nota en los sumideros. La ciudad apesta, como este arranque de Semana Santa hecho jirones del que sólo se ha salvado el final del Domingo de Ramos. El agua baja sucia hacia la calle Cuna y se va a morir a Oropesa, el callejón sin salida que suele ser el urinario improvisado de la movida que se concentra en la plaza los fines de semana. Esta Oropesa chiquita del callejero no se libra del mal olor ni en días como ayer. Oropesa es de esas calles favoritas para el público más canalla, como Niño Ricardo, Morgado o Compañía. Son los grandes urinarios públicos del público cutre de las cofradías.

Los camareros de los bares agitan los toldos con palos de escoba para vaciarlos de agua a la hora en la que el Tiro de Línea debía estar de regreso por la Fábrica de Tabacos. Una Semana Santa sin Santa Genoveva está coja. Las hermandades pueden con la distancia, con las penurias de los años de la posguerra y con el efecto de frontera de una vía del tren, pero no pueden con la lluvia. Acertó la junta de gobierno. Se libró de un espectáculo poco edificante en una Semana Santa ya de por sí suficientemente espectacularizada.

La Vera-Cruz impactó al decidir realizar la estación de penitencia sin pasos, solamente con la reliquia del Lignum Crucis, que es titular de la hermandad. La Redención se llevó la multitud de la noche en su regreso a Santiago. La Vera-Cruz recorrió una carrera oficial despoblada. Y regresó con más público ya a partir de Alemanes. La cofradía avanzaba veloz, con paradas muy breves. Los capataces y la Guardia Civil escoltaban la reliquia que portaba, como siempre, un nazareno. Los pajes llevaban en las manos pequeños ramos de lirios morados del paso de Cristo. Esta Semana Santa sin días completos se tornó ayer por momentos en una Semana Santa hasta sin pasos. Las cofradías, hartas de la lluvia, apuran los recursos para tratar de salir. ¿Se debe salir sin pasos? Semana Santa sin.

El Santo Lignum Crucis de la Vera-Cruz protagoniza su estación de penitencia este Lunes Santo:

Vídeo: Ainhoa Ulla.

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