TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Cofradias

En el muy amargo consumatum est

TENDREMOS el ánimo a media asta, se acentuarán los cárdenos entre las horas sexta y nona, como en el eclipse de sol que acaeció cuando pasó el suceso que estamos rememorando, la muerte de Cristo en el Calvario. Todo se ha consumado, la gran celebración que es la Semana Santa según Sevilla está tocando a su fin y el sevillano lo sabe, y se pone en situación, y se va a ver cómo el Cachorro, ese prodigio de la expresividad más rotunda, quiere que su último soplo de vida sea del aire de Triana. Y Triana, que acaba de dejar a la Esperanza en su casa de Pureza, coge Castilla abajo para no perderse el prodigio de Cristo expirando por el arrabal y guarda.

Viernes Santo de Sevilla, congoja y cañones de la guardia apuntando al suelo, traje negro en las mujeres y corbata de luto en los hombres para que la gran ópera urbana se muestre en perfecto estado de revista cuando su acto final está a punto de representarse. Y por el Compás de la Laguna se repetirá una vez más el milagro de que el misterio de la Carretería salga a la calle sin rozar la muy cercana acera de enfrente. "Ojos de águila en la cara, sentido de la proporción...", como el padre Cué retrataba con rigor al capataz de la Semana Santa de Sevilla inspirándose, claro, en el del paso de misterio de la hermandad carretera.

El milagro se producirá un año más y un año más irá con señorío la Soledad que vive en Carlos Cañal para un breve recorrido de ida y vuelta a la Catedral, como indeleble se grabará el discurrir de la Virgen de Loreto y ese Nazareno de las Tres Caídas ayudado por el mejor Simón de Cirene que se pasea en estos días por las calles de esta Jerusalén que ya mismo será desmontada a la espera de otro año, de un año más, de un año menos...

Aristocrática la cofradía de Montserrat con su magnífico paso de misterio neobarroco y su palio con crestería en forma de cornisa de plata. Manto azul con la flor de lis, excepcionalmente señorial esta cofradía que adquiere dimensiones fantásticas por un punto donde todas las cofradías, unas más que otras, lucen, la plaza de Molviedro superada que fue la recta Castelar. Por ahí merece muy mucho la pena ver a Montserrat en su camino de vuelta, que yo he visto al gran Antonio Gala con los ojos vidriados en ese sitio y a esa misma hora.

Pero hay algo en este viernes tan lleno de congoja en que da la impresión de que nos hemos transportado a no se sabe cuándo por un hipotético túnel del tiempo. El horario todavía de invierno hará que este año veamos bajar por Dueñas a la Mortaja ya de noche. Con toda la cera ardiendo, con sus dieciochos ciriales como alegoría del número de personas que asistieron al entierro de Jesús, con el muñidor abriendo paso a un momento tremendo, el de cuando las santas mujeres se disponen a amortajar el cuerpo de Cristo yaciente en los brazos de su Madre. Es una ensoñación por cualquier parte, pero bajando por Dueñas cobra este entierro una solera que justifica con creces no esperar a verlo en otra parte.

¿Por dónde irá el Cachorro ahora que la Mortaja discurre por la intimidad catedralicia? Pues el Cachorro vuelve a ir por el puente, por ese puente del que él forma parte consustancial. La imagen recortada del Cachorro en el puente de Triana es una de las señas de identidad de la gran celebración, su entrada en el barrio por el Altozano es un acontecimiento y su entrada en el Patrocinio algo que se dilatará en el tiempo porque Sevilla sabe que lo bueno no tiene por qué ser breve.

Tras el Cachorro llega la Virgen de la O, su vecina de calle Castilla, que ha vuelto a Triana por San Telmo para encontrarse en Pureza con la Esperanza en lo que quizá sea la mayor manifestación de fraternidad de toda la Semana Santa. Y aunque va detrás de Él, La O entrará antes y a tiempo de oír los ecos de saetas rancias, como de bronce roto, que llegan desde los confines del Patrocinio.

Pero queda un acto más para que esta gran ópera, la mayor ópera urbana que se representa en Occidente, llegue a su fin. Será en el día más joven de la celebración, ese Sábado Santo que hasta 1956 era de Gloria sin que nadie se explicase cómo la gloria podía llegar antes que la resurrección, cómo podía celebrarse algo que aún no se había producido.

Y ordenada la Liturgia, el sábado se hizo duelo y en este duelo, la Esperanza trinitaria será como un oasis de gozo, que ya dijo el pregonero que estamos ante un final tan feliz como seguro. Y el personal contemplará el abigarrado cortejo del Santo Entierro, y se dará de cara con un momento lleno de misterio y buen son que es ver la Pietá de los Servitas en el intimismo de Santa Isabel con las voces blancas de las monjas del convento poniéndole una banda sonora inigualable. Y volverá sola en su soledad la Soledad a San Lorenzo para encontrarse con el acompañamiento de Sevilla en su disgusto. Estará repleta la plaza donde duerme su vecino el Señor de Sevilla y Sevilla se dará cuenta de que, dolorosamente, cuando la Soledad entre en San Lorenzo y sus puertas fundan a negro, todo se habrá consumado.

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