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Cofradias

Las iglesias son museos; el Museo es una iglesia

  • un pintor en la ciudad-teatro·Hizo una serie sobre los colores barrocos: verde esmeralda, azul turquesa, rojo oscuro, ocre, morado ·Defiende la fotografía para el cartel de Semana Santa y critica que se mezcle con la Feria con el reclamo incoherente de fiestas primaverales ·Sus toros de cartel anuncian la fiesta circular del Domingo de Resurrección. El final de la explosión de la Sevilla medieval

AManuel Salinas le encanta ser figurante en la "ciudad-teatro" en que se convierte Sevilla en Semana Santa. Noche de guerra en el Museo del Prado. No hace falta ninguna guerra, como en la obra combativa de Alberti, para que obras de artes de diferentes expresiones salgan de esos museos vivos que son las iglesias. Y del Museo de Bellas Artes, que se sacraliza cada Lunes Santo.

Las avenidas y calles principales están llenas de toros de Salinas, Osborne urbano en el cartel que es un grito de astifino colgado en los toriles. "Uno detrás de otro parecen una ganadería", dice de su propia obra quien sucedió a Barceló en el honor plástico. No cree que el pintor sea artista para todo ni el cartel cajón de sastre. "Para la Semana Santa he defendido siempre la fotografía. Es mucho más coherente que la pintura para reflejarla".

No imagina un cartel fotográfico para anunciar la inminencia de la fiesta taurina, que arranca el Domingo de Resurrección. ¿Porque el toro se mueve mucho?, podía preguntar con la greguería de Gómez de la Serna que compara el instante supremo del matador con el del fotógrafo. "El toro es la simbología de la potencia sexual masculina, la majestad del toro".

Su infancia en la casa de los Salinas, primogénito de catorce varones, son recuerdos del Cristo de Santa Cruz. Salió de nazareno en la Quinta Angustia. Fiestas primaverales. Lo ve un contrasentido como reclamo artístico. "No deberían mezclarse. La Semana Santa es la Sevilla medieval con una potencia brutal. Lo otro es un enganche de hace poco".

Ni siquiera el toro que las hermana en el calendario justificaría la mixtura. "Se dañan ambas cosas". Por lo que pueda pasar, Salinas las separa tajantemente. Le gusta perderse por la ciudad para ver cofradías: en esquinas, en balcones, a hurtadillas, con luz, con sombras y cuando sea menester "en primera fila en la Campana". La Feria es otra cosa. "Es que a la Feria hay que ir. Y yo no tengo tiempo". En Semana Santa, por contra, deja de pintar y suspende compromisos profesionales. "No conozco otro sitio del mundo donde vivir mejor estos días".

Aunque la pintura "en muchos aspectos está muy cerca de la religión", no se refiere a que los pintores deban reivindicar un protagonismo especial en esta explosión de los sentidos. "La pintura no es una representación de la realidad, sino una aspiración de fuerza expresiva. Cuanta más fuerza tenga el cuadro, más interés tendrá. Y en esa fuerza entran todas las vivencias del pintor, también las de Semana Santa".

Velázquez, Murillo, Zurbarán, Valdés Leal. La religiosidad del Museo de Bellas Artes al que acudió en varias ocasiones a ver la exposición del Greco. "La disyuntiva no es Velázquez o Murillo. Como no lo serían Martínez Montañés o Juan de Mesa. ¡Cómo está Pasión! He estado viéndola en el Salvador". La Semana Santa es democrática porque iguala todas las artes. "Te impresiona tanto un cuadro de Pedro de Campaña como el Cristo de Juan de Mesa de Santa Isabel cuando se abre para el paso de los Servitas".

Obras de arte en plena calle. La revolución con la que no contaban los eruditos a la violeta. "Un crítico de arte muy prestigioso, Diego Cortés, vino una Semana Santa de los años noventa a mi casa. Al ver tantas tallas dijo: qué buen año para la Cristiandad. La gente que viene de fuera no se entera de nada. Es un universo local, cerrado que no se puede explicar. Ha venido mucha gente a mi casa y dicen que el palio que han visto es una repetición del que ya vieron. Pequeños matices que para nosotros son enormes".

Color de colores. Paleta espiritual para un pintor. "El colorido perfecto, la combinación de elementos de San Roque visto desde un balcón en la plaza de San Ildefonso". Como todo sevillano, tiene su particular mapa-mundi que no hay cartógrafo que descifre. "Hay cosas que no se publican. Todos saben que el Miércoles Santo a las dos de la noche en la Campana no cabe un alfiler porque pasa los Panaderos con la banda y el solo de cornetas".

Hay capirotes de geometría cónica en el estudio de Salinas. "La estética está muy apoyada en la geometría. La proporción en un palio es importantísima. Un cubo perfecto que en el de la Macarena llega a la sublimación de la proporción áurea". Hizo una serie sobre colores barrocos que podrían ser los de la Semana Santa: verde esmeralda, rojo oscuro, azul turquesa, ocre, morado.

Ve la Pasión como "profundamente abstracta". "No puedo comprender cómo en esta ciudad sale algo tan perfecto". Recuerda Salinas un cartel de Semana Santa: una fotografía de Atín Aya. "Es ya un clásico. Un costalero levantando el faldón de un paso. Atín nunca venía en el grupo, siempre se iba solo". El pintor atrapa de su infancia una saeta de la Niña de la Alfalfa cantada en Mateos Gago al Cristo de la Misericordia de Santa Cruz. Tiene en perspectiva exposiciones en Sevilla y Lisboa. Que le llamen en Feria.

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