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La borriquita

Un lustro recuperado de golpe

  • Emocionado recuerdo para Juan Garrido Mesa en la salida a una plaza de El Salvador abarrotada.

Con cinco marchas recibió la banda del Sol al paso de la Sagrada Entrada en Jerusalén en su renovada salida desde la iglesia del Salvador. Cinco marchas, una por cada año que la hermandad ha estado exiliada fuera de su sede canónica. Cinco, como la edad de Ángel, un pequeño nazarenito blanco que descubría la luz de un templo del que salió ayer por primera vez.

Caos perfectamente organizado dentro de la iglesia. Muchos niños y aún más padres y familiares. Mucho trabajo para los negros diputados del Amor que no daban abasto para organizar los cinco tramos que precedían al paso.  En la plaza, abarrotada desde muchos minutos antes de la salida, los naranjos no lucieron cuajados de azahar  por no haberse quitado todas las naranjas. La policía local retiró el puesto de patatas y almendras que amenizaba la espera de los presentes, cerveza en mano.  Un puesto con papeleta de sitio, como mostraba a los agentes su dueño, pero que finalmente se tuvo que trasladar, junto con sus estampas del Cachorro y San Bernardo, a la vecina plaza de la Pescadería por aquello de la seguridad.

Suenan las campanitas en la primera levantá. Derecha alante, izquierda atrás, mandó el capataz para encuadrar el paso en el dintel. Emocionado el recuerdo para  Juan Garrido Mesa en la última llamá: “gracias a él sólo hemos estado cinco años fuera de nuestra casa ¡Al cielo para que lo vea de cerca!, exclamó el capataz José María Rojas Marcos.

La Borriquita bajó la rampa despacio, gustándose. Cinco años recuperados de golpe. En la delantera, una bulla impresionante obligó a la policía a emplearse a fondo  para que el paso pudiera enfilar Cuna en busca de la carrera oficial.

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