DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

La semana santa de... José Luis Sáez

"De niño iba yo solo a ver los pasos por la mañana en los templos"

  • Este extremeño llegó de niño a la ciudad con el firme propósito de integrarse, se hizo hermano de Pasión y ahora añora aquellos años con menos gente en la calle

Llegó a Sevilla con diez años y con la pretensión clara de echar raíces. José Luis Sáez (Badajoz, 1960) es el séptimo de siete hermanos. Viene de ser rey mago, lo que recuerda en tiempos de cuaresma por una razón muy concreta: "La mañana del pasado 5 de enero me fui a la Basílica de la Macarena a pedirle fuerzas a la Virgen, porque todo el mundo me hablaba de que hay momentos en que te dan ganas de bajarte de la carroza por falta de fuerzas. Y la verdad es que la Virgen me ayudó".

"Viví en la calle Canalejas hasta que me casé. La primera Semana Santa tuvo para mí un efecto de shock. Yo venía de un concepto de Semana Santa muy austero. Mi padre regaló una copia de la Macarena para la iglesia de San Andrés de Badajoz. Cuando llegué a Sevilla percibí todo muy distinto. Me resultaba difícil de comprender en algunos momentos. La Semana Santa de Sevilla se me presentó desde niño como una explosión de alegría, te parecía algo casi irrespetuoso. Hasta que comienzas a quedarte embrujado".

Su condición de alumno del colegio de los Maristas fue clave para acercarse al mundo de las cofradías: "El puente de Triana, que recorría a diario para ir a clase, se convirtió en uno mis lugares preferidos en Semana Santa. Este puente está para mí muy asociado desde niño a las cofradías. También es verdad que mi padre me hablaba del puente y del Cachorro. Del colegio recuerdo a mis compañeros hablar de sus barrios y de sus hermandades. Por ejemplo, a los hermanos Gallardo, que eran y son de la Soledad de San Lorenzo. En el colegio era muy habitual charlar sobre la Semana Santa. Yo me limitaba a escuchar, prefería no decir nada, porque temía equivocarme. Pronto percibí que los errores en Sevilla son muy dificíles de perdonar".

A pesar de la afición emergente por lo cofradiero, Sáez no se vistió jamás de nazareno: "Nunca hice estación de penitencia. La verdad es que sentía envidia de quienes sí salían. Y sigo sin salir. Quizás por eso el día que saqué a mi hijo con tres años de nazareno en las Aguas fue tan importantísimo para mí. Esos momentos son los que se me quedan para toda la vida".

Hubo un hábito, practicado nada más llegar a la ciudad, que marca sus recuerdos semanasanteros: "Aquellos primeros años en Sevilla me encantaba visitar templos las mañanas de Semana Santa, sobre todo del lunes a miércoles. Los días laborables tenían un encanto especial. Recuerdo que iba solo, quizás porque para algunas cosas soy muy solitario. Era el chico de la familia y me buscaba la vida. Me esforcé en forjarme una vinculación directa con Sevilla. Viviendo en Canalejas, aprovechaba para ir a ver todas las que tenía cerca. Me acuerdo de que el misterio de Santa Marta me recordaba mucho al Descendimiento de Badajoz. Los pasos de misterio me decían algo desde muy pequeño, y en aquellos años eso era lo más importante para mí. Las imágenes más importantes para mí eran las que me hablaban, las que me decían algo. No me perdía ir por las mañanas a la Magdalena, al Museo y a todos los templos de las hermandades de mis amigos o de mis vecinos".

Y de aquel niño al adolescente: "Ya con 16 ó 17 años comencé a vivir esa etapa en la que pretendes ver todas las cofradías. Las tardes de Semana Santa las vivía con mis amigos Jesús Gallardo y José Carlos Valdés, cuyo padre era mayordomo de la Macarena, y otros muchos. Formábamos pandillas donde había niñas, lo que era toda una novedad, porque en aquellos años los colegios no eran mixtos como ahora... Todos los de la pandilla eran capillitas. Los amigos de aquellos años a los que oía hablar de cofradías siguen siendo hoy mis mejores amigos. La verdad es que he sido un autodidacta en Semana Santa".

En la comparación entre el ayer y el hoy aflora la cuestión del público: "La Semana Santa de mis primeros años en Sevilla tenía una característica fundamental: me podía mover con mucha libertad. Era una Semana Santa completa, con facilidad para ir de una cofradía a otra. Estas característica desaparecieron en los años 80. Aquellos años había un respeto marcado por la alegría. No había antes problemas para ver la Carretería por la calle Varflora, ni la Candelaria por los jardines de Murillo, ni el Gran Poder por la calle Pedro del Toro. Era realmente curioso encontrarte con la misma gente en el mismo sitio de un año a otro. No hacía falta citarse. La juventud de ahora no sabe andar en Semana Santa. A mí me enseñó a andar la propia ciudad. Conocí mucho de lo que es Sevilla andando por ella los días de Semana Santa".

Sáez tiene su propia visión de la coyuntura actual del mundo de las hermandades: "Quizás las cofradías de hoy han perdido un poco de mundo interior al estar todo tan publicitado, aunque la verdad es que a mí me gusta mucho leer las páginas cofradieras que salen todo el año".

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