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Cofradias

De repente, el invierno

  • Acusado descenso de las temperaturas en un Martes Santo recuperado · San Benito rindió un homenaje a Alberto Jiménez Becerrill y Ascensión García en los palcos

Martes Santo recuperado, donde dos años después todas las cofradías hicieron su estación de penitencia. Normalidad por tanto en una jornada donde la nota informativa la puso el acusado descenso de las temperaturas. Por encima del tránsito de los Estudiantes bajo las catenarias y de la mil veces comentada sanción al Betis.

Por la mañana el cuerpo empezaba a resentirse de las jornadas anteriores. Todavía no se tenía claro dónde terminó el Lunes Santo y comenzaba el nuevo día. ¿En el Cerro o en la vuelta de la cofradía del Museo, que realiza la mayor parte de su estación de penitencia en la madrugada del día siguiente? Los relojes van dilantando la frontera entre los días conforme avanza la Semana Santa. Ayer era Martes Santo y al cuerpo le quedaba mucho por ver, y sobre todo, por sentir. Y más aún cuando permanecía en el recuerdo las estampas del año anterior.

visitas oficiales

La mañana comenzó en los templos donde se celebran las misas preparatorias para la estación de penitencia. Hay olor a calentitos en La Calzada, en la Puerta de Carmona o por el barrio de San Lorenzo. Se preparan las visitas oficiales. Lo que gusta en una hermandad una foto con representantes públicos. Kilo y medio de ojana en una ciudad que se las pinta para ser retratada, y más aún, cuando hay algún paso de por medio.

Las temperaturas se suavizaron. Había refrescado el ambiente y el cuello empezaba a girar hacia el cielo porque los augurios no eran buenos. Un 75% de probabilidad de lluvia durante la madrugada y la mañana de hoy, que irá acaso disminuyendo según avance la jornada. Los porcentajes van cambiando cuando se transmiten boca a boca. Los pronósticos meteorológicos vuelven a ser los protagonistas. Ya se les echaba en falta este año.

Fiesta en el cerro

El Martes Santo se instituye en día de fiesta principal en el Cerro del Águila. El barrio lo pone todo. Es éxito asegurado para cualquier cronista. La emoción a borbotones que se vive a la salida de la cofradía hace correr la tinta en las crónicas y pulsar rápido el teclado sin tener que forzar la imaginación ni hacer uso de las metáforas. Sólo basta con estar en el Cerro a las doce de la mañana de un Martes Santo. La literatura la pone la devoción. Aquí hay para escribir El Quijote.

En San Esteban dos horas antes de la salida de la cofradía hay gente apostada en las aceras. Por supuesto, con la ya clásica sillita plegable, para la que habría que instaurar un impuesto por ocupación de la vía pública. Algunos de los que esperan engullen bocadillos variados. Nadie se atreve a ponerse delante de los propietarios de tan reiterativo asiento.

Llama la atención el exorno floral del misterio de Jesús de la Salud y Buen Viaje, a base de rosas rojas abiertas. Lástima que no se complete con la calidad de las telas con las que solían recubrir a las imágenes secundarias los diseñadores Victorio y Lucchino. Al menos, este año no hubo candelabros rotos a la salida de la Virgen de los Desamparados. De la Puerta de Carmona a la Plaza de la Alfalfa, el centro neurálgico de cada Martes Santo. Hay quien se sienta en la cafetería con nombre de convento y no se levanta hasta que la Virgen de la Encarnación pasa de vuelta. Es la hora del café y del vaso largo. Torrijas van y vienen en una tarde donde se van sucediendo los claros y las nubes.

estampas del siglo XXI

En la Puerta de Jerez el público que espera a la cofradía universitaria redescubre los múltiples usos de los bancos de diseño "pos-juanmanuelino". Hasta tres perspectivas distintas se pueden elegir sobre ellos para ver los pasos. Allí descansan familias enteras. Padres, hijos, nietos, tías y parientes políticos aprovechan los bancos para merendar. Lata de refresco y bocata envuelto en papel de aluminio. Nunca hubo mejor simbiosis entre vanguardia estética y chacina. La nueva estampa de esta ciudad del siglo XXI.

Mientras, el Cristo de la Buena Muerte avanzaba por una calle San Fernando donde la belleza plástica del crucificado minimizaba el contraste con las catenarias del tranvía. Sólo fue necesario descenderlo algunos centímetros para salvar los cables.

La tarde iba avanzando y las calles del centro iban llenándose de público. Hubo menos gente que en días anteriores, pero concentrada en los mismos sitios. Como en el Arenal, donde la policía habilitó varias vallas para el tránsito de los Estudiantes por el Arco delPostigo. Todo un clásico del Martes Santo.

De la calle Feria llegaban los Javieres. El palio de la Virgen de Gracia y Amparo va adquiriendo un sello propio, elegante, con el paso de los años. El estilo a la hora de vestir a la Dolorosa es todo un acierto. Entre las filas de negro ruán destacaron los capirotes albos de la representación de la cofradía de la Resurrección. Dato curioso. Estrenaba el estandarte este día y no el domingo. Seguramente ayer habría más gente que se percatara de esta nueva insignia que el día de su salida.

En La Calzada el día rememora los relatos más célebres de Antonio Núñez de Herrera. La mañana es una continua sucesión de visitas al templo y a los bares colindantes. Hay rezos ante los titulares y latigazos de vino y cerveza, porque no sólo de mística vive el cofrade. El Martes Santo en el barrio es siempre una página de buena literatura. No en vano, en el paso de misterio va el personaje secundario al que más líneas se le han dedicado. El Pilatos que siempre presenta al que es por todos de sobra conocido.

Luego el Cristo de la Sangre -con un andar cada año más refinado- y la siempre sublime Virgen de la Encarnación. Castillo Lastrucci, Buiza, Rodríguez Ojeda y el mejor barroco. Una cofradía y tres siglos de historia. Así cualquiera espera lo que haga falta para verla.

EL VIENTO GÉLIDO

La noche iba cayendo y el viento fresco empezaba a adueñarse de la ciudad. Había que hacer uso del chaleco que había sobrado en las horas centrales de la jornada. A más de uno se le heló el alma en esos momentos. No había ocurrido ninguna tragedia (gracias a Dios), pero la decisión del Comité de Competición sobre la sanción al Betis adquirió para algunos tintes trágicos. Ya saben, a partir de entonces no se hablaba del tiempo. Para que más nubarrones que los que se le avecinaban al equipo de Heliópolis. La campana, los palcos y cualquier barra de bar era un continúo eco de la noticia. No importaba el color. Era fútbol, la otra pasión por la que se desvive a la ciudad.

Pero no hay disgusto que resista a una de las salidas más íntimas de la Semana Santa. Santa Cruz en Mateos Gago. De fondo, la marcha que compusiera Marvizón. Cada vez que suenan sus acordes recuerdan a banda sonora de película candidata a oscar. La belleza aquí no sólo se ve, sino que también se escucha. Y ello pese al viento gélido que ya entraba por cualquier esquina. Hay que entrar en calor. Pero la jornada tenía muchos momentos todavía para que el cuerpo no se enfriara.

LOS REGRESOS

Por ejemplo, la vuelta de La Candelaria por su barrio, en la calle San José, cuando la antigua judería recibe a la cofradía. También el regreso del Dulce Nombre por cualquiera de las calles que sirven para grabar en la retina uno de los mejores instantes de clasicismo cofradiero. Son los últimos momentos de una jornada que se difumina por los barrios. O en el propio centro (donde la lírica aquí glosada se rompe con la masificación de público que se genera en la plaza de la Alfalfa).

Reestrenando ausencias. En los Estudiantes sonó Soleá dame la mano por Juan Moya, y en San Benito se recuerda el vil asesinato de Alberto y Ascen, hace ahora diez años, con la levantá a pulso en la Plaza de San Francisco. Todo un homenaje de la ciudad. Como dijo la hermana de este concejal, Teresa Jiménez Becerril, la Semana Santa es la referencia de nuestra existencia. Y este Martes Santo ya ha pasado a formar parte de la galería de los recuerdos. Con mucho frío. Y con nubes negras.

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