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Este Alcázar era una ruina

  • Historia. Acaban en el Alcázar unas jornadas sobre Francisco de Bruna, asistente del palacio que por indicación de Carlos III lo convirtió en el primer museo arqueológico de Andalucía

Francisco Aguilar Piñal, firmando el ejemplar de uno de sus libros.

Francisco Aguilar Piñal, firmando el ejemplar de uno de sus libros. / fotos: julián benegas

Francisco de Bruna y Ahumada (1719-1807) sobrevivió a cuatro reyes y acumuló tanto poder que Sevilla le respondió con su herramienta favorita en la venganza post mortem: el olvido. Vana tarea porque su presencia es permanente en el Real Alcázar, que convirtió en el primer museo arqueológico de Andalucía. A ello contribuyen dos circunstancias: la afición a la arqueología -y al coleccionismo- de los ilustrados y la fascinación por las ruinas de Pompeya y Herculano de Carlos III a su paso por Nápoles.

Todo lo antedicho es una síntesis del caudal de información de dos de los máximos conocedores de la biografía de Bruna, Francisco Aguilar Piñal (Sevilla, 1931) y Rafael Manzano (Cádiz, 1936). Estos dos gigantes de la Historia y de la Arquitectura han participado en unas jornadas científicas para rescatar del olvido la figura de Bruna. "El interés de Carlos III por la arqueología es sólo un capítulo de su interés por la Historia", dice Aguilar Piñal. "En el siglo XVII no sabía nadie Historia de España ni le interesaba; en el XVIII, ese siglo que Menéndez Pelayo puso por los suelos, surge el interés por la Geografía, por la Cartografía, los primeros planos de las grandes ciudades".

Bruna recuperó el Trajano de Itálica, un símbolo en los 19 siglos de su muerte

Bruna, granadino de cuna, accede en 1765 al gobierno del Alcázar. Ya se encuentra consolidadas las obras por las secuelas del terremoto de Lisboa producido una década antes, que afectó a la portada del palacio gótico y a sus techumbres almohade y alfonsí. Intrahistoria que cuenta con pasión Rafael Manzano, decimoquinto conservador del Alcázar, donde sucedió a Joaquín Romero Murube, a quien atribuye junto a Aguilar Piñal la tarea de rehabilitar la inmensa figura de Francisco de Bruna, a quien llegaron a conocer como "el señor del gran poder". "Era un hombre como Aznar, antipático de trato y lleno de virtudes civiles".

A las jornadas acudió Isabel Álvarez, directora del Alcázar, que recibió de Manzano y Aguilar Piñal una doble interpelación. El arquitecto la invitó a "amonestar a la Casa Real" para que vuelvan de una vez los tapices que mandó encargar Felipe V sobre la campaña de Túnez. La cuestión del historiador era más amable. "Yo quería saber si todavía hay fresas en los jardines del Alcázar... y supongo que chocolate tampoco".

Además de Murillo, estamos en el año de los emperadores de Itálica. Entre las tareas que se deben a Bruna está la recuperación de la estatua romana del Trajano idealizado de Itálica, con lo que estas jornadas se suman a los actos en los diecinueve siglos de la muerte del emperador y del ascenso al trono de Roma de su sobrino Adriano. Un poso de misterio rodea las excavaciones. Pedro Rodríguez Oliva, catedrático de Arqueología en la Universidad de Málaga, preguntó a Aguilar Piñal si era cierto que esas excavaciones las hizo Bruna por orden expresa de Carlos III. "Las órdenes las dio Floridablanca, que hablaba en nombre del rey".

La arqueóloga y académica Pilar León-Castro se remitió a la ponencia del ex conservador de Itálica José Manuel Rodríguez Hidalgo, que atribuye esas excavaciones a los frailes del monasterio de San Isidoro del Campo, destacando el padre Ceballos, monje erudito autor del libro La Itálica. El profesor Francisco Ollero relató la afición al coleccionismo de Bruna, que recibía objetos del galeón del Manila y reformó el pabellón de China del Alcázar para darles cabida.

Según Manzano, los cambios políticos -de Reyes, de ministros, el motín de Esquilache- afectaron a las obras en el Alcázar. Enriqueta Vila, cuyo padre le regaló la amistad con Romero Murube y Rafael Manzano, reafirmó ese nexo de ilustrados y arqueología. La llegada de Bruna coincide con la caída en desgracia de Olavide. Dos personalidades contrapuestas que, sin embargo, eran asiduos en las tertulias del Cuarto del Almirante. "Nunca Sevilla ha sido tan culta y tan internacional", según Rafael Manzano.

Las jornadas concluyen hoy con una visita por el Alcázar con Manzano, que fue conservador durante casi dos décadas: "Hice muchísimas cosas con el dinero del paro, hoy cuentan con el patronato y las mesnadas de turistas que lo invaden". Aguilar Piñal visitará mañana el Museo Arqueológico. Biógrafo de Carlos III, "mi libro más que sobre el rey es una historia de Madrid y la sociedad madrileña", regaló al auditorio una historia deliciosa. "Antes de ir a Italia, Carlos III pasaba mucho tiempo en el Alcázar jugando con sus amiguitos. A uno de ellos lo dejó tuerto. Con el paso de los años sería Francisco de Solís, arzobispo de Sevilla".

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