El 'trastero' de la alameda Los residentes critican al Ayuntamiento que la reforma de la zona se haga a costa de su descanso

Cambio de sentido o sinsentido

  • Un año y medio después de la fecha para el final del desvío, la calle Jesús del Gran Poder sigue siendo una estrecha vía de acceso al centro sin que se atienda la petición vecinal para que recupere el sentido original

Jesús del Gran Poder es una de las calles más musicales de la ciudad. A sus dos conservatorios, Manuel Castillo, de grado medio, y Cristóbal de Morales, de grado elemental, asisten unos 1.500 alumnos. Pero la música imperante es desde hace año y medio la de los cláxones de los coches. La calle da nombre a la cofradía más representativa de Sevilla, cuyos hermanos, los del Gran Poder, la recorren cada Madrugá en la ida, igual que los de la Soledad de San Lorenzo y el Buen Fin, mientras que los de la Bofetá lo hacen a la vuelta hacia San Lorenzo. Ahora, sin embargo, hay otra procesión que sale todos los días: la interminable retahíla de coches, que creció exponencialmente desde que el Ayuntamiento invirtió el sentido del tráfico haciéndola una vía de entrada al centro mientras se hacían las obras de remodelación de la Alameda. Según los planes municipales, era una solución provisional de apenas dos meses -julio y agosto de 2006- que se prolonga ya durante año y medio.

Los vecinos están hartos. Han recogido firmas y se han reunido con delegados municipales. Manuel vive en un bajo y está malo de los nervios. Él se encargó de recoger rúbricas para solicitar del Ayuntamiento la urgente reordenación del tráfico. Francisco José nació en esta calle, estudió en el Conservatorio, donde su hermana terminó la carrera de Arpa. Con sus conocimientos jurídicos, se encargó de recoger firmas para la reversión, para recuperar el sentido tradicional. "No se puede embellecer una zona histórica de la ciudad como la Alameda", dice este vecino, "con daños colaterales, a costa de sacrificar la seguridad, el descanso y la calidad de vida de los vecinos de esta calle. Es imposible dormir".

No es retórica de canción protesta. En la primera curva que toman los vehículos obligados a entrar por Jesús del Gran Poder se encuentran con una tertulia insólita: tiene lugar en un taller de motos y allí se reúnen desde que lo cerró su propietario, Ángel Díaz, sevillano de 1931. Al mecánico le acompañan los también jubilados Antonio Pérez, que fue camionero, y Emilio García, que era escaparatista en La Ciudad de Sevilla -"que ya no existe"-, en la calle Francos, y después pasó a Peyré y el Louvre. Los policías municipales destinados en la junta de Distrito Casco Antiguo no tienen ni idea de cuánto durará la provisionalidad. "Siempre somos los últimos en enterarnos", dice un joven agente, que oyó hablar de un proyecto para que por Resolana sólo haya circulación en un solo sentido. Hace 15 años este funcionario habría tenido como jefe a Manuel García, frutero de la Encarnación que en el Ayuntamiento que presidió Alejandro Rojas-Marcos fue delegado de Policía Local. García se incorpora a la tertulia de las motos. "Mientras El Corte Inglés tenga aparcamiento, esta calle será Baños II, más de entrada que de salida".

Los jubilados tertulianos proponen al menos un paso de cebra. "Cualquier día se cargan a un viejo". El hotel Doña Feli lo abrió Feliciana Monje el año de la Expo. "Muchos clientes se quejan", dice Susana Castaño, recepcionista. "Vamos a tener que insonorizar esto porque muchas veces, con el ruido del tráfico, los clientes llaman al timbre, no los oímos y se van. Buscan tranquilidad y se encuentran con el estrés. Para el taxi un momento y todos pitando".

Han colocado bolardos para disuadir los aparcamientos en la calle, pero al mismo tiempo impiden el paseo de los transeúntes. Manolo Cerrejón, cazador de talentos flamencos de la Alameda, camina en fila india junto a Diego Pérez, uno de sus informantes, que fue policía en el cuartel de Caballería donde actualmente se ubica la comisaría. Es imposible enhebrar una conversación en la calle, porque todo es un continuo apartarse, pegarse a la pared o cruzar a la otra acera. Y si viene con una cesta de la compra, un carrito de niño o una silla de minusválido, elija otra calle.

Manuel García Lora lo sufre en primera persona. El 18 de febrero de 1981, cinco días antes del 23-F, consiguió la plaza de conserje del Conservatorio. Allí nacieron y viven sus hijos Juan Manuel y Raúl, que aprovecharon la circunstancia para hacer estudios respectivos de flauta de pico y de trompeta. Al conserje le sirvió el alemán que traía de sus años de emigrante en Stuttgart, en el país de Wagner y Beethoven. Ahora es otra la música. "Mucha gente viene de pueblo y no le echa cuenta. Se han recogido firmas, hemos ido a una reunión en las Sirenas, pero no ha servido para nada".

Los vecinos mantuvieron tres reuniones con Lolo Silva, delegado del Distrito, y una con Francisco Fernández, de Movilidad. "No sirvieron para nada". "La idea es que la Alameda tiene que estar bonita sí o sí y lo demás no les importa". En la Alameda no hay infraestructura para carga y descarga, con lo que los repartidores intentan aparcar como pueden en Jesús del Gran Poder. En la acera de la Casa de las Sirenas, junto al patio donde permanece reo Manolo Caracol, apenas hay acera y hay que pasar casi rozando los contenedores de basura. En la esquina con Pescadores, en una señal artesanal se lee: Peatón cruce por la acera de enfrente. La calle es una ciudad en miniatura: tiene su galería de arte, sus pensiones, su discoteca, su clínica -Nuestra Señora de Aránzazu, donde el 16 de octubre de 2000 fue asesinado el doctor Muñoz Cariñanos-, su zapatería, su iglesia de los Jesuitas con entrada también por Trajano, su óptica, su herbolario, sus bares antiguos y modernos, su despacho de quinielas donde un año tocó la Primitiva. Pero ahora es sólo el trastero de la Alameda, de una de esas obras que los políticos llaman emblemática en los discursos.

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