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Sevilla

Enfermeros a domicilio: Al cuidado del cuerpo y el alma

  • Más de 81.500 pacientes y cuidadores se beneficiaron de enero a junio del programa de visitas domiciliarias de Atención Primaria.

Marina Garrido ha pasado toda su vida cuidando de los demás. Se quedó viuda a los 30 años con dos hijos pequeños y, tras morir su madre, se hizo cargo de su hermana enferma, que pasó más de 12 años en una cama. "La mochila que llevo encima pesa mucho", reconoce la mujer a sus 77 años en el comedor de su casa mientras la enfermera Pastora Hortelano la escucha atentamente. Cuando su hermana Mariana murió en 2012, ella se derrumbó emocionalmente.

"Siempre fue una mujer muy alegre y activa. Acudía a todos los talleres que realizábamos en el centro de salud dirigidos a los cuidadores. Mentalmente era muy fuerte, pero al morir su hermana se vino abajo. Ya no tenía a quién cuidar", explica Pastora Hortelano, enfermera gestora de casos del centro de salud del Polígono Norte.

Anualmente, Hortelano visita en su domicilio a una media de 400 pacientes y cuidadores nuevos, desde enfermos terminales a personas con alzhéimer, niños con trastornos del desarrollo o personas que necesitan atención psicológica, entre otros. Según su base de datos, más de 1.600 personas del área de influencia del ambulatorio del Polígono Norte tienen riesgo de caídas, y un centenar son personas mayores que viven solas. "Curamos el cuerpo y el alma", matiza Pastora Hortelano en su despacho, donde suena de fondo una música relajante.

Su papel es ser "punto de referencia", conocer cuál es la situación en el domicilio del paciente, derivar los casos a los enfermeros de familia y gestionar los materiales que el paciente requiera, como andadores, grúas, sillas de ruedas o camas especiales. "Las enfermeras gestoras de casos somos el piloto que alerta de la existencia de algún problema y ponemos a todo el mundo en contacto, mientras que el enfermero de familia es el que hace el seguimiento del paciente", explica.

El pasado año, en la provincia de Sevilla, los enfermeros gestores de casos y los enfermeros de familia realizaron un total de 792.963 visitas domiciliarias y atendieron a 140.802 pacientes y cuidadores. Más del 63% de las personas atendidas eran mujeres, según datos de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía. Este año, los datos del primer semestre señalan que se atendieron a 81.548 personas y se realizaron 376.090 visitas domiciliarias (355.892 los enfermeros de familia y 20.198 los gestores de casos).

En Sevilla capital hay 23 enfermeras gestoras de casos, además de las profesionales de los Hospitales Virgen del Rocío y Virgen Macarena, según Pastora Hortelano. Esta figura se creó en 2002. "Yo fui una de las ocho primeras que entramos cuando se creó este servicio", señala. Hortelano admite que no hay una gestora de casos por cada ambulatorio y que muchas de estas profesionales se hacen cargo de dos o tres centros de salud, dependiendo de la época del año.

El área de actuación de Hortelano va desde el tanatorio de la S-30 hasta la Ronda de Pío XII y desde la glorieta de San Lázaro hasta la avenida de Pino Montano. Además, coordina el trabajo de 17 enfermeros de familia, cada uno con un cupo determinado de calles del Polígono Norte.

La atención que se ofrece en este servicio no está dirigida únicamente a las personas enfermas, sino también a sus familiares y cuidadores. "Tenemos que cuidar al cuidador. Es un pilar fundamental. Si cae el cuidador, se derrumba todo detrás", anota Pastora Hortelano camino de casa de Marina Garrido, una de sus dos visitas del día. "Llega un momento que el cuidador, en la gran mayoría de los casos mujeres, no tiene vida. No se permite tener un par de horas para ella. En estas situaciones hay muchos sentimientos encontrados. Se sienten culpables porque desean que esta situación termine, pero también sienten amor y odio", apunta la enfermera. "Conozco el caso de una mujer que fue violada por su padre de pequeña, la violó a ella y a sus hermanas, y ahora cuida de él".

En el ambulatorio del Polígono Norte se realizan diferentes talleres dirigidos a los cuidadores para que aprendan a convivir con esta situación. Uno de los más exitosos es el taller de reiki. Unas 50 personas acuden cada jueves al centro de salud a este taller. "Una mujer, que cuidó durante años a su madre, enferma terminal, me llegó a decir que gracias al reiki ella estaba viva".

En los hospitales Virgen del Rocío y Virgen Macarena también imparten esta actividad, pero, en ambos casos, está dirigida sólo a los familiares de los enfermos terminales.

De camino a casa de Marina Garrido, a Pastora Hortelano la paran en medio de la calle un par de ocasiones para pedirle algo. Los vecinos del barrio la conocen bien. "Tengo que ir a verte el lunes para consultarte un asunto de mi madre", grita una joven acompañada de su hijo. "El lunes no, que estoy de vacaciones, la siguiente semana mejor", contesta la enfermera tras saludarla.

En el portal de Marina Garrido, pegada a la escalera hay una rampa. Se trata de uno de los logros conseguidos por esta mujer, que convenció a la comunidad de vecinos para construir una rampa cuando su hermana aún vivía y estaba en silla de ruedas.

Hortelano no ha llamado al telefonillo, pero la mujer ya la espera con la puerta abierta y apoyada en su andador. Su casa está llena de recuerdos fotográficos en color y en blanco y negro. Un pequeño marco junto al televisor muestra un retrato en sepia de su hermana de joven. Una cinta morada de la hermandad de San Benito rodea el cuadro. "Todos mis hijos y mis nietos son de San Benito. Los Martes Santos venían todos a casa a vestirse para que ella los viera, le encantaba, pero cuando murió les dije a todos que se llevaran las túnicas", confiesa con tristeza.

Una negligencia médica durante el parto en los años cincuenta le provocó a Mariana, la hermana de Marina, varias lesiones físicas y le dejó secuelas psíquicas. Pastora Hortelano conoció a Marina como cuidadora de su hermana, a la que atendió durante años. Tras su muerte, ahora es ella la que necesita atención.

"Marina, cuando a hace calor ¿qué tienes que comer?", le pregunta la sanitaria. "Fruta, verdura y mucha agua", contesta la señora con la lección aprendida. "Y a partir de qué hora no puedes salir a la calle?", dice de nuevo Hortelano. "A las doce en casa sin salir", responde segura Marina, que durante 26 años trabajó como auxiliar en la cocina del Hospital Virgen Macarena.

"¿Y el botón de la teleasistencia, dónde está?", le interroga la sanitaria. Marina introduce su mano por el escote del vestido y lo saca. "Aquí, lo llevo colgado siempre, me van a salir hasta verrugas de no quitármelo", bromea. "Nunca me ha hecho falta de momento, pero alguna vez me voy lo más lejos posible del teléfono y llamo para comprobar que funciona y que me escuchan bien".

Marina le cuenta a la enfermera las pastillas que se está tomando y los ejercicios de rehabilitación que tiene que hacer tras haber sido operada de una de las rodillas. "Tengo mucha ansiedad, una quiere llevarlo todo para delante, lo suyo y lo ajeno. Las madres somos así", se justifica. De repente, la señora se levanta, quiere enseñar un dibujo que le ha hecho su bisnieta. "Mira, son sus manos", enseña. "Y éste es mi cuaderno de ejercicios. Apunto una palabra, gracias, por ejemplo, y ahora tengo que escribir al menos 20 palabras más con las mismas letras", dice orgullosa enseñando un cuaderno llena de palabras sueltas.

Pastora Hortelano se despide. "Nos vemos en el reiki", le dice antes de irse. Su siguiente visita está cerca, pero el caso es bien distinto. Acude a casa de un enfermo terminal de cáncer.

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