ENTRE los signos más representativos del antiguo estilo comercial estaba el uso de sillas para la clientela, la asignación de dependientes para la atención personalizada y el sistema de crédito a la vista.

Las sillas eran elementos básicos de tiendas de tejidos y confecciones, de paquetería y hasta de modestas quincallas; de tiendas de comestibles, de ferreterías, de zapaterías, etcéteras. Podemos ver varios testimonios gráficos de sillas en establecimientos, y la actualización del servicio en Galerías Madrid, en la calle Cuna, donde Enrique Arias nos comenta el éxito que tienen las sillas entre los señores acompañantes, que se sientan mientras ellas hacen la compra.

Contar con dependientes personalizados era patrimonio de grandes familias sevillanas que, cuando iban a los comercios de compras o consultas, contaban con la atención personal de uno o varios empleados, con los que llegaban a tener amistad. Los dependientes conocían los gustos y necesidades de sus clientas, gestionaban los pedidos, etcétera, y eran figuras clásicas de un sistema mercantil muy personalizado y entrañable.

Complemento de las sillas y los dependientes personales era el sistema de venta a plazo, pero sin tarjetas de créditos, sino con simples anotaciones en el libro llamado de Vistas. Vemos en una foto el sistema de libro de Vista en Casa Palacios, una tienda mixta de comestibles y bebidas que aún mantiene abiertas sus puertas en el barrio del Porvenir, a la antigua usanza.

Las grandes firmas de la primera mitad del siglo XX no habían aceptado el reto iniciado por los Grandes Almacenes de Madrid y Barcelona desde comienzo del medio siglo XX, que fueron firmas innovadoras del sector con modelos europeos de horarios, aperturas en domingos y festivos, publicidad diaria bien diseñada, pagos con tarjetas de créditos, aparcamientos gratuitos, ofertas diversificadas entre temporadas, escaparates muy costeados y renovados casi a diario, ventas especiales, etcétera.