Calle Rioja

Fábrica de cañones con repique de campanas

  • Peaje histórico. La Academia de Buenas Letras repasa el peso de Sevilla en las Cortes de Cádiz.

ESE rey retratado por Vicente López conspiró contra su padre, pidió ser hijo adoptivo de quien lo había encerrado en un castillo francés y después le suplicó a su tío que mandara a los cien mil hijos de San Luis para restaurar la monarquía absoluta en España. "Era el Deseado porque en España no lo conocían". Rafael Sánchez Mantero es biógrafo de Fernando VII, el monarca con cuyo retrato inició Enrique Valdivieso su recorrido por la presencia "mínima y extemporánea" de las Cortes de Cádiz en la pintura española.

Fernando VII es el detonante de una crisis del Antiguo Régimen con la que José Luis Comellas abrió las jornadas que la Academia Sevillana de Buenas Letras dedica a la presencia de Sevilla en las Cortes de Cádiz y en la que también participaron Javier Lasarte, catedrático de Derecho Financiero que lleva una década estudiando la primera Constitución española, y Manuel Moreno Alonso, que no es, en sus palabras, "un paracaidista que aterriza en las efemérides, llevo estudiando la guerra de la Independencia desde que acabé la carrera".

Mientras Fernando VII cumplía su cautiverio en el castillo de Valençay que Godoy le regaló a Talleyrand, la Junta Central se había desplazado desde Aranjuez a Sevilla y de aquí a Cádiz, conforme avanzaban las tropas napoleónicas. Moreno Alonso se detuvo en Sevilla para narrar la metamorfosis de "la capital de la España libre y patriótica en capital de la España napoleónica". No sólo poetas, políticos, clero e incluso miembros de esta Academia. "Toda la ciudad se afrancesó de acuerdo con la inveterada costumbre de entregarse al invasor. Tal vez gracias a no presentar una resistencia numantina la ciudad no fue destruida".

La acción que Moreno Alonso sitúa en el jueves 1 de febrero de 1810 en Sevilla, cuando las rogativas y rosarios del pánico de las vísperas dieron paso al repique de campanas y a los cohetes del júbilo por la entrada de José Bonaparte, se traslada al Cádiz -y antes San Fernando- donde se puso en marcha lo que Lasarte llama "una utopía financiera". Una normativa fiscal de guerra "que no se llegó a aplicar nunca en el único territorio que España dominaba".

Crisis política, militar y económica. La Junta aprueba la reducción de un 33 por ciento del sueldo de los funcionarios. "La entrada de Napoleón en Chamartín y de Zapatero y Rajoy en la Moncloa supusieron significativas bajadas de los sueldos". Ese impuesto no se aplicará, pero sentará un precedente fiscal en España. A América no se les ocurrió exportarlo por un doble motivo: la vida era demasiado cara en las colonias; y por otra parte ese incremento podría radicalizar a los partidarios de la independencia.

Hoy concluyen estas jornadas con ponencias de Ramón M. Serrera, coordinador del ciclo, el americanista Luis Navarro García, el periodista Antonio Burgos y el catedrático de Literatura Rogelio Reyes, que hablará del perfil literario de la clerecía liberal.

Valdivieso se detuvo en dos alegorías de Goya: una alusiva a la Constitución gaditana que se encuentra en un museo de Estocolmo; otra relativa a la villa de Madrid en la que se modificó en tres ocasiones de acuerdo con los vaivenes políticos la leyenda que acompaña la estampa goyesca: del inicial José Bonaparte se pasó sucesivamente a Constitución, Fernando VII y Dos de Mayo.

Cuando Pepe Botella llega a Sevilla lo primero que hace es visitar la Fábrica de cañones. En Sevilla sonaron campanas y cohetes, pero no se oyó ni un tiro. Cádiz era junto a Moscú la gran obsesión de Napoleón. "Porque allí estaba el Estado español", dice Lasarte.

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