El Heraldo anuncia la Cabalgata de Reyes Magos en Sevilla

Heraldo, de Cuna al Salvador: el camino es la meta

  • Al Heraldo lo encarnó Manuel Alejandro Cardenete, que recibió las llaves del alcalde l En su anuncio, dijo a los niños que los Reyes Magos dormirían en el Aljarafe

Los Reyes son Magos pero antes que nada son reyes, una monarquía compartida, un benelux de la magia, y como tales monarcas si llegan a una ciudad antes alguien tiene que venir para anunciarlos. Dos décadas largas de este ritual de la avanzadilla en el que cambiaron muchas cosas pero lo fundamental sigue inalterable. Se ve en los ojos de los niños, en la niña de los ojos de los mayores que regresan a la infancia en un santiamén. Un mundo sin ilusión sería lo más parecido al escenario posterior a una explosión nuclear. El Heraldo anunció que "desde lejanas tierras de Oriente han llegado y esta noche dormirán en el Aljarafe sevillano".

El Heraldo muestra la llave de la ciudad de Sevilla. El Heraldo muestra la llave de la ciudad de Sevilla.

El Heraldo muestra la llave de la ciudad de Sevilla. / Belén Vargas

Todos los niños el Niño, parafraseando a Cortázar. "Sevillanos, abrir vuestros corazones y sacar el niño que todos tenemos dentro. Que ha nacido el niño dios". Salió el cortejo a la hora convenida con el buzón como cruz de guía. Un baldaquino portátil, una parihuela postal, hermoso alegato contra la inmediatez de los correos electrónicos. La crónica está hecha con el enunciado del comienzo de su recorrido. Por Cuna al Salvador. El Heraldo, encarnado por el catedrático Manuel Alejandro Cardenete, recorrió esta carrera oficial de los sueños antes de solicitar las llaves de la ciudad al alcalde Juan Espadas, que encarnó a Baltasar en la Cabalgata de 2017, un siglo de la revolución rusa.

El Salvador al final de Cuna. Ahí está resumida toda la historia. Sobraría todo lo demás. Antonio Burgos camina por Tetuán y Velázquez para sortear al tropel de beduinos. José María Vaz de Soto regresa por Cerrajería al cerciorarse del tapón de gente que hay en Cuna. En la zapatería Catedral sacan una escalera para ver mejor el paso de la comitiva. Este cronista podía pedirle el vídeo a un fornido ciudadano con planta de gastador que no ahorraba detalles. Su brazo de corta troncos formaba un ángulo de noventa grados con la mano que mecía el móvil de la grabación. Paciencia con los niños grandes. Toda la expectación en una ventana. Una casa encima del pasaje que une Cuna con Puente y Pellón en trance de ser habitada. Con gente y sin muebles, como una obra de Ionesco. Las dos mujeres bajan con una cuerda una cesta para recoger caramelos, ajenas a que el bambino no deja de llorar, asustado por la algarabía y también por la indiferencia. "Parecen dalinianos, pero esos ventanales son mozárabes", dice un espectador.

Los Panaderos de Oriente amenizan la espera. Nueva visión del cortejo postal por Entrecárceles. La gente aplaude a los tres policías a caballo y cantan Que viva España. Los policías son una metáfora de los tres magos, siempre atentos mediante gestos con los más pequeños, que deben tener en la genética las películas del Oeste que vieron sus padres o sus abuelos. El del centro luce una barba negra; el de la izquierda, un cabello blanco. Sólo faltaría el rey negro, no confundir con King África. El simbólico trío lo completaría el negro del cartel de Belenes del Mundo que se anuncia en Cajasol. José Carlos trabaja en Oleoestepa, el aceite de los mejores mantecados de esa Silicon Valley de las Navidades. Lleva en brazos a su hijo Leo. Laura, su mujer, se ocupa de Emma.

No se cabe en el entorno de la estatua del busto de Cervantes. El gentío, la música, el desenfado, llevan al cronista a las locuras del ingenioso hidalgo. En el territorio de la ilusión, los niños son pequeños Quijotes ajenos a los mensajes de la cordura y la previsión, esas pequeñeces de sus mayores. Don Quijote perdió el juicio con los libros de caballerías, confundió la realidad con la fantasía y por ahí entró en el mundo de los niños enfrentados al realismo de Sancho Panza.

El Heraldo de la Cabalgata de Sevilla ya tiene las llaves de la ilusión

Cada calle es un mar de gente, da igual que sea Hernando Colón que Placentines o Álvarez Quintero. En esta calle esquina con Alemanes asistimos al prodigio de la iluminación de la Giralda. Son las seis y media de la tarde. El próximo año, el Heraldo tendrá que hacerle un guiño a Casa Gonzalo, que fundó en 1920 el montañés Gonzalo Sánchez Díaz, donde un tabernero rubio venido de Santa Olalla de Cala le sirvió el último café a Galerín.

Juan y Francisca se despiden de sus nietos. Juan Robles cumplirá 84 años en marzo, hijo del 35, y con 18 años ya estaba trabajando en el negocio familiar de la calle Álvarez Quintero. Está en la puerta de la casa que fue el último hogar de Ramón Carande, que de encontrarse con el buzón para las cartas de los niños recordaría el día que su amigo Alfonso Guerra lo nombró cartero honorario por su afición al género epistolario. El Heraldo no deja de saludar y lanzar caramelos por doquier. Ya le esperan los mediadores de los Reyes Magos en el escenario instalado en el lateral del Ayuntamiento. La megafonía no funciona. Ya no hay puertas cerradas en la ciudad de Sevilla. Y las ventanas son mozárabes o dalinianas. El cortejo pasa por delante del Ayuntamiento, con vaivén de concejales y séquito en nómina. Los niños no se cansan, batería de carritos de bebé en el comienzo de Sierpes, manos que saludan, aplauden, que se estiran para alcanzar algún caramelo.

La Avenida de la Constitución, llena de gente durante el desfile del Heraldo. La Avenida de la Constitución, llena de gente durante el desfile del Heraldo.

La Avenida de la Constitución, llena de gente durante el desfile del Heraldo. / @EmergenciasSev

En la plaza Nueva funcionan a esa hora dos confesionarios. El que siempre está alerta para pecadores en San Onofre, Adoración Eucarística Perpetua, y el de Movistar, donde empleadas uniformadas atienden de forma personalizada a los diferentes clientes. El Espíritu Santo es el móvil de Dios. La Plaza Nueva es una animada ratonera.

El Heraldo volvió al Ateneo con sus seis pajes. Uno de ellos, su hermana la notaria Amalia Cardenete. Con Alberto Máximo Pérez Calero, presidente de la institución, los virreyes magos tocados esta tarde-noche por el guiño de la fantasía: Miguel Gallego Jurado, Ángel Aguado Aparicio, Cristóbal Martínez Fernández.

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